“Infectado Acomplejado”

De todas las aleatoriedades que presenta la vida, la salud es sin duda la más impredecible de todas.

Uno puede ir por la vida presumiendo de que es muy sano, hasta que te detectan una enfermedad incurable.

Por lo cual, no es bueno colgarnos aquellos méritos que no nos son propios.

Muere antes el sano de la picadura de un mosquito que el enfermo de cancer terminal, porque gozar de una buena salud no es garantía de vida.

La enfermedad nunca es merecida; toca a cualquiera y en cualquier momento y sentirse superior a los demás por estar sano o por no haberse contagiado de algún virus, es una de las vanidades más ridículas de las que pueda presumir un ser humano.

Lo bueno de esta pandemia es que nos ha ayudado a descubrirnos el carácter.

Los valientes y los cobardes se han puesto en evidencia, los solidarios y los miserables, los cuidadosos y los traicioneros y los juzgones; esos que quemarían sin dudar en la hoguera a quien se baje un poco la mascarilla.

Luego nos extrañamos de aquellas épocas de barbarie en donde se quemaban a las brujas de Salem y nos preguntamos … cómo se podía ser tan cobarde y tan cruel con los demás…Lo seguimos siendo señores, sólo han cambiado las ropas y el skyline de las ciudades.

Cuando mi familia y yo pasamos el coronavirus sin ninguna complicación más que las molestias típicas de una gripe fuerte con tos, mis amistades me recomendaban no contarlo a nadie, para no ser estigmatizado.

Yo sin embargo, lo iba contando a todo el mundo, porque creía que la Edad Media ya había sido superada y porque siempre consideré que haber pasado una enfermedad podía conllevar un aporte de data valioso para cualquier otra persona, en vez de significar una vergüenza para mi.

Siempre admiré a los supervivientes de cancer y de todas esas duras patologías, que luchan con ímpetu y con dignidad y a quienes miro con admiración y respeto y de quienes siento que tengo mucho para aprender.

Pero parece que hay ciertas enfermedades que deberían darnos más vergüenza que otras. O contarse únicamente cuando ya no es posible seguir ocultándolas.

Es muy común que la gente esconda la dolencia, mientras va presumiendo sin pudor de su prepotencia y es que somos así, solemos equivocar mucho las vergüenzas.

Cuando observamos los alarmantes datos de los contagios por coronavirus en el mundo nos llama mucho la atención de que nadie conocido lo haya pasado. ¿Adónde están todos los contagiados?

Según mis amistades, están todos escondidos para no ser estigmatizados.

Pasa lo mismo que en las elecciones de 2016 en los Estados Unidos cuando ganó Trump sin que nadie confesara haberlo votado.

Y es que así funciona la condena a la estigmatizacion y el miedo que genera es igual en todos lados.

También están aquellos que alardean de que sus mentes fuertes les previenen de cualquier clase de enfermedad. «Las mentes fuertes somos immunes» me dijo un amigo hace unos días, ahora, lo malo de la locura es que no hay forma de auto percibirla, sino que siempre te la terminan detectando los demás.

Hay orgullos que matan y con la salud la mejor actitud es siempre la humildad, porque ella no discrimina a nadie y mucho menos a los sanos.

Y así van escondiéndose los millones y millones de infectados acomplejados, cómplices de la locura colectiva, en este mundo tan verde y solidario con el lejano y tan cruel y despiadado con el vecino.

Se comportan como si el coronavirus fuese una enfermedad crónica y eterna que no se cura nunca, contagiosa, vergonzosa y digna de estigma.

Como sospechaba, han cambiado las catedrales, pero la actitud medieval sigue siendo viral.

JR

“La peligrosidad de Vivir”

Durante estos tiempos de virus y de una prolongada y masificada campaña del miedo, muchos han confirmado su sospecha de que evidentemente, vivir era muy peligroso.

He notado últimamente, que toda la gente aprehensiva y temerosa que conozco, habita estos tiempos con la moral mucho más alta. Y no es otra cosa que la sensación de complacencia que otorga la confirmación de la propia sospecha.

-«Yo lo sabia…» parecen murmurar entre dientes, presumiendo de que por fin, sus vidas llenas de miedos, de fobias y de alergias, no sólo estaban justificadas, sino que ahora son trending topic global.

Lo sorprendente de esta pandemia no es que nos haya hecho valorar lo que teníamos antes, como dicen algunos, sino que nos haya inducido tan rápidamente hacia un pánico colectivo e irracional y hacia un aislamiento voluntario y patológico.

Siempre observé a mi alrededor vidas llenas de vida y vidas llenas de nada. Y curiosamente, los seres más aprehensivos y temerosos en esta pandemia son aquellos que tenían vidas llenas de nada.

Los otros, siguen viviendo sin miedo, por lo cual, sospecho que la nada tiende a querer prolongarse indefinidamente en el tiempo, se cuida y se cultiva como si fuese valiosa.

La nada y el miedo se atraen y se potencian mutuamente y donde hay miedo no crece nunca nada.

Hace unos años, una amiga mía decidió estudiar para ser científica. A los pocos meses le pregunté cómo iba la carrera y me respondió que cuanto más estudiaba, más miedo a todo tenía.

«Que estemos vivos es un verdadero milagro» me decía, conociendo ya en profundidad, todos los ataques de agentes externos a los que un ser vivo está expuesto a cada instante.

Mi amiga no ha salido de su casa desde Marzo del 2020 y sigue aún, voluntariamente encerrada allí.

Por lo cual, no sé si será una buena científica o no, pero definitivamente el saber la ha conducido a una académica locura.

Muchos aseguran que para vivir intensamente hay que estar un poco loco, pero cuando veo a los encerrados, me pregunto si dejar de vivir en vida, no es en realidad la verdadera locura.

El trasfondo de la paranoia actual está en que hemos borrado a la muerte de nuestra agenda mental.

Nos hemos olvidado de que estamos en esta vida para vivir y para morir. Y si no es hoy, será mañana, pero es inevitable.

Que un chico de 20 años piense en la muerte es raro, pero que una persona de más de 80 años no lo haga, es patológico.

Un mundo en donde los viejos se sorprenden y se horrorizan ante la probabilidad de morir, es señal de que la muerte se ha eliminado hasta niveles alarmantes.

Pero existe una única cosa que podemos evitar y eso es el vivir muertos, podemos evitar desaprovechar la única oportunidad que tenemos de estar vivos, antes de que los presagios de mi amiga la científica acaben para siempre con nosotros.

Vivir siempre fue peligroso, pero no atreverse a hacerlo es una verdadera locura.

JR