» PROPAGANDA RENTABLE»

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Ayer un articulo del New York Times planteaba una pregunta peligrosa:

«¿Matarías a este bebé si supieras que es Hitler?».

Junto a esta pregunta se adjuntaba una foto del pequeño Hitler, con apenas un año de edad. Los comentarios a esta mal intencionada pregunta fueron múltiples.

Entre ellos se detectaban algunas opiniones llenas de indignación, otras plagadas de un sutil consentimiento y muchas otras que aludían a los capitales judíos que mantenían a este periódico, cuestionando la alevosidad de este peculiar cuestionamiento.

Creer que matando al futuro Hitler el nazismo no hubiese nacido, es tan ingenuo como absurdo. Si se hubiera matado a este niño, seguramente otro habría ocupado su lugar. Porque los tiranos no son seres aislados que aparecen de la nada, sino que son generados por la mentalidad de una época.

De no haber sido éste, otro cualquiera hubiera sido el propulsor de estos crímenes contra la humanidad. De hecho, actualmente hay muchos como él en el mundo, a los cuales no se desconoce y la información, aunque abundante, es a veces ignorada de igual manera que se ignoraban las matanzas del nazismo en su época.

Aludimos a la falta de medios de comunicación de entonces, como primera excusa de que nadie sabía lo que pasaba en Alemania o en Polonia en sus comienzos. Aunque recién mucho después de saberlo, el mundo al fin reaccionó contra él.

¿Pero cómo es una mentalidad  capaz de propulsar a tiranos y asesinos?

La mentalidad de una época se genera por un montón de gente que piensa igual. Y los medios de comunicación como el New york Times entre muchos otros, son a veces, los generadores de estas mentalidades que se propagan tan rápido como la pólvora.

Casi como la peste, las mentalidades también se contagian. Y este contagio se debe a que son pocos, quienes se detienen a pensar en la intención de aquello que circula y de aquello que se propaga masivamente.

Las mentalidades de una época tienen varios componentes y uno de ellos es su origen o el terreno en donde se asientan.

Aquello que venimos arrastrando de nuestros hogares, ya sean prejuicios, vivencias difíciles o situaciones que marcaron a nuestros progenitores, como la pobreza, la guerra, la discriminación o  la intolerancia, son algunas de estas bases. Aquello que acarreamos como vivencia, tanto familiar como de pueblo/raza o de estado. Nuestra historia, nuestros fracasos y nuestros dolores.

Sobre esta base, se asientan los demás componentes que crean una mentalidad específica. Sumado a la situación económica, social y religiosa del momento en la que nos desarrollamos y vivimos. Y  por último, aquello que recibimos del exterior en forma de propaganda, información y cultura.

La Alemania de Hitler era el terreno propicio para la aparición del nazismo. Y así lo advirtió Nietzsche en sus escritos mucho tiempo antes, aunque nunca fuera escuchado. La tarea del buen filosofo es ésta.  Observar y analizar la mentalidad de una época, motivando sus aciertos y advirtiendo de sus peligros.

Las advertencias de Nietzsche nunca fueron escuchadas y en muchos casos sus escritos, fueron sacados de su contexto original y utilizados en contra de lo que transmitían los deseos del autor, quien se dedico a criticar con ansias a la mentalidad alemana de antes de la guerra, pronosticando reiteradamente malos augurios.

Alemania  solo superó al nazismo con su cambio generacional.  Y la Alemania de hoy, nada tiene que ver con aquel horror que fue. En parte, esto se debió a la ruptura con la tradición heredada. La base original en donde toda la mentalidad alemana se asentaba antes de la Segunda Guerra Mundial fue destruída de cuajo por el horror y la vergüenza sentida hacia el hacer de sus progenitores.

El famoso » Dejaras a tu padre y a tu madre»( Genesis 2,24) se cumplió en este caso y Alemania rompió con la mentalidad de padres y abuelos. Y así Alemania comenzó una nueva historia, motivada por la destrucción, por  la culpa y por la vergüenza. Y por supuesto movida  por la regeneración que exige toda supervivencia.

Quizás esta frase del Génesis ya repetida muchas veces mas por Marcos y Mateo en el Nuevo Testamento signifique eso, la gran responsabilidad en la creación de una nueva mentalidad que rompa con las ataduras negativas del pasado.

Cortar de cuajo con el pasado, repensándolo y reflexionando sobre él, para que este lastre no condicione a las generaciones venideras con rencores y dolores viejos.

Es por eso que el cambio generacional es tan importante y seguramente sea la única solución para los conflictos que existen hoy en el mundo.

Pero para que este cambio generacional sea efectivo y pueda construir relaciones que terminen con el rencor, los dolores y los odios de padres y abuelos, primero tiene que existir un corte.

Hay responsabilidad en la educación y también en los nuevos líderes. Pero principalmente ésta es la responsabilidad de la juventud, que es quien debe sanar lo dañado.

Sin esta responsable valentía estaremos condenados a perpetuar los odios y los rencores y a construir una mentalidad sobre la base del pasado, nuevamente.

Aprender a mirar con otra perspectiva los conflictos y los dolores de nuestros padres, nos ayudará a terminar con la continuidad de dichos conflictos ya gastados y que siguen aún haciendo daño, sin lograr una solución efectiva. Porque aquello irreparable no posee solución. Sólo lo posible, solo el futuro la tiene y el futuro es la nueva generación.

«Dejaras a tu padre y a tu madre» significa que abandonarás esa mentalidad vieja. Y crearás una nueva.

Y esta responsabilidad bien asumida, es la que traerá el verdadero cambio. Porque el progreso no funciona de otra manera que abandonando los prejuicios y las creencias viejas y creando algo nuevo que se ajuste mejor a las nuevas realidades.

Cuando dejemos la mentalidad del pasado, los artículos como el de ayer, ya no podrán hacernos daño, ni generar la violencia que intentan disimuladamente provocar.

Los medios de comunicación viven de nuestras desgracias y de nuestros conflictos. Eso es lo que da de comer a sus canales de televisión y a sus periódicos.

La paz no vende y la buena convivencia y el progreso tampoco.

Nada genera mejores ingresos que el conflicto.

Cuidado con la propaganda y con aquellas preguntas que esconden malas intenciones.

Los medios de comunicación son una parte muy importante en la labor de crear nuevos tiranos que traigan nuevas y rentables malas noticias.

JR

«Espacios Solitarios»

» Dios ha muerto» sentenciaba Nietzsche adelantándose a su tiempo. Tenía prisa por esa muerte que sería sin duda quien daría paso al nacimiento de su soñado superhombre. Este ser nacería sobre las cenizas de un Dios para volverse tan divino como él.

Viendo los tiempos que corren ya quisiéramos que Dios hubiese muerto porque así no tendríamos las matanzas y los dramas humanitarios que prescenciamos a diario en su nombre. Dios se ha vuelto la excusa para todo,  especialmente para la maldad y para la imposición de ideas contrarias al bienestar y a la dignidad del ser humano.

Cuando la idea se vuelve mas importante que el hombre, cuando la humanidad se vuelve mas importante que un sólo ser humano, se pierde entonces al hombre y toda su grandeza.

¡El hombre se ha vuelto el esclavo de Dios y sin embargo, ha sido él quien lo ha creado…!

Lo mismo nos sucede ahora con la tecnología, el hombre termina siendo el esclavo de todo aquello que crea para hacerle la vida más fácil. Y el hombre se convierte en esclavo de todas sus creaciones. 

En uno de sus grandes enfados  Jesús el Nazareno dijo : » El Sábado fue creado para el hombre y no el hombre para el Sábado». Al decir estas palabras, Jesús intentaba poner de manifiesto esta tendencia, en donde nuestras creaciones se convierten en nuestras prisiones.

Las tradiciones, las leyes y los dogmas, se imponen a la verdadera religiosidad que es el cuidado del ser humano. Las  leyes antiguamente, eran la única manera de preservar a la especie de su extinción previniéndola de  enfermedades o conductas nocivas que le conducirían por  un camino hacia la autodestrucción.

Es curioso ver como todo aquello que el hombre crea para poder subsistir y organizarse termina  tiempo después dominándole.

Esta tendencia se manifiesta cuando las cosas salen de su espacio/ tiempo y permanecen inmóviles por demasiado tiempo. Todo aquello que no se actualiza regularmente finalmente se pudre. Todo aquello que se preserva puede con en tiempo envenenarte.

El hombre es siempre el valor supremo. No puede haber nada encima del ser humano, ni siquiera Dios.  Dios fue creado para el hombre y para sobrellevar el desamparo y el desconsuelo que azotan nuestras vidas, pero pareciera como si este «Dios consuelo» se hubiera convertido en el responsable del  desamparo y del  sufrimiento cotidiano de muchos de sus pueblos.

Se utiliza a Dios para justificar las matanzas, para encubrir la codicia y para disimular la maldad. Sacrificar a un ser humano en nombre de una idea, en nombre de un Dios es criminal porque no existe ninguna idea que valga la mitad de un ser humano. Son las ideas las que deberían servir al hombre y no el hombre a las ideas.

Esto es lo que hacen las religiones y las ideologías vigentes en donde se intenta imponer el miedo y la sumisión bajo un dogma o políticas que poco tienen que ver con nuestra naturaleza y nuestro bienestar.

La laicidad se extiende en estos tiempos, no como una ideología, sino como un cansancio frente esta subordinación a la maquina del mal, que hemos creado para ayudar al hombre a afrontar su soledad y sin embargo hoy,  es quien genera su desgracia.

La religión nos impone una idea. Nos demanda la pertenencia a un grupo al que entramos mucho antes de poder ponernos en pie por nosotros mismos. Un grupo elegido para nosotros por aquellos que nos aman, nuestra familia.

Esta es la primera esclavitud del ser humano y de la que mas le costará liberarse más tarde.

Se nos obliga a venerar una imágen y una conducta que poco tienen que ver con nosotros y con los tiempos en los que nos toca vivir. Cada profeta, cada Dios, ha sido único dentro de su espacio/ tiempo y la realidad en la que ha existido también  fue única.  Intentar  parecernos a ellos no sólo es antinatural, sino también violento.

Intentamos en nuestra época terminar con la anorexia y denunciamos el photoshop que hace creer a nuestros hijos que la perfección está disponible.

Intentamos atajar las depresiones y la violencia de unos adolescentes que por mas que lo intenten, no podrán  parecerse jamás a Ronaldo o a Kate Moss, a Angelina Jolie  o a Messi. Y por otro lado, pregonamos la búsqueda de ser Buda o un Cristo.

Los ideales están a  la vista y son igual  de inalcanzables unos que otros.

Imponemos a nuestros hijos unos ideales, totalmente defasados a nuestro tiempo y fuera de su alcance. Lo que no quiere decir que aprendan de ellos su originalidad y su valentía. La osadía que todos estos grandes hombres, tuvieron en su tiempo, trayendo un mensaje nuevo y una mirada distinta al mundo en que vivian.

Amamos a nuestros hijos aún sin saber bien, qué es el amor.

Alguien que te impone un ideal que no eres tú, no te quiere.

Alguien que te marca un camino que te lleva lejos de tu autenticidad, no te quiere.

Para conseguir su aceptación, intentamos encajar, llevamos mascaras y personalidades, pero dentro nuestro  sabemos que ése no somos nosotros.

No hay nada mas difícil en este mundo que ayudar a los demás a ser ellos mismos. Estamos acostumbrados a imitar y  a copiar los caminos de otras personas.

Amar a los demás como son, es la tarea mas difícil y  crear el espacio para que surja lo auténtico es un camino solitario.

Pero sólo hace falta una persona que crea en ti. Alguien que no espere que seas diferente de lo que eres, alguien que te dé sin esperar una recompensa, ni un resultado en el futuro.

Si encuentras a una sola persona en este mundo que crea en ti sin esperar nada mas que tu autenticidad será suficiente.

Quizás lo que necesiten nuestros hijos sea un kilo menos de dioses y una pizca mas de fe en ellos mismos.

«Dios ha muerto» no fue una sentencia, sino un sueño.

Un sueño en donde «el hombre» por fin podría nacer. Único y original como había sido creado.

JR

» EL JARDIN SECRETO»

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» La mujer es lápida o pedestal»  repetía mi abuela con la firmeza de una sentencia.

Con esta frase pretendía explicar a sus nietas como debíamos ser las mujeres con nuestros maridos. Podríamos hundirlos o elevarlos y todo sonaba tan cierto, que esa posibilidad  parecía estar a nuestro alcance.

Con el tiempo recordé esta frase muchas veces y ví con dolor como muchos matrimonios fracasaban a mi alrededor,sin tener claro si había sido el desorden, la crianza de los niños, o la falta de amor, aquello que había conseguido finalmente la ruptura.

Con el tiempo comprendí que la realidad siempre va superando y actualizando las enseñanzas y que los nuevos tiempos obligan siempre a renovarlas.

En los tiempos de mi abuela la familia era enteramente responsabilidad de la mujer y el progreso laboral del marido también correspondía en parte a la dedicación que ésta ponía en promover su progreso. El marido debía encontrar al volver del trabajo, una casa ordenada, una vida social correcta y una mujer elegante y silenciosa, que intentara disimular lo máximo posible el caos de los niños, evitándole así distracciones innecesarias.

Hoy los tiempos han cambiado y los hombres en su mayoría ejercen una paternidad activa y comprometida. Han descubierto todo aquello que se perdían al privarse del contacto con los niños. Ruidosa e incansable, agotadora y demandante la niñez está llena de un contenido aprovechable.

El padre occidental actual es un padre que a mi abuela seguramente le hubiera espantado; una mezcla de amigo y cómplice de los niños, a quien a veces hay que llamar al orden, obligarle a bajar la voz, o recordarle que los niños deben respetar un horario e irse pronto a la cama.

La infancia de los hijos era algo que los hombres se perdían y que desde hace algunos años han recuperado.

«Tener a un niño cerca es tener el jardín del Edén a tu alrededor» me dijo un maestro una vez. Y así fue como comencé a verlos de una manera distinta.

Estos seres incansables, cariñosos, propensos a la suciedad y a los accidentes domésticos, de pronto se habían convertido para mí en portadores de un secreto. Y no he parado hasta descubrirlo.

Y comencé a observarlos como se mira a algo perdido, un lugar que alguna vez fue tuyo y que has dejado escapar.

«Me recuerdas a algo,  a un lugar que conocí  y que a pesar de ser tan lejano ahora está tan cerca de mi.» ….pensaba, mientras los ayudaba a dormir.

Hay algo en ellos que inspira, que aquieta, que descubre nuestra urgencia, esa que no nos deja estar presentes en los momentos. Somos propensos a escapar hacia el pasado o hacia futuro, hacia lugares que no están aquí perdiéndonos el ahora que ellos nunca dejan escapar.

Recordar esa frase de mi abuela me ha hecho volver a replantearla  y preguntarme si en realidad sólo son las mujeres quienes poseen ese don; el de levantarnos o hundirnos; o si también pueden ser ellos , los niños del Edén, esos que tenemos a nuestro a tu lado y a quienes a veces nos cuesta reconocer.

Ésos que a medida que van creciendo empiezas a admirar y que además de intrigarte un poco, siempre traen algo para enseñar.

¿Que será lo nuevo que traen ellos al mundo?

Quizás sea la esperanza de que todo siempre puede cambiar.

Si yo pudiera contarle hoy a mi abuela todo lo que cambió…

Y cómo un padre que llega del trabajo ahora también desea ayudar y se sienta en el suelo con ellos, feliz de poder jugar. Los padres también presienten que hay algo escondido en la niñez que les ayuda a recordar aquel lugar que perdieron y que deben recuperar.

A las frases del pasado les podríamos agregar que ahora hay muchos otros que pueden ser «tu lápida o tu pedestal» y que sólo depende de los ojos con los que aprendas a mirar.

Si presientes que hay un tesoro escondido allí, cambiarás el enfoque y empezarás a buscar porque ellos traen la esperanza que perdimos y que podemos recuperar.

JR

A los nuevos padres y a los que vendrán…

«EL FANATICO QUE LLEVAMOS DENTRO»

Dicen que el mundo es un reflejo de nosotros mismos.

Por lo cual, el autoconocimiento, es clave para entender este mundo, que hemos creado a nuestra imagen y semejanza.

«Así adentro, así afuera»,  nos recuerda que el mundo, es una consecuencia de un montón de gente que siente igual.

Ver las noticias del mundo, es quizás la evidencia mas clara, de que la humanidad esta perdida, una vez mas, en un sinfín de fanatismos, que oscurecen cualquier tipo de salida.

Ver el  mundo, es verME.

Y esta mirada critica de la realidad, debería, siempre ir acompañada, de una profunda y sincera mirada autocrítica.

«Así es el mundo»….dice mi voz.

Y el eco de mi voz le responde: «Así eres tu».       ( A. Porchia)

¿No es al final el mundo, un reflejo de lo que somos, cada uno de nosotros?

Cuando leo el periodico cada mañana, me veo inmersa en un mundo de fanáticos, en donde yo también, soy parte de este fenómeno.

Los titulares se llenan de fotos de fanáticos religiosos, nacionalistas, independentistas, fanáticos de izquierda, de derechas, de ecología, de derechos humanos, de sindicatos…

Los fanatismos, son el sintoma de esta humanidad desequilibrada, en la que vivimos; en donde el equilibrio sigue siendo una utopia.

Pero estos, no son los únicos fanáticos.

Hay fanatismos mas peligrosos que otros, por supuesto, y son aquellos, que  intentan imponer su propio fanatismo a los demás.

Mientras que otros, son solo autodestructivos.

Aunque considero que ninguna autodestruccion es inofensiva para el entorno. La autodestrucción, aunque individual, siempre afecta a aquellos, a los  que tenemos mas cerca.

«Todo» se ha convertido en fanatismo, últimamente.

Tenemos a los fanáticos de la moda, de los gimnasios, del deporte, los fanáticos de la comida sana,  de las dietas, de las vitaminas, de la tecnología, del yoga, de la naturaleza, de la espititualidad y  también, a los fanáticos de la indiferencia.

Están los fanáticos de los viajes, de los coches, de las armas, del reality show, de la belleza, o de la limpieza.

Y también los fanáticos de las enfermedades y de las fobias, los fanáticos de las redes sociales, del like, del retweet, de la selfie, del sexo y de los juegos on line.

Los fanáticos del feminismo, del pacifismo, del burka, del crucifijo, de la eterna juventud, de la maternidad, del aborto y del no al aborto, del trabajo o del subsidio.

Y  contamos además, con los fanáticos de los eventos sociales y de las tradiciones inamovibles, los fanáticos de la información, de la intelectualidad, de las palabras difíciles y del consumo.

Los fanáticos de los dogmas y de las recetas mágicas, los fanáticos de la fama, del éxito, del dinero y del que dirán…

Pero el problema no son las cosas. ¡El problema somos nosotros!

Parece que no sabemos utilizar las cosas adecuadamente, dejando que rápidamente sean éstas, quienes nos utilicen a nosotros.

Y así es, como terminamos siendo, esclavos de aquello, que creamos para servirnos. Esclavos de las cosas y esclavos de las ideologías.

Todos llevamos a un fanático dentro, y no hay nada mas sencillo que activarlo.  Con  un solo empujón, basta.

El fanatismo es  como un pequeño botón que todos llevamos dentro.  Tan sensible, que un solo roce, es suficiente para encederlo.

Somos propensos al fanatismo.

Y descubrirlo, es quizás, el primer paso, para entender, cuales son las «carencias» que lo generan.

Cuando comprendo mis  propias carencias, aquellas que generan mis propios fanatismos, soy recién capaz,  de comprender las tuyas y de comprender las de todos aquellos, a quienes no entiendo.

«Conócete a ti mismo» decía Sócrates… y conocerás el mundo.

Porque solo conociendo el mundo, con una profunda humildad y una profunda autocrítica, seremos capaces de cambiarlo.

¿Como?

Descubriendo esas carencias.

Esas que encienden el botón de nuestro fanático en potencia.

E intentar suplir esas carencias, para que ese botón, tan sensible y destructivo, ya no se encienda.

JR