Durante estos tiempos de virus y de una prolongada y masificada campaña del miedo, muchos han confirmado su sospecha de que evidentemente, vivir era muy peligroso.
He notado últimamente, que toda la gente aprehensiva y temerosa que conozco, habita estos tiempos con la moral mucho más alta. Y no es otra cosa que la sensación de complacencia que otorga la confirmación de la propia sospecha.
-«Yo lo sabia…» parecen murmurar entre dientes, presumiendo de que por fin, sus vidas llenas de miedos, de fobias y de alergias, no sólo estaban justificadas, sino que ahora son trending topic global.
Lo sorprendente de esta pandemia no es que nos haya hecho valorar lo que teníamos antes, como dicen algunos, sino que nos haya inducido tan rápidamente hacia un pánico colectivo e irracional y hacia un aislamiento voluntario y patológico.
Siempre observé a mi alrededor vidas llenas de vida y vidas llenas de nada. Y curiosamente, los seres más aprehensivos y temerosos en esta pandemia son aquellos que tenían vidas llenas de nada.
Los otros, siguen viviendo sin miedo, por lo cual, sospecho que la nada tiende a querer prolongarse indefinidamente en el tiempo, se cuida y se cultiva como si fuese valiosa.
La nada y el miedo se atraen y se potencian mutuamente y donde hay miedo no crece nunca nada.
Hace unos años, una amiga mía decidió estudiar para ser científica. A los pocos meses le pregunté cómo iba la carrera y me respondió que cuanto más estudiaba, más miedo a todo tenía.
«Que estemos vivos es un verdadero milagro» me decía, conociendo ya en profundidad, todos los ataques de agentes externos a los que un ser vivo está expuesto a cada instante.
Mi amiga no ha salido de su casa desde Marzo del 2020 y sigue aún, voluntariamente encerrada allí.
Por lo cual, no sé si será una buena científica o no, pero definitivamente el saber la ha conducido a una académica locura.
Muchos aseguran que para vivir intensamente hay que estar un poco loco, pero cuando veo a los encerrados, me pregunto si dejar de vivir en vida, no es en realidad la verdadera locura.
El trasfondo de la paranoia actual está en que hemos borrado a la muerte de nuestra agenda mental.
Nos hemos olvidado de que estamos en esta vida para vivir y para morir. Y si no es hoy, será mañana, pero es inevitable.
Que un chico de 20 años piense en la muerte es raro, pero que una persona de más de 80 años no lo haga, es patológico.
Un mundo en donde los viejos se sorprenden y se horrorizan ante la probabilidad de morir, es señal de que la muerte se ha eliminado hasta niveles alarmantes.
Pero existe una única cosa que podemos evitar y eso es el vivir muertos, podemos evitar desaprovechar la única oportunidad que tenemos de estar vivos, antes de que los presagios de mi amiga la científica acaben para siempre con nosotros.
Vivir siempre fue peligroso, pero no atreverse a hacerlo es una verdadera locura.
JR
Suscribo cada una de las palabras. Grandísimo análisis. Nos estamos destruyendo nosotros mismos. No hace falta elites para hacerlo…