Si buscas alguien que arme tu corazón no busques nunca a un erudito, busca a un poeta.
Los poetas no son sólo aquellos que escriben, los poetas de los que te hablo están por todas partes y haciendo todo tipo de cosas diferentes. Sólo tienes que estar atento.
«Hubo un tiempo en que fui hermoso, y fui libre de verdad, guardaba todos mis sueños en castillos de cristal» Cantaba Seru Girán allá por los años 80.
Yo viajaba en un Renault lleno de hermanos con la nariz contra el cristal de la ventanilla, mientras el cassette se gastaba. Mi padre nos enseñaba sin darse cuenta que soñar era un camino que otros ya andaban desde hace tiempo y al que además sabían poner música.
Ser hija de un soñador elegante me aportó muchas ventajas a lo largo de la vida. El me enseñó a escuchar los mensajes ocultos debajo de la música, palabras que entendería en otro tiempo y que siempre permanecerían vigentes.
Muchos años mas tarde, me di cuanta de que no era la única en «tropezar de nuevo con la misma piedra», ni la unica a quien le romperían el corazón una y otra vez.
También aparecieron «Pedro y Pablo» cuando me sentí incomprendida en mi lugar, y me recordaron que sólo «vivia en una ciudad, en donde la gente aún usaba gomina» y que la incomprensión sólo era una puerta hacia caminos distintos.
Años mas tarde recordé el hartazgo de Serrat con la pelota y entendí que ser padres también incluía estos momentos y tantos otros maravillosos con nuestros» locos bajitos.» Y cuando un día sentí que «me olvide de vivir» distraída por la inmediatez de lo urgente, volví a recordar la melodía y pude ponerle nombre una vez mas a aquello que sentía.
Estas son algunas de las poesías que formaron mi corazón, cosas que no son importantes para nadie mas; pero que a lo largo de la vida me han consolado y me han ayudado a comprender también a muchos otros que como yo, sentían las mismas cosas que cantaban las canciones del coche de mi padre.
Hoy intento intercalar en mi coche a otros tantos poetas. Y resulta emocionante ver a mis hijos cantando mis mismas canciones, con sus mensajes sin tiempo que perciben los verdaderos artistas.
Quizás esto que hago sea en realidad un intento desesperado por ver que mi hijo mayor se acerca a la adolescencia y pronto necesitará tiritas para un «corazón partido» que por supuesto, no me pedirá a mi. O porque me encanta verlos cantar y sentirlos soñando y no me gustaría que dejaran de hacerlo nunca.
Me gustaría que recordasen las musicas de los que sueñan, de los que creen y de los que se atreven a decir lo que sienten, a ponerle música y cantarlo en alto. Para que recuerden las palabras cuando necesiten volver a creer, a sentir y a ponerle nombre a aquello que es de todos.
¿Es acaso intentar educar un corazón esto que hago?
En estos tiempos en donde la formación académica es algo tan fundamental para nuestros hijos, hay cada vez mas corazones perdidos.
¿No estamos quizás, haciendo demasiado hincapié en en la educación de la mente, olvidándonos de educar también al corazón?
¿Ha ocupado la competitividad el lugar del compañerismo y la ambición personal el lugar del servicio a la comunidad?
¿No es acaso educar a un corazón enseñar la empatía con el otro, sentir su dolor, sus temores, sus sueños, sus inquietudes y sus necesidades?
Quizás no basten ya grandes mentes para dirigir nuestras empresas y para gobernar nuestros países y éste sea un buen momento para comenzar a educar a personas integradas.
A sus mentes brillantes, deberíamos agregarles corazones fuertes, capaces de cambiar muchas cosas en este mundo. Mentes formadas por maestros y corazones moldeados por poetas.
Seres capaces de escuchar los mensajes que yacen escondidos debajo de todas las melodías.
JR
A mi padre.