» GRANEROS y PARQUES»

image

«Allí donde fueres, haz lo que vieres» recitaba mi abuela, hablando de adaptarse a lo diferente.

Aquella generación conocia de inmigración, de guerras, de hambre y de huidas.

Sabian de países que fueron alguna vez los» graneros del mundo» y acogían a los expatriados.

Los recibían, los hospedaban, les hacían un sitio, y los adoptaban para siempre. Y esto sigue sucediendo.

En 2014 , se han acogido a mas de cinco millones de refugiados por guerras.

Y lo que no generan las guerras, lo hacen las crisis económicas, que también expulsan a la gente a encontrar nuevos rumbos, nuevos comienzos y oportunidades.

Anoche hablabamos del valor del agradecimiento.

De ese sentimiento especial que nos une para siempre, a aquel que nos tendio una mano y nos hizo un lugar.

Hablábamos de como adaptarse, y de como se llega a un lugar con las manos y el corazón abiertos.

Emigrar me enseño muchas cosas, pero la mas profunda fue la humildad, el respeto y la admiración hacia quien te acoge.

Escribia Mario Puzo, «el tiempo hace estragos en la gratitud, mas que en la belleza»

Ojala los agradecidos nunca dejen de serlo, y los ayudados nunca pierdan la memoria.

Recuerdo mis charlas con Anna, una anciana polaca que compartía salón con mi abuela en una residencia de ancianos en Belgrano hace ya muchos años.

Jamás olvide su relato de como llegó en barco al puerto de Buenos Aires, sin familia, sin conocer el idioma, solo con lo puesto.

Me contaba que los que llegaban solos, se juntaban en los parques y creaban pequeñas familias , que decidian agruparse ,adoptarse y protegerse para siempre.

Asi fue como encontró a 2 chicas que venian de otros paises, y se convirtieron en sus hermanas. Mas tarde también incluyeron a un hermano mayor.

Siempre me conmovió la desesperación, que busca al otro, para seguir adelante. Esa necesidad de proteger y de sentirse protegido.

Con el tiempo, yo también encontré ese parque del que Anna hablaba.

Los niños y las bicis eran la excusa para llegar puntual cada tarde, y así compartir risas, preocupaciones y anécdotas cotidianas.

Y así pasaban las tardes, los meses, los años, y sin saberlo, yo también había formado mi pequeña familia en Barcelona.

Comprendí la necesidad de afecto que genera la distancia y la magia que tienen los parques.

«Donde fueres haz lo que vieres» recitaba mi abuela, hablando de adaptarse a lo diferente.

Pero yo me pregunto…. ¿es que acaso somos tan diferentes?

J Rueda

A mi familia de Torreblanca.