“La nueva Fábrica de terroristas”

El desastre de Afganistán no es sólo una demostración de la incompetencia de la izquierda radical que gobierna estos tiempos a los Estados Unidos, sino un riesgo para el mundo entero.

Muchos alegan que esta guerra era una guerra demasiado larga y demasiado ajena y que ya era hora de abandonar la protección y la ayuda al pueblo afgano; pero no comprenden que la base militar americana en Afganistán, era la barrera para proteger a Occidente del terrorismo islamico y garantizarle al pueblo afgano un poco de estabilidad, seguridad y algo de progreso.

La incapacidad de Biden ya se ha demostrado con creces en estos siete meses que lleva de incompetencia en el gobierno de los Estados Unidos; pero tanta incompetencia y tan mal hacer, resultan sospechosos.

¿Existe detrás de esta rendición innecesaria y desorganizada un acuerdo? ¿Existe la posibilidad de que detrás de este escándalo se esconda la excusa para desestimar al viejo Biden y hacer que asuma la presidencia Kamala Harris?

¿Existen alianzas secretas entre la extrema izquierda y el terrorismo islamico? Los dos odian a Occidente, se excusan siempre entre ellos y reniegan de todos sus principios, por lo cual, no sería nada descabellado pensar en que haya un acuerdo secreto detrás de este desastre humanitario sin precedentes.

Los errores son tan graves que uno ya descree de que hayan sido casuales. ¿Existe detrás de este episodio nefasto un plan organizado por la administración de Biden?

Mientras el anciano evita las preguntas de los periodistas sobre Afganistán; cambia el tema como es habitual en los políticos de izquierda y se dedica a hablar de su negocio “el green deal”, dejando sólo los últimos minutos para decir las necedades de siempre sobre Afganistán, que por supuesto lee de la pantalla; se niega a contestar preguntas y consulta a su equipo cuando podrá retomar sus vacaciones.

Mientras tanto, los americanos retenidos en Afganistán y los afganos colaboracionistas con los Estados Unidos siguen prisioneros allí y no les dejarán salir, porque los talibanes les necesitan para organizar y manejar la tecnología, la maquinaria y la información que dejaron los americanos en sus instalaciones y por supuesto, para sus habituales extorsiones con rehenes.

Lo más probable es que Afganistán se convierta ahora en una fábrica de terroristas; gente amenazada y torturada que hará lo que sea por preservar su vida y la vida de sus familias.

Y mientras aterrizan en USA y EU los aviones de refugiados con lo mismo de siempre; (pocas mujeres y niños y muchos hombres afganos entre los 20 y 30 años sin documentación ni análisis de antecedentes), se han identificado ya, las conexiones de muchos de ellos con asociaciones terroristas como el ISIS.

Cuando uno observa con atención el procedimiento diseñado por Biden y por su equipo, piensa… ¡todo se ha hecho mal!

¿Pero si por el contrario, toda esta artimaña ha salido tal como esperaban?

Mi abuela siempre rezaba… “Señor protégeme de los tontos, que de los malos me cuido sola”.

Dicen que hace más daño un tonto que un malo; pero en el caso de Biden, se combinaron los dos.

JR

“La Satisfacción del agujero”

Los filósofos contemporáneos hablan sobre la transformación que ha sufrido el “homo politicus” hasta convertirse en “homo psicológicus”.

Esta nueva dimensión traslada el interés por lo colectivo hacia un interés meramente individual.

Cada uno mira por lo suyo, por su bienestar y por su presente. Ya no existe una visión de futuro, en donde quepa el esfuerzo o el sacrificio del presente, en pos del mejoramiento de lo colectivo, sino todo lo contrario.

Se reduce a su máxima expresión el afuera para poder amplificar así, desmesuradamente el adentro.

Lamentablemente, muchos de los que en estos tiempos individualistas profesan causas colectivas, suelen usarlas únicamente como estrategia de negocio, campaña política o como parte de una inclusión social o adherencia a la moda actual, parándose siempre estratégicamente del lado de lo políticamente correcto.

Defender la ecología, abogar por los derechos humanos, condenar el racismo a cada segundo o defender la libertad sexual, son causas políticamente correctas, pero que conviven con la total indiferencia hacia todo lo demás.

La hipersensibilidad contemporánea convive con la indiferencia más radical, como si fuesen la misma cara de una moneda y el hipersensible es igual o más fanático que el indiferente. Y suelen ser las dos caras de una misma persona. Hipersensible para algunas cosas e hiper indiferente para otras.

Las causas han dejado de ser una finalidad, para convertirse en un escalón hacia otro objetivo, que suele ser: la popularidad, el dinero, el like y la aceptación de determinados ámbitos o círculos sociales, políticos o económicos.

La causa ha pasado de ser finalidad, para convertirse en un medio.

En conclusión, pocos son los que realmente creen en una causa y menos aún, los que viven de acuerdo a ella.

El individualismo contemporáneo hace que el individuo pase del interés hacia el afuera del homo politicus, a una mirada exclusiva hacia su ombligo, que le impide cualquier interés real por otra cosa, que no sea él mismo.

La dieta, la salud, el cuerpo, su bienestar y su mejoramiento personal constante, son la agenda del sujeto contemporáneo, que con una mano levanta la pancarta de protesta y con la otra, se hace un selfie para compartir su momento “rebelde” en Instagram.

El sujeto se va encerrando dentro de una burbuja en donde la indiferencia hacia todo lo que esté fuera de si mismo crece, abriéndole a su vez, un nuevo universo de hipersensibilidad fingida y promovida por esa misma hiper atención a sí mismo.

Las necesidades fisiológicas individualistas incluyen el control de la glucosa, la tensión, la obsesión por la salud, el peso, la clase de gimnasia, la cita para la revisión médica semanal, el yoga, la compra macrobiótica o el suplemento proteico diario, y la publicación instantánea de cualquier tipo de satisfacción personal en las redes sociales.

Sin todo esto, la vida nos resulta incompleta y uno se siente en deuda con uno mismo; siente que no se está cuidando como se merece o compartiendo lo suficiente.

Las películas de Woody Allen reflejan muy bien el paso hacia este homo psicologicus, que no para de mirarse, medicarse y analizarse y sin embargo, cada vez es más infeliz y tiene más problemas.

El universo interno es insondable y por supuesto muy rentable para todo aquel que se dedique a comercializarlo.

Lo curioso del narcisismo actual es que el Narciso de hoy, vive su vanidad sin ninguna culpa ni conciencia; uno ya no es un desmesurado o un vanidoso, sino solamente un hombre moderno, adaptado a las nuevas normas que nos impone este tiempo basado en el cuidado personal, por sobre todas las demás cosas.

En algunos casos el Narciso suele considerarse una víctima de la imposición social y jamás se considera responsable de nada.

Personalmente, veo a esta época como la oportunidad ideal para vivir con un único objetivo en la vida que no es otro que “la satisfacción de todos los agujeros”.

Pasando además, totalmente desapercibido y como una persona normal, embajadora de su tiempo.

El exceso de cualquier tipo se ha normalizado y a tal punto lo ha hecho, que se ha convertido en un derecho inalienable.

La obsesión por la felicidad de los agujeros incluye la obsesión por la alimentación, las terapias digestivas, las limpiezas de colon rutinarias, la motivación ocular permanente a través de la imagen, redes, fotos, películas, viajes; el auricular permanente, incrustado en una oreja cada vez más sorda, la inhalación terapéutica constante de fragancias motivadoras y de drogas y por supuesto, la tan promovida obsesión por el sexo de toda clase y sabor.

La única lucha revolucionaria que se promueve en esta época es la de mantener a cada agujero activo, entretenido y motivado; cueste lo que cueste, caiga quien caiga y sin importar la edad que tengas. “Disfrutar de todos los excesos y hasta la tumba” es el legado que dejamos .

Este ser psicologicus, que ha normalizado varios tipos de locura, vive su día a día con una sola pregunta, que se hace a sí mismo a cada momento: ¿Soy feliz? ¿Soy feliz? ¿Soy feliz?

Curiosamente, en una época en donde se prioriza al extremo la felicidad personal, los arquitectos ingenian edificaciones con barandillas y máxima seguridad para evitar que la juventud hipersensible se suicide cada semana, lanzándose desde sus edificios más emblemáticos.

El presente ha ocupado todo el espacio de un ser que ha cambiado todos los objetivos a largo plazo, por una sensación instantánea.

La hipersensibilidad hacia las causas más ridículas; conviven hoy, con la indiferencia patológica hacia todo su entorno.

El narciso hipersensible de hoy, se niega en rotundo a jugar al ajedrez por considerarlo un juego de clases, racista y sexista, pero a la vez, defiende a ultranza que los talibanes recuperen su tierra e impongan la sharia.

Y mientras se conoce a la perfección la cantidad de carbohidratos y demás componentes químicos que consume con cada bocado, es incapaz de ubicar a Afganistán en un mapa.

Por eso en esta época de narcisos hiper conectados e hipersensibilizados, lo mejor es ir con mucho cuidado; descreer de todo lo que profesan y publican en las redes y mirar muy bien cómo estos seres tan selectivamente sensibles e informados, se mueven con aquello que tienen más cerca.

JR

“Indiferencia Mortal”

De todas las expresiones que utilizan los jóvenes, hay una que me preocupa especialmente y es aquella que emplean cuando tienen la oportunidad de elegir una opción. “Da igual” me dicen siempre que les incito a elegir entre dos cosas.

No señor, las cosas no dan siempre igual, uno tiene que saber que elegir es importante; en primer lugar porque son muy pocas aquellas ocasiones en las que se nos permite elegir en la vida, y cuando esas escasas oportunidades aparecen, hay que aprovecharlas.

Sin embargo, las nuevas generaciones están demasiado acostumbradas a ser permanentemente consultadas.

Muchos padres toleran desde la infancia una tiranía en donde es el niño quien decide y marca el ritmo en casi todos los ámbitos. Y es que en esta sociedad sólo nos importa que el niño sea feliz. ¿Pero es realmente feliz?

Denoto en las nuevas generaciones una mezcla de indiferencia hacia el mundo que les rodea con sobredosis de opciones, con una obsesión por las causas intangibles, como son el clima, el medioambiente, las intolerancias universales y diversas temáticas sociales que les mantienen siempre en combate y demasiado ocupados en las redes sociales. Les veo demasiado preocupados por la opinión ajena, por los seguidores, los likes y los haters, el bullying y el acoso, mientras sobrexponen su existencia generalmente irrelevante y superficial ante una audiencia universal que los ama y los detesta en público y sin que realmente les importen nada a nadie.

Sospecho que quizás esa multitud de oportunidades disponibles sea lo que les convierte a su vez, en seres un poco abúlicos, faltos de pasión y poco dispuestos para la actividad y para el trabajo.

Deberíamos empezar con analizar este fenómeno contemporáneo occidental que es “la abolición patológica de la necesidad”, para comprender mejor la falta de energía creativa.

Como decía mi abuela “la necesidad es la madre de todas las cosas” por lo tanto, aquel que no necesita, no siente necesidad de moverse.

Aquel que sabe que puede sobrevivir sin tener que mover un dedo, no siente el hormigueo de aquel que es consciente de que si no se moviliza no come.

Esta cultivada y promocionada indiferencia criada a base de derechos y pagas estatales por el sólo hecho de existir, ha fomentado a un individuo exigente, pretensioso, deprimido y dependiente de todo tipo de sustancia o dispositivo que le posibilite la distracción.

“Todo me da igual” en el momento en el que yo dejo de sentir responsabilidad alguna. Yo quedo fuera del juego cuando lo observo desde fuera y no tengo ningún tipo de implicación en él.

Cuando en cambio, asumo que toda decisión que tome me acarreará una responsabilidad por la que debo responder, la cosa cambia.

Uno comienza a mirar con más detalle los contratos y elige sólo aquellos por lo que se encuentra dispuesto a dar la cara y a poner el cuerpo.

Sin embargo, esta indiferencia selectiva no se manifiesta en el ámbito material.

La juventud es exigente, no le da igual un iPhone que un móvil de cualquier otra marca y no se conforma nunca con menos, que con lo mejor.

Por lo cual, esta indiferencia que pudiera ser en apariencia una actitud hippie de austeridad, desinterés, de paz, amor y tolerancia, no es tal.

Un joven puede pasarse cuatro semanas analizando la elección de un móvil, pero a la hora de votar en unas elecciones generales es incapaz de leer las propuestas de los distintos candidatos. “Da igual” responden, con esa sutil indiferencia que los desresponsabiliza de cualquier libre elección.

A veces me pregunto si esta indiferencia selectiva es un signo de los tiempos, o es simplemente un cansancio hacia todo aquello que no sea lo meramente material o digital.

Hay que ver sin embargo, el esmero que ponen en las fotos de Instagram, tanto, que algunos llegan a caer de precipicios con tal de conseguir una imagen más influyente.

Comprendo sin embargo, que un señor de 80 años, ya mareado de ver girar tanto el planeta me diga “da igual”.

Pero que una juventud que aún no ha producido nada más que gasto, tenga esa respuesta, realmente me alarma.

¿De qué están tan cansados estos jóvenes?

Quizás era como decía mi abuela aquello de que “la pereza por ser amiga empieza y cuando es amiga es tirana, quita la tranquilidad, roba la calma y destroza sin piedad el alma.”

No hay nada mejor que cubrir todas las necesidades de un ser humano para transformarlo en una ameba, en un esclavo o en un ser infeliz y falto de energía.

Uno a veces cree que ama y destruye, malcría y arruina, protege y mutila, lo da todo, y sin embargo, lo quita todo.

JR