«La Cura para el Racismo»

«No es a través de la negación o de la lucha como se transforma este vicio, sino a través de la comprensión de que aunque se muestre como un separador, este vicio nos une a todos» JR

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La lucha contra aquello que es natural en el ser humano termina generalmente siendo una lucha autodestructiva, además de resultar inútil.  Es por eso, que la batalla contra el racismo es igual a aquella que libraba Don Quijote de la Mancha contra los molinos de viento.

Todos somos racistas, si consideramos al racismo como a esa tendencia innata a sentirse superior en algún sentido a otro ser humano y que no se limita únicamente al color de la piel, sino que abarca todas esas separaciones que representan una condición de desigualdad.

Somos racistas aunque nos neguemos a confesarlo en voz alta y nuestro racismo se manifiesta de muchas formas distintas; sientiéndonos superiores al otro a nivel cultural, en apariencia, en estatus social o a nivel económico.

Sin embargo, existen algunos casos en los que el racismo se vuelve casi imperceptible y esto se presenta en aquellos individuos que se autodenominan «no racistas», pero que con esta afirmación tan políticamente correcta, sólo consiguen demostrar que se sienten por encima de los demás a nivel moral.

Este tipo de “racismo moral” no tiene tanto que ver con la sensación de superioridad en cuanto a la forma física, el lugar de procedencia o el nivel intelectual o económico de otro individuo, sino que constituye una forma de racismo que es aún mas peligrosa que cualquiera de sus otras manifestaciones, porque no resulta evidente ni identificable a primera vista para sus víctimas y ni siquiera es reconocida racionalmente por el propio individuo que la padece.

No es extraño también encontrar racismo entre poblaciones de individuos semejantes, a las que desde fuera percibimos como iguales. Al adentrarnos en ellas sin embargo, percibimos que esas poblaciones a las que creíamos homogéneas, también están divididas en muchos grupos rivales, que luchan entre sí por una supremacia social, económica, moral o espiritual. Por lo que la raza común, tampoco es garantía de la ausencia de racismo.

Nadie escapa del racismo aunque lo intente y es importante poder identificar nuestra forma particular de racismo, no sólo para manternenos alerta de aquellas manifestaciones que pudieran resultar dolorosas para el otro, sino también para percatarnos de que siempre habrá alguien en el mundo que también siente racismo hacia nosotros; ya sea por nuestro aspecto, nuestro lugar de procedencia, nuestra edad, nuestro nivel intelectual, nuestra formación o nuestras costumbres. Y  generalmente es sólo cuestión de poner un pie fuera de nuestras fronteras para comprobarlo.

No hay mejor cura para este vicio tan común, que un viaje hacia otras culturas; para experimentar la sensación de ser también uno, el objetivo del racismo.

La experiencia es necesaria y debería de ser obligatoria para que todo ser humano tuviese el privilegio de comprobar, no sólo aquellas sensaciones que provoca el vicio en su objetivo, sino también para confirmar que el vicio es común en todos, aunque nos creamos con derecho a considerarlo sólo nuestro.

Nadie escapa a la sensación de sentirse por encima de otro en algún sentido y lo mas importante a recordar, es que siempre habrá otro ser humano que a su vez nos considera a nosotros por debajo de su zapato.

Seamos racistas sin hacer de ello un tabú o un defecto exclusivo de los demás y tomemos conciencia de que el ser humano no es original, ni siquiera en sus vicios. 

Esto quizás nos calme y hasta podamos reflexionar sobre el hecho de que nunca y bajo ninguna circunstancia estamos solos, porque existe una igualdad en el Universo que aunque yazca imperceptible, permanece siempre presente.

JR

«Sólo la comprensión del fenómeno y la experiencia de un vicio en sus dos polaridades, pueden transformarlo en virtud. JR

«La Demonización de la Valentía»

«Los pueblos se han cansado de los santos con sus discursos buenistas, que ofrecen siempre la otra mejilla del pueblo y que apuestan por una tolerancia pagada con sus impuestos. En cambio, hoy buscan silenciosamente a un demonio valiente que les saque de su miseria.» JR

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Se podrán decir muchas cosas de Trump, pero no podemos decir que no es valiente. Irreverente en sus formas sin duda y expuesto a la manipulación de los medios de comunicación, que le odian sin tapujos ni piedad, manipulando sus propuestas y sus decretos, método que utilizan para mostrarle su desaprobación; propagando mentiras, tergiversando la información, e impulsando la reacción de aquellos colectivos violentos, que sólo necesitan de un pequeño empujón para salir a la calle a destilar todo su resentimiento, al que contradictoriamente llaman amor, derecho, libertad, pacifismo o feminismo.

Impresiona que alguien mas parecido al Demonio que a Dios, haya llegado al poder en la Casa Blanca, con poco gasto en presupuestos de campaña y con el apoyo de una gran parte de la población, que a pesar del acoso mediático, no se ha dejado intimidar por los apocalípticos vaticinios que éstos realizaron sobre él, ni se han dejado amedrentar por las condenas morales de los artistas mas famosos de Hollywood.

Trump encontró que el puesto angelical en su país estaba ya ocupado por Obama y lejos de intentar competir contra el santo premio Nobel de la paz, buscó un equilibrio. Quedaba sólo una vacante y él no dudó en ocuparla para tomar el lugar del Demonio.

Ganó contra toda profecía y esto refleja que los pueblos hoy se han cansado de los santos con sus discursos buenistas, que ofrecen siempre la otra mejilla del pueblo y que apuestan por una tolerancia pagada con sus impuestos.

He intentado observar hace poco a los Estados Unidos con los ojos de un turista, (alguien sin ningún apego y sin ninguna conveniencia, mas que la de pasar allí unas confortables vacaciones), y  he notado con espanto, cómo muchos latinos y mucha de la población afroamericana y musulmana avanza con derechos y a los gritos, mientras los americanos permanecen al costado, con sus buenas maneras y mirando respetuosos y callados.

Callados y educados como son, esclavos del método y del orden al que muchos critican, pero que les ha convertido en la primer potencia mundial, aunque a muchos ésto les provoque una envidia espantosa.

Ese pueblo americano, acorralado por las exigencias y los costes del inmigrante avasallador, exigió con su voto un poco de respeto a sus costumbres, a sus valores y también porque no, a su orden, a su método y a su silencio. Tuvieron una campaña económica, votaron en silencio, ganaron sin grandes aspavientos y trabajarán duro sin duda para hacerse oír.

Hay veces en que el abuso del santo es quien provoca la aparición del demonio, que es reclamado por el pueblo sometido para equilibrar un poco la balanza de la tolerancia.

Sabiéndome un turista también en el espacio religioso, no suelo temer mas a los demonios de lo que temo a los santos, quizás porque mi tiempo en este viaje me ha demostrado el daño que son capaces de hacer cualquiera de los dos.

Hay ángeles que con su piel de cordero resultan ser muy dañinos y demonios que a pesar de su tridente resultan ser muy valientes.

JR

«Cowboys and Angels»

«Hay un tiempo para ser cowboys y otro para ser ángeles, pero los dos son igual de necesarios para la libertad» JR 

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La vida no es toda sueño como afirmaba Calderón de la Barca, ni toda lucha como propone Mahoma, sino una sabia combinación entre los dos. Pero resulta complicado saber cuando alternar entre una cosa y la otra.

Todos los pueblos que viven hoy en libertad tuvieron un tiempo para soñar y otro para luchar, porque el sueño no se alimenta sólo de sueño, sino de trabajo duro.

Las luchas históricas de los pueblos por su libertad, las encontramos en todos los libros, en donde se nos permite comprender cómo aquellas libertades a las que algunos consideran una suerte, fueron en realidad el resultado de un proceso trabajoso. 

La libertad no se consigue por decreto ni por subsidio, sino con el trabajo de un pueblo que después de luchar por ella, aprende el valor que tiene aquello que ha conseguido, con tanto dolor y con tanta muerte y se empeña en mantenerlo.

Las nuevas generaciones creen que la libertad es una suerte o un derecho que algunos tienen y que a otros se les mezquina. Y no están equivocados en tener esta sospecha, ya que la libertad o la esclavitud llegan a ti, como una más de todas aquellas herencias genéticas que recibes, algo que tienes o te falta, dependiendo del hacer de aquellos que te la heredaron.

Pero el problema aparece cuando nos resistimos a observar qué fue aquello que heredamos y por qué. ¿Es nuestra libertad el producto de un sueño sin lucha?  Seguramente no. Aunque el buenísimo actual crea que la libertad baja en forma de paloma blanca y sólo es cuestión de sentarse a esperar a que alguien más te la provea.

¿Y nuestra esclavitud? ¿No será quizás el resultado de un sueño truncado por haber carecido de una lucha adecuada?

Hay un tiempo para ser cowboys y otro para ser ángeles, pero los dos son igual de necesarios para la libertad.

Aunque es recomendable, que antes de optar por cualquiera de estas opciones, conozcamos la herencia de los muertos que pisamos, para saber cual es el sueño que deberíamos ahora soñar y contra qué deberíamos ahora luchar. Diferenciando a aquellas cosas que no debemos dejar pasar, de aquellas por las que nunca valió la pena haber luchado tanto.

JR

«Esa libertad a las que muchos consideran una suerte, es en realidad el resultado de un proceso trabajoso» JR

«Los Ofendidos»

 

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_»Ofenderse es de hortera» decía mi padre, sosteniendo que esta tendencia a estar siempre ofendiéndose por todo, resultaba ser la actitud de los hombres débiles.

El fue un hombre que transitó por el mundo ajeno al juicio del otro y mientras avanzaba, desprendía un perfume que olía a libertad.

Liberarse de la opinión ajena resulta ser,  no sólo una experiencia relajante, sino además, suele dejar el sitio libre para muchas otras cosas.

La producción aumenta, la mirada se afila y el trabajo creativo se vuelve mucho más original de lo que había sido hasta entonces.

Sin embargo, hoy se ha vuelto muy común presenciar a una gran cantidad de ofendidos a diario. Nos hemos acostumbrado a que la gente haga un uso excesivo de este derecho, que no es otro, que el de sentirse herido por cualquier cosa, un daño que además, les autoriza a la violencia pública y reinvidicativa con cualquier excusa.

Todos salimos siempre en defensa del ofendido porque intentamos unirnos al club de lo que hoy es políticamente correcto, respaldando incondicionalmente al débil u ofendido y alegando que se daña a gente que posee altos niveles de sensibilidad.

La hipersensibilidad actual, lejos de ser una virtud, es ahora una herramienta política. Promueve  la debilidad y en vez de impulsarnos a la fortaleza, que era la actitud de sacudirse el polvo ante cualquier alusión y seguir adelante, promueve el resentimiento, mueve al  escándalo y justifica la venganza.

Ofenderse rápidamente es un vicio que ya tiene nombre y a esta población de seres que presumen de poseer una sensibilidad extrema se les llama : «copo de nieve» Individuos incapaces de aceptar pacíficamente, que no siempre es posible estar dentro del círculo de preferencia del otro. Algo a lo que reaccionan con una violencia descontrolada, pero justificada por todos.

La promoción de la ofensa ha calado hondo en la política, especialmente en la izquierda, porque los políticos han sabido ver en ella a un instrumento eficaz para conseguir más poder; apelando al apoyo buenista de la masa, que respalda sistemáticamente la violencia del ofendido, haciendo uso de una ceguera a la que creen bondad. 

Esto fue evidente en la reacción de gran parte de la población ante la matanza de Charlie Hebdo. Se justificaba la ofensa musulmana ante las caricaturas de Mahoma y se instaba a respetar de ahora en adelante a aquellos que se ofenden fácilmente.

Todos aquellos que tienen por costumbre pensar y denunciar sin complejos los problemas sociales y políticos reales de nuestro entorno, hoy deben ir disculpándose por cada verdad que dicen, (aunque la digan con infinita ternura), porque a cada paso aparecen los ofendidos, esos que siempre se apañan para encontrar el hueco por donde colarles la demanda y obtener un beneficio.

La ofensa es la táctica perfecta para evitar cualquier verdad. Pruébalo. Verás cómo despista y cambia rápidamente el foco.

Practica ofenderte por cualquier verdad que te atañe y te obligue a repensarte,  y automáticamente verás como el responsable pasa a ser el otro.

Aquellos que antes solían hablar, han escarmentado y hoy permanecen callados o haciendo eco del colectivo de los continuos ofendidos, porque la prioridad para todos es seguir «pareciendo buenos», aunque fomentemos con nuestra aprobación  la proliferación de la injusticia y de la violencia. 

Un filósofo me comentó una vez:

_»Desgraciadamente, frente a cada situación yo tengo sólo dos opciones: o ser bueno o ser inteligente. Estas son las dos divisiones básicas que existen en mi vida»

_… «Y mira que he intentado ser bueno de todas las formas posibles, pero la inteligencia nunca me lo ha permitido»_

_»La falsa bondad y la aprobación ajena son dos cosas que se mantienen indefectiblemente unidas, pero las dos han estado siempre muy lejos de mi.»

Sin embargo, yo siempre observé  bondad en su inteligencia, que con una extraña valentía miraba sin recelo la realidad, arriesgándose aún a la soledad más demoledora, mientras los demás seguíamos eligiendo la compañía cobarde que otorga la ceguera. 

JR

 

«Los ofendidos siempre se apañan para encontrar el hueco por donde colarte la ofensa y aprovechar sus beneficios “ JR 

«EDUCAR LA MIRADA»

«Podríamos decir que al educar estamos repartiendo ojos, porque la Educación será la mirada con la que un ser humano abordará a su entorno y a sus semejantes». JR

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Cuando observo con qué rapidez cambia el mundo en todos los aspectos, me asombro viendo cómo el ser humano va cambiando también con él.

Me pregunto si es el mundo el que ha cambiado, o si ha sido una mirada diferente sobre las mismas cosas, la que ha cambiado al mundo.

Reflexiono sin cesar sobre la importancia que ejerce la educación en nuestros hijos y en cómo ésta es también un arma de doble filo.

La educación adquiere una importancia crucial y a la vez particular en cada cultura porque es la encargada de moldear la mirada con la que las personas de un determinado ámbito mirarán al mundo.  

Este es el punto en donde se vuelve imprescindible decidir qué clase de educación daremos, de acuerdo al tipo de persona que querramos motivar.

Si pensáramos sobre aquello que estamos dando al educar, tomaríamos más conciencia sobre cómo lo estamos haciendo y de la gran responsabilidad que hay detrás de la Educación.

Se podría decir que al educar estamos repartiendo ojos, porque la Educación será la mirada con la que un ser humano abordará a su entorno y a sus semejantes. Será la forma en la que el hombre se desenvolverá ante la adversidad y la diversidad y también la actitud que adoptará frente a todo lo nuevo que irá encontrando en los distintos ámbitos de su vida.

Una educación basada en creencias rígidas y llena de prejuicios, será sin duda un camino lleno de obstáculos para cualquier individuo que tenga que relacionarse con un mundo global y cambiante como éste y se convertirá seguramente en un camino marcado por el conflicto.

Dicen que nos pasamos media vida intentando aprender cosas y la otra mitad intentando desaprenderlas; como si una gran parte de las cosas que aprendiésemos fueran en realidad basura.

Y con el tiempo, intentamos deshacernos de todo aquello que nos limita y que nos bloquea haciéndonos fracasar, en vez de habernos servido para vivir una vida plena.

Desprogramar una mente lleva mucho mas tiempo que programarla porque hay cosas que calan tan hondo, que se vuelven hábito en nosotros, dejándonos ciegos frente a una realidad que ha cambiado desde aquel primer aprendizaje.

Todos sabemos que hay pocas cosas mas difíciles en la vida que deshacernos de los malos hábitos, porque son aquellas costumbres que el cuerpo y la mente hacen suyas a fuerza de repetición y que se vuelven mecánicas. Conductas que poco a poco empiezan a prescindir de nuestra voluntad y pasan a regir nuestra vida.

Un mal hábito es el fruto de muchos años de repetición y esto mismo sucede con los pensamientos y los prejuicios. Quizás por eso nos resulte tan difícil desaprender aquello que tantas veces hemos repetido, sin detenernos a pensar.

Los patrones adquiridos con la educación generan una forma estructurada de mirar, convirtiendo a los distintos tipos de educación en una lente específica a través de la cual se enseña a ver de un color particular a una existencia, que está llena de colores distintos.

La educación no sirve sólo para aportar conocimientos técnicos e información, sino que actúa como un moldeador de nuestra manera de ver todas las cosas de una determinada forma.

Sin embargo, la mirada que nos aporta la educación es fundamental para poder desenvolvernos en nuestra cultura y construir nuestro propio mundo, pero cuánto mas amplia sea esa forma de mirar, mejor podremos hacerlo.

Me asusta ver como en muchas ocasiones la Educación sirve para enturbiar miradas, en vez de ser usada como un generador de inteligencia.

Cuántas veces confundimos a la transmisión de creencias con educación y coartamos en los niños y en los jóvenes su capacidad de duda y de descubrimiento, dándoles supersticiones, como si fuesen verdades absolutas e irrevocables.

Cuántas veces tergiversamos a la religiosidad con el sectarismo, cultivando en los niños prejuicios hacia lo diferente, que despiertan un sentimiento de superioridad frente a quien no pertenece a su grupo, en vez de darles la oportunidad de conocer a las distintas culturas, además de la propia, sus escrituras, su historia, su contexto y su época, permitiéndoles reflexionar también sobre la caducidad de todas las normas antiguas y caducas que estas culturas profesan aún en la actualidad.

Debemos generar en los jóvenes a través del conocimiento y de la información de la que disponemos hoy, la capacidad de detectar las distintas formas con las que antiguamente se manipulaba, se regía y se protegía a los pueblos primitivos de los peligros existentes y a las que hoy se necesita urgentemente erradicar.

¿Poseemos acaso la valentía suficiente como para reconocer ante nuestros niños y jóvenes que no estamos seguros de la utilidad de muchas de las cosas que hemos aprendido y de que sería útil repensarlas juntos?

¿O seguiremos perpetuando y heredando la incoherencia a las generaciones futuras?

¿Les estamos enseñando que nosotros también estamos dispuestos a dudar y a seguir buscando, aunque seamos ya mayores? ¿Les mostramos alguna vez que nuestras mentes siguen vivas y que nuestros corazones están aún despiertos como los suyos?

Sería prudente enseñarles a los niños que todos los sabios fueron siempre personas humildes, ya que sólo quien es consciente de su propia ignorancia es capaz de descubrir algo nuevo.

El erudito no es aquel que descubre, sino el que repite aquello que otros han descubierto.

El inmovilismo del profesor y el prestigio del erudito se debían a que antiguamente la distancia entre un descubrimiento y otro era tan grande, que un profesor podía enseñar lo mismo durante toda su vida, sin que su veracidad estuviera jamás en duda.

Pero hoy los eruditos ya no son necesarios porque los cambios son tan veloces y la información sobre los nuevos avances llega tan rápido. que aquello que ayer era cierto, hoy ya es viejo.

Por eso es que los antiguos sistemas basados exclusivamente en la memoria (alumno loro), han dejado ya de ser útiles y el aprender a pensar y a repensar lo pensado, se ha vuelto urgente.

Debemos también enseñar a imaginar aquello que vendrá. Aquello que aún no conocemos y que sólo una inteligencia despierta será capaz de descifrar. Los alumnos necesitan a gente que los ayude a pensar por sí mismos y a desarrollar su  inteligencia creativa para encontrar formas diferentes de ver las mismas cosas y poder convertirlas mañana en algo distinto.

Necesitamos a gente humilde, sabia y buscadora, que contagie estas virtudes a sus alumnos.

Deberíamos dejar de condenar a la duda y comenzar a incentivar esta capacidad, tan necesaria para cualquier tipo de evolución, tanto científica como humana.

¿Estamos confundiendo acaso los términos «instrucción» con «educación»?

La instrucción es aquella formación que moldea a personas según un patrón, convirtiendo al proceso educativo en una gran fábrica de mentes iguales, concebidas para funcionar de una manera determinada, sin dejar lugar para la originalidad.

¿No son acaso los jóvenes esas personas destinadas a aportar una mirada nueva, dotada de nuevas inquietudes y de nuevas soluciones?

La ciencia nos ha demostrado todo lo que ha sido capaz de alcanzar dudando de todo. Los progresos están a la vista y los avances son la prueba perfecta de que toda observación desde un lugar diferente, siempre ha aportado nuevas soluciones a los problemas de este mundo.

Sentir que estamos educando la mirada de los nuevos ojos que tendrá el mundo, debería de ser suficiente para despertar a las conciencias dormidas de los educadores: padres y profesores, porque no hay nadie que quede fuera de esta gran responsabilidad.

Es hora de hacernos responsables de la manera en que queremos que estos nuevos ojos miren al mundo y de buscar la manera de motivarlos.

Necesitamos miradas educadas en la inteligencia, en la justicia, en la diversidad, en la tolerancia y en la valentía, que sean capaces de construir puentes, en vez de seguir perpetuando barreras.

Ya no hay fronteras para aprender ni para desaprender, sólo el tiempo nos limita; pero si al irnos hemos sido capaces de dejar en este mundo a una sóla mirada libre, habremos logrado trascender también la limitación del tiempo.

JR