«Peores son los Buenos»

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De pequeño mi padre me llamaba el abogado de los pobres y de los inocentes, porque era capaz de denunciar la injusticia cometida contra el débil y el pequeño. Odiaba con todo mi ser a aquellos villanos que se sabían malos y que mostraban su malevolencia sin tapujos, hasta hacer que el cuerpo te temblara de rabia.

Hoy sin embargo, me asustan mucho más los buenos, esos que van por la vida pensando bien de aquellos que estafan a otros y que abogan por una pasividad budista, siempre que sea otro quien aguante la tortura.

John Lennon por ejemplo ahora me repugna, con su imaginación estúpida de niño de parvulario, cantada con resaca a las 12 del mediodía desde la cama del cuarto de un hotel, junto a una japonesa que le convenció que acostarse con ella sería suficiente para proclamar la unión de dos mundos distintos.

Odio las velas y los lazos negros digitales, tan sencillos y que cuestan tan poco y sólo basta con apretar un botón para que uno se sienta misericordioso.

Es tan fácil ser bueno y además está de moda. Todos admiran tu entereza y tu capacidad para permanecer neutral ante un dolor insoportable, que es siempre el ajeno. Y se creen tu bondad porque ellos tampoco desconfían de la suya y todos están fingiendo ser lo mismo que tu crees que eres.  

Ser bueno es tan bonito y resulta tan rentable, pero se ha vuelto tan masivo, que asusta tanta coincidencia entre gente que nunca se había puesto de acuerdo en nada.

Y sin embargo, en días como éstos todos entonan sorprendentemente al unísono el «Let it be».

Let it be, Let it be, mientras le toque morir a otro.

Let it be porque es gratificante dejar pasar, perdonar al asesino ajeno y de paso sentirse un santo.

Let it be porque no soy yo, ni es ninguno de los mios,

Let it be y me cago en John Lennon porque nunca me imaginé que los peores fueran los buenos.

JR

«Los Escondites de la Libertad»

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Hace unos días visité la maravillosa ciudad de Copenhague con sus canales, su historia, su diseño, sus parques, sus museos, sus bicicletas y su progreso.

Me recomendaron también visitar «Christiania»; una zona que se encuentra dentro de la ciudad y en donde según me comentaron la gente vivía de forma diferente y libre.

Me interesó muchísimo la sugerencia y me dirigí con entusiasmo a presenciar ese fenómeno idílico, pero para mi sorpresa me encontré con un espacio sucio, parado en el tiempo y lleno de gente de mirada extraña y drogadicta. Quise tomar algunas fotos de los coloridos grafitis que me gustaron mucho y que estaban por todas partes, pero dos hombres vestidos de negro que parecían ser traficantes de droga me lo impidieron. » No foto» dijeron y me hicieron guardar el móvil en el bolsillo.

¿Y la libertad? Me pregunté. ¿Adonde quedó la libertad que me prometieron? ¿Es aquí en donde se vive en libertad?

Mis hijos que estaban conmigo ese día y que suelen andar siempre lo suficientemente lejos de mi, como para poder ver las cosas desde su propia persepectiva, se me pegaron a los dos costados con mucho miedo – «Vámonos de aquí»- me dijeron, «volvamos a la esclavitud enseguida.» 

Dimos la vuelta rápidamente y nos dirigimos hacia la salida. En el reverso del cartel que nos había anunciado  la entrada a «Christiania» figuraba la salvadora frase de despedida » You are now entering the EU»

Y así, caminando rápido y todos de la mano, sin control de pasaportes ni de visados, volvimos desesperados a la esclavitud de la preciosa Dinamarca; con sus bicicletas, su diseño, su amabilidad y su progreso.

JR

» Lo curioso de la libertad es que siempre se esconde en donde menos te la esperas» JR

 

 

«La Carencia en el Cuerpo»

Algunas de nuestras problemáticas  actuales son la corrupción y la pobreza que ésta desencadena; y en temas de salud son la obesidad y la anorexia. Pero todas ellas se deben a un vicio común y exclusivamente humano que es la avaricia.

No existen animales libres obesos, anorexicos o corruptos ya que todos toman únicamente aquello que necesitan.

El hombre sin embargo es la excepción a la mesura natural y para luchar contra su tendencia a la avaricia ha tenido que erigir principios y valores morales y religiosos que le contienen de su inevitable tendencia al exceso y a su eventual autodestrucción.

Ningún otro ser vivo necesita leyes, mandamientos o advertencias en temas de salud para mantenerse en equilibrio, pero para el hombre estas normativas resultan fundamentales para su supervivencia como especie.

Si se lo deja suelto es capaz de destruirlo todo e incluso a si mismo. Y a pesar de diferenciarse de todos los demás elementos de la creación por su inteligencia, en ocasiones parece ser el verdadero animal salvaje que habita esta tierra.

La insaciabilidad del hombre no sólo se manifiesta en cuestiones alimenticias, sino en muchos otros aspectos y en múltiples adicciones que surgen año tras año con cada nuevo elemento disponible.

La avaricia esconde el temor de no tener disponible el día de mañana aquello que se acopia. Y refleja a  hombres sin fe, porque en ellos se expone la falta de confianza en la providencia. 

Esta falta de fe es contraria a la confianza que posee la naturaleza, esa que nos intentaba explicar aquel místico oso Balu en el «Libro de la Selva» cuando nos cantaba aquel inolvidable …»busca lo más vital nomas, lo que has de necesitar nomas y olvídate de la preocupación…»

Muchos psicólogos relacionan al alimento del cuerpo con el alimento del alma y consideran a la relación con la comida en sus dos extremos; (tanto a la escasez auto impuesta de la anorexia como a la sobrealimentación de la obesidad); como a dos maneras de sustituir al amor que nos falta. ¿Quién no ha visto esas películas americanas en donde el desamor se curaba comiendo helado, o no ha leído que en realidad la anorexia esconde un hambre voraz por ser aceptado y amado? ¿ Y no es acaso ese el mismo deseo de aquel que anhela el éxito y la riqueza?

Ante cualquier tendencia al exceso es recomendable enfocarnos en la carencia que ésta esconde, porque generalmente es allí en donde se agazapa el verdadero motivo y se esconde la única solución para todas nuestras adicciones.

Mientras ignoremos cuál es nuestra verdadera carencia expondremos inevitablemente nuestra falta en el cuerpo desnutrido, o en el cuerpo sobrealimentado a base del alimento equivocado.

 

JR

» El amor es el sustantivo abstracto de los poetas, el verbo de los devotos y de los farsantes y la acción silenciosa de aquellos que lo reconocen como al único alimento insustituible» JR