Cada vida es una historia y el talento reside en saber cómo contarla.Y de eso viven los cineastas y los escritores desde hace siglos.
El secreto está en saber cómo y qué contar de cada vida, pero de todos los detalles, lo mágico son siempre las coincidencias.
Las casualidades de nuestra vida son las que le dan ese toque de magia; el encuentro con el amor, con el amigo, con la vocación o con la salvación.
Hay instantes que marcaron nuestra vida y son esas co-incidencias, esos sucesos simultáneos y casuales que al suceder cambiaron nuestra realidad presente.
Cuántas veces hemos oído las historias de amor de nuestros amigos; esas casualidades que provocaron los encuentros más diversos y también los más románticos.
No es de extrañar que cuántas mas casualidades hayan sucedido en una historia, más mágica ésta se vuelva.
Y son las casualidades de una historia lo que la hacen inolvidable.
La tragedia no es otra cosa que la ausencia de coincidencia, esa magia que no apareció a tiempo para salvarnos y que nos dejó solos en la desgracia de un destino cruel, por falta de la presencia o de la ayuda de otro.
Todas las historias tristes son aquellas en donde nadie te salva, en donde no aparece el transeúnte casual que nos socorre de un ataque callejero, ni el alma caritativa que nos da una oportunidad cuando nos sentíamos perdidos.
Son las coincidencias las que nos salvan y las que le dan un nuevo sentido y un nuevo rumbo a nuestra vida.
Y esa co- incidencia siempre requiere de alguien más, como si para la magia y para la salvación no nos bastásemos solos.
La belleza de una vida exige la cooperación, necesita de la coincidencia que despierta la posibilidad, la oportunidad y la magia en el otro.
Creamos belleza en tanto logramos conectar y coincidir con otros. Porque somos simultáneamente cuenco que recibe y chispa que enciende.
No hay belleza en una vida sin coincidencias, sin esas casualidades que nos despiertan, nos encuentran y nos salvan. Ni sin esas coincidencias que despiertan, encuentran y salvan a otros.
No hay belleza en una vida sin un poco de cooperación, sin la presencia de un otro.
Ni nuestros triunfos, ni nuestras historias nos pertenecen del todo. Porque nuestra historia nunca es sólo nuestra.
JR