“Turismo Sanitario”

Resulta curioso ver a los defensores de sus propias fronteras traspasar las del vecino con tanta impunidad.

Y es que el discurso se ablanda y se derrite cuando la acción no es consecuente, ni coherente con la palabra.

No paro de escuchar a la gente que va a vacunarse gratis a los Estados Unidos, sin siquiera sentir el menor remordimiento por estar utilizando los impuestos del americano en su propio beneficio.

Y para retomar luego y con el mismo ímpetu que antes el tan gastado discurso de “justicia social”, mientras ejercen en Miami el “sálvese quien pueda”.

Por el contrario, no solamente evitan el remordimiento, sino que sienten que el uso de los beneficios ajenos, son un derecho que se han ganado sólo por existir y por tener los recursos para trasladarse hasta allí.

Lo llamativo y peligroso de nuestra naturaleza es la facilidad que tenemos para convertir a la caridad en un derecho inalienable.

La caridad suele empezar siempre como la libertad de dar, para transformarse muy pronto en la obligación de dar y en el derecho a recibir.

“En Estados Unidos las vacunas sobran” me dijo un amigo latinoamericano, justificándose alegremente por haberse vacunado gratis en Miami.

“Y además, les levantamos el turismo y la economía cuando vamos a vacunanarnos allí” insistía, considerándose además, un premio.

Lo increíble de esta justificación miope es que al final serán los americanos quienes deberán agradecerle a él, el que vaya a vacunarse con el producto de sus impuestos.

Y lo más alarmante, no es la falta de ética, sino la ceguera del avivado.

Uno se pregunta entonces, si es que realmente niega la realidad porque es un gilipollas o porque cree que todos los demás somos tarados.

Yo me imagino a mi amigo, comiendo cuatro Big Macs durante ese par de días que pasó en Miami durmiendo en el sofá de su amigo y me pregunto cómo puede ser que su visita haya impulsado tanto la economía de un país, que fabricó y pagó esas vacunas con los impuestos de sus pobres ciudadanos.

Y también recuerdo las historias de mi abuela, que contaba cómo la Argentina fue hace muchas décadas un país en donde todo sobraba.

Y sobraba tanto de todo, que Latinoamérica entera se atendía gratis en sus maravillosos hospitales públicos y estudiaba carreras universitarias en sus prestigiosas universidades gratuitas, con becas de manutención y de vivienda.

Seguramente aquellos pacientes y estudiantes extranjeros también pensaban que las medialunas que desayunaban a diario levantarían la economía del país de acogida, pero sin embargo, sucedió justamente lo contrario.

La Argentina, ese pais en donde todo rebosaba y sobraba, quedó devastada sanitaria y culturalmente, porque no existe quien pueda sostener una caridad de fronteras abiertas, con los impuestos de los pocos ciudadanos que la financian.

Si bien cada uno se busca la vida y se cuida la salud como puede, es de agradecer ser coherente en el discurso y sobre todo, permanecer siempre agradecido.

Porque no eres tú el que le hace un favor a la economía americana, sino que es el ciudadano americano el que te lo está haciendo ti, pagando tu vacuna gratis, con sus impuestos.

Y nos queda bien claro, que por mucho sobrante de vacunas que haya quedado en los Estados Unidos, quien debería cuidar y proteger los intereses de los ciudadanos americanos; (que con tanto esfuerzo pagan sus impuestos cada vez más altos); no lo está haciendo como debería.

JR

“La Realidad Fabricada”

Cuando nos preguntamos qué es la realidad, llegamos a la conclusión de que la realidad para cada uno de nosotros es el producto de nuestra propia experiencia cotidiana.

La abuela Carmela, que vive en un pueblo de España de unos mil habitantes conoce la realidad por sus propios medios.

Sabe los nombres de los vecinos, los nombres de los vendedores del mercadillo dominguero, la época de la cosecha de la aceituna y sus resultados y conoce además, los dramas, las alegrias, los progresos, los problemas y los cotilleos de casi todo el pueblo.

La televisión y las noticias la entretienen, pero no pueden brindarle información extra sobre el pueblo que ella no conozca de antemano; los medios no pueden engañarla.

El problema con las ciudades es que la mayoría de nosotros vivimos en micro mundos, en donde sólo tenemos acceso a diminutos fragmentos de la realidad.

Ocho horas en la oficina, dos horas promedio en el coche y al llegar a casa, la realidad sólo se nos aparece cuando encendemos el televisor.

Y aquello que eligen mostrarnos comienza a ser para nosotros, la realidad. Uno comprende entonces porqué todos respetan tanto a la prensa.

Y es que son ellos, quienes eligen a diario cuál será nuestra percepción de la realidad; con sus encuestas, sus entrevistas, sus versiones, sus números fabricados, casualmente siempre coincidentes con su postura y con su visión, van moldeando nuestra mirada y dirigiéndola hacia donde les interesa que miremos.

Si quieren que odies a determinado personaje lo lograrán y si quieres que lo ames, lo conseguirán también.

Por eso, ni los actores ni los políticos quieren llevarse mal con los medios. Porque saben quien manda y quien rige su destino.

Existe una enorme diferencia entre la ideología y la propaganda: la ideología se basa en las ideas que crean un sistema y la propaganda se fundamenta en la «imagen fabricada» por ese sistema.

Esto lo aprendimos muy bien de los gobiernos comunistas y fascistas.

La propaganda de la ideología es el haber llenado las calles con carteles de Lenin y de obreros sonrientes con el martillo y la hoz, pero sin embargo, la publicidad no logró que los rusos amaran, disfrutaran o preservaran el comunismo.

Una cosa es tener a Maduro bailando en los medios de comunicación que le pertenecen y otra muy distinta, es que los venezolanos amen el régimen del hambre y la dictadura a la están sometidos.

Y a la que paradójicamente Maduro sigue llamando «democracia» por haber conseguido su poder a través de un fraudulento voto popular.

La diferencia entre la imagen del régimen y lo que el régimen realmente es, constituye la realidad.

Actualmente ya no existen ideologías nuevas, sino imágenes nuevas para las viejas ideologías.

Las ideologías que antiguamente estaban sustentadas por las ideas, hoy están sujetas únicamente a una imagen.

Cuando no existen ideas exitosas, ni mecanismos innovadores para aplicarlas, se cambia a la idea por la imagen.

Lo que rige hoy la política no son las nuevas ideas, sino la imagen idealizada de ideas ya fracasadas; como por ejemplo el obrero sonriente o Lenin abrazando al niño, sulplantadas por Maduro regalando vacunas contra el COVID.

La imagen se ha adueñado de nuestra percepción de la realidad. Y hoy es la imagen y no la realidad, la que nos agrupa y nos convence.

Ya no hay político que se sienta obligado a presentar un plan de acción ni un mecanismo de administración coherente y eficaz, porque sabe de antemano que el vídeo emocional, la frase sensible y emotiva, la lista de cifras prefabricadas, el tono suave y paternal del tirano disimulado, la foto con el perrito o con la mascarilla, suplen su total falta de ideas y lograrán distorsionar fácilmente la percepción de la realidad de las masas. Y todo, a un coste intelectual y económico bajísimo.

Estamos sujetos al sentimentalismo de Maduro abrazando al niño, a Pablo Iglesias creyendo que ese pelo largo tan cuidado, le convierte en revolucionario «Che Guevara» desde su nueva mansión en Galapagar, a Monica García que cree que ser médico la dota de una extraña superioridad moral, a Gabilondo que ha descubierto que la subida de impuestos y la ruina económica de un país son la tan ansiada cura para el COVID y a Ayuso que nos propone seguir trabajando duro por este camino.

Deberíamos salir a la calle y hacer como hace Carmela en el pueblo; mirar la realidad sin maquillaje ni intermediarios, sin panfletos con frases empalagosas ni canciones lacrimógenas, sin asesores de imagen, ni banderas, ni rencores ancestrales, ni promesas de papel y elegir nuestro destino (mientras nos dejen), sin filtros, sin complejos y sin censura.

JR

“La Vara fuera del Aula”

Cuando uno se encuentra con amigos uno busca relajarse, reír, comentar y en algún punto incluso hasta confesarse; desplegar esa cuota de sinceridad que uno retiene y que al encontrarse entre amigos, tiende a descargar sin censura.

Uno cree estar a salvo entre los amigos; se atreve a contar chistes verdes, comentarios políticos, íntimos, sociales y demás indignaciones, que entre colegas se difuminan y se calman entre carcajadas y coincidencias.

Y eso es lo maravilloso de los amigos; la sensación semanal de sentirse libre y a salvo.

Siempre podremos achacar la sinceridad brutal a los efectos del alcohol o simplemente a la exaltación del momento, pero el problema es generalmente el amigo santurrón.

Ese que sólo bebe agua o Coca Cola light y anda siempre con aires de profesor mediocre de escuela e intenta aplicar al grupo la moralina del político.

Este individuo generalmente aburrido, complicado para todo y maniático hasta más no poder, no llega nunca a comprender la diferencia entre una reunión de trabajo y una reunión de amigos.

Este encuentro mágico que incluye sinceridad, descarga, terapia, confesiones y risas es como un bálsamo en el medio de la vida cotidiana.

Uno lo cuida y lo preserva con esmero como si fuese una joya y no importa lo llena que tengamos la agenda, siempre encontramos un hueco para participar de este oasis.

Después del encuentro cada uno regresa a su realidad, a su comportamiento habitual y a sus ocupaciones, cada cual con más o menos coherencia o con más o menos efectividad, pero todos regresamos con esa sensación de liviandad que nos deja el sentirnos libres.

El santurrón en cambio vuelve tenso; ha apuntado cada frase, cada broma, cada comentario escandaloso y seguramente los utilice en nuestra contra en algún momento.

Uno se da cuenta en la reunión de las miradas del santurrón e intenta evitarlo la próxima vez, pero al final el santurrón complicado siempre se las apaña y aparece; a volver a tomar nota con grabadora o martillo, según el pronóstico del tiempo.

El santurrón está de moda y tiene rating, ocupa horario prime en todas las televisiones, siempre tiene algo que comentar, decretar o interpretar sobre trivialidades y sobre las confesiones íntimas de los demás, incumpliendo sin cargo de conciencia todas las normas de confidencialidad y de amnistía que implican una amistad saludable.

Uno no sabe si ser más callado la próxima vez o ser más hipócrita, para no caer en sus garras, pero al final aunque lo intentemos, la espontaneidad siempre nos gana.

Y pienso… ¿Tendré que renunciar a mi libertad por miedo a que me dé con la vara o con el martillo?

Pero luego de analizar en una tabla de Excel los pro y los contras de si ser o no ser como soy, me doy cuenta de que lo único rentable es que el santurrón se meta la vara en culo.

JR