«Podríamos decir que al educar estamos repartiendo ojos, porque la Educación será la mirada con la que un ser humano abordará a su entorno y a sus semejantes». JR

Cuando observo con qué rapidez cambia el mundo en todos los aspectos, me asombro viendo cómo el ser humano va cambiando también con él.
Me pregunto si es el mundo el que ha cambiado, o si ha sido una mirada diferente sobre las mismas cosas, la que ha cambiado al mundo.
Reflexiono sin cesar sobre la importancia que ejerce la educación en nuestros hijos y en cómo ésta es también un arma de doble filo.
La educación adquiere una importancia crucial y a la vez particular en cada cultura porque es la encargada de moldear la mirada con la que las personas de un determinado ámbito mirarán al mundo.
Este es el punto en donde se vuelve imprescindible decidir qué clase de educación daremos, de acuerdo al tipo de persona que querramos motivar.
Si pensáramos sobre aquello que estamos dando al educar, tomaríamos más conciencia sobre cómo lo estamos haciendo y de la gran responsabilidad que hay detrás de la Educación.
Se podría decir que al educar estamos repartiendo ojos, porque la Educación será la mirada con la que un ser humano abordará a su entorno y a sus semejantes. Será la forma en la que el hombre se desenvolverá ante la adversidad y la diversidad y también la actitud que adoptará frente a todo lo nuevo que irá encontrando en los distintos ámbitos de su vida.
Una educación basada en creencias rígidas y llena de prejuicios, será sin duda un camino lleno de obstáculos para cualquier individuo que tenga que relacionarse con un mundo global y cambiante como éste y se convertirá seguramente en un camino marcado por el conflicto.
Dicen que nos pasamos media vida intentando aprender cosas y la otra mitad intentando desaprenderlas; como si una gran parte de las cosas que aprendiésemos fueran en realidad basura.
Y con el tiempo, intentamos deshacernos de todo aquello que nos limita y que nos bloquea haciéndonos fracasar, en vez de habernos servido para vivir una vida plena.
Desprogramar una mente lleva mucho mas tiempo que programarla porque hay cosas que calan tan hondo, que se vuelven hábito en nosotros, dejándonos ciegos frente a una realidad que ha cambiado desde aquel primer aprendizaje.
Todos sabemos que hay pocas cosas mas difíciles en la vida que deshacernos de los malos hábitos, porque son aquellas costumbres que el cuerpo y la mente hacen suyas a fuerza de repetición y que se vuelven mecánicas. Conductas que poco a poco empiezan a prescindir de nuestra voluntad y pasan a regir nuestra vida.
Un mal hábito es el fruto de muchos años de repetición y esto mismo sucede con los pensamientos y los prejuicios. Quizás por eso nos resulte tan difícil desaprender aquello que tantas veces hemos repetido, sin detenernos a pensar.
Los patrones adquiridos con la educación generan una forma estructurada de mirar, convirtiendo a los distintos tipos de educación en una lente específica a través de la cual se enseña a ver de un color particular a una existencia, que está llena de colores distintos.
La educación no sirve sólo para aportar conocimientos técnicos e información, sino que actúa como un moldeador de nuestra manera de ver todas las cosas de una determinada forma.
Sin embargo, la mirada que nos aporta la educación es fundamental para poder desenvolvernos en nuestra cultura y construir nuestro propio mundo, pero cuánto mas amplia sea esa forma de mirar, mejor podremos hacerlo.
Me asusta ver como en muchas ocasiones la Educación sirve para enturbiar miradas, en vez de ser usada como un generador de inteligencia.
Cuántas veces confundimos a la transmisión de creencias con educación y coartamos en los niños y en los jóvenes su capacidad de duda y de descubrimiento, dándoles supersticiones, como si fuesen verdades absolutas e irrevocables.
Cuántas veces tergiversamos a la religiosidad con el sectarismo, cultivando en los niños prejuicios hacia lo diferente, que despiertan un sentimiento de superioridad frente a quien no pertenece a su grupo, en vez de darles la oportunidad de conocer a las distintas culturas, además de la propia, sus escrituras, su historia, su contexto y su época, permitiéndoles reflexionar también sobre la caducidad de todas las normas antiguas y caducas que estas culturas profesan aún en la actualidad.
Debemos generar en los jóvenes a través del conocimiento y de la información de la que disponemos hoy, la capacidad de detectar las distintas formas con las que antiguamente se manipulaba, se regía y se protegía a los pueblos primitivos de los peligros existentes y a las que hoy se necesita urgentemente erradicar.
¿Poseemos acaso la valentía suficiente como para reconocer ante nuestros niños y jóvenes que no estamos seguros de la utilidad de muchas de las cosas que hemos aprendido y de que sería útil repensarlas juntos?
¿O seguiremos perpetuando y heredando la incoherencia a las generaciones futuras?
¿Les estamos enseñando que nosotros también estamos dispuestos a dudar y a seguir buscando, aunque seamos ya mayores? ¿Les mostramos alguna vez que nuestras mentes siguen vivas y que nuestros corazones están aún despiertos como los suyos?
Sería prudente enseñarles a los niños que todos los sabios fueron siempre personas humildes, ya que sólo quien es consciente de su propia ignorancia es capaz de descubrir algo nuevo.
El erudito no es aquel que descubre, sino el que repite aquello que otros han descubierto.
El inmovilismo del profesor y el prestigio del erudito se debían a que antiguamente la distancia entre un descubrimiento y otro era tan grande, que un profesor podía enseñar lo mismo durante toda su vida, sin que su veracidad estuviera jamás en duda.
Pero hoy los eruditos ya no son necesarios porque los cambios son tan veloces y la información sobre los nuevos avances llega tan rápido. que aquello que ayer era cierto, hoy ya es viejo.
Por eso es que los antiguos sistemas basados exclusivamente en la memoria (alumno loro), han dejado ya de ser útiles y el aprender a pensar y a repensar lo pensado, se ha vuelto urgente.
Debemos también enseñar a imaginar aquello que vendrá. Aquello que aún no conocemos y que sólo una inteligencia despierta será capaz de descifrar. Los alumnos necesitan a gente que los ayude a pensar por sí mismos y a desarrollar su inteligencia creativa para encontrar formas diferentes de ver las mismas cosas y poder convertirlas mañana en algo distinto.
Necesitamos a gente humilde, sabia y buscadora, que contagie estas virtudes a sus alumnos.
Deberíamos dejar de condenar a la duda y comenzar a incentivar esta capacidad, tan necesaria para cualquier tipo de evolución, tanto científica como humana.
¿Estamos confundiendo acaso los términos «instrucción» con «educación»?
La instrucción es aquella formación que moldea a personas según un patrón, convirtiendo al proceso educativo en una gran fábrica de mentes iguales, concebidas para funcionar de una manera determinada, sin dejar lugar para la originalidad.
¿No son acaso los jóvenes esas personas destinadas a aportar una mirada nueva, dotada de nuevas inquietudes y de nuevas soluciones?
La ciencia nos ha demostrado todo lo que ha sido capaz de alcanzar dudando de todo. Los progresos están a la vista y los avances son la prueba perfecta de que toda observación desde un lugar diferente, siempre ha aportado nuevas soluciones a los problemas de este mundo.
Sentir que estamos educando la mirada de los nuevos ojos que tendrá el mundo, debería de ser suficiente para despertar a las conciencias dormidas de los educadores: padres y profesores, porque no hay nadie que quede fuera de esta gran responsabilidad.
Es hora de hacernos responsables de la manera en que queremos que estos nuevos ojos miren al mundo y de buscar la manera de motivarlos.
Necesitamos miradas educadas en la inteligencia, en la justicia, en la diversidad, en la tolerancia y en la valentía, que sean capaces de construir puentes, en vez de seguir perpetuando barreras.
Ya no hay fronteras para aprender ni para desaprender, sólo el tiempo nos limita; pero si al irnos hemos sido capaces de dejar en este mundo a una sóla mirada libre, habremos logrado trascender también la limitación del tiempo.
JR