“Receta Coronavirus”

No es nada nuevo usar a las desgracias para obtener un beneficio. Hay cosas que son tan viejas como andar a pie y estudiar la historia siempre nos ayuda a preveer situaciones que tienden a repetirse.

Hubiera estado bien que los alemanes de la Segunda Guerra Mundial estudiasen historia francesa antes de adentrarse en Rusia en invierno, como hizo Napoleón. Pero no hay mal que por bien no venga y a veces la ignorancia también nos trae algunas bendiciones.

Hoy el Corona es una oportunidad para muchos; para crear pánico y caos, postergar elecciones o elegir el correo como opción para el fraude electoral, como intentan hacer los demócratas en los Estados Unidos, y esta es una más, de las múltiples oportunidades que le ven algunos a esta pandemia.

Mientras China crece y está recuperada, los sistemas democráticos occidentales tambalean frente a unas izquierdas que avanzan sin escrúpulos ni vergüenza, arrasando instituciones y legislaciones vigentes y en algunos países, incluso códigos de convivencia tan elementales como la ley de propiedad privada.

Luego nos preguntamos quién creó el virus y con qué fin, pero la evidencia está a la vista por más que la izquierda insista en que fue una simple fatalidad causada por no encontrarle el punto de cocción a un murciélago.

Mientras la prensa y las cadenas de televisión se ocupan día y noche de seguir creando el «pánico corona» cuidándose y mucho, de mencionar en sus informes que las hospitalizaciones y las muertes son bajísimas ahora mismo en Europa, los niños salen al colegio nerviosos, con un listado de geles, toallitas, máscaras, filtros y un sinfín de normas de distancia en clase, en patios, en pasillos, en comedores y en todos los accesos.

Hoy al ver a mis hijos salir por la puerta de casa les decía: – «Id sin miedo, porque ser un cobarde y un aprensivo es mucho peor que tener coronavirus».

Mientras seguimos incentivando desde el parvulario a estas nuevas generaciones de cagones, chivatos y alérgicos a todo, me adentro en mis estudios y leo sobre el pasado y sobre esas generaciones de colonos, de romanos, de vikingos, de espartanos, de las que ya no nos queda casi nada.

Somos unos pusilánimes aburridos y adictos a internet y a la intolerancia alimenticia; todo nos cae mal, nos engorda o nos estresa. Y el que no piensa como yo es un racista o un potencial contagiado al que tengo que denunciar. ¡Qué asco de gente!

A veces me pregunto para qué sirve tanta salud no productiva. ¿Para qué vivir encerrado? ¿Vale la pena ser un parásito y un miedoso para llegar a los 120 años? Eso es lo que yo llamo vivir al pedo, pero con mascarilla reforzada I 95.

Este positivismo extremo, adicto a la duración inútil y a concedernos una enorme importancia por el sólo hecho de existir, es con lo que se nos ha alimentado durante décadas; ese «porque tú lo vales» de panten que tanto daño nos ha hecho.

Hemos aplicado la misma medicina para todos los diagnósticos y le decimos valioso igualmente al vago y al inútil, que al trabajador y al hacendoso.

En mi casa al trabajador se le llamaba trabajador y se lo felicitaba y al vago se le llama vago y se le exigía. No era todo lo mismo, como sucede ahora, ni el mérito era un pecado mortal, ni los logros eran un privilegio de raza, ni el esfuerzo y la austeridad eran mala palabra.

Pero hoy hay que ir con cuidado y midiendo cada frase y terminación de palabra, porque si se te escapa alguna verdad o se te olvida alguna «e», eres un facho, un nazi, un machista o un racista.

Este positivismo generacional nos ha hecho sobrevalorar la duración y degradar la vida a un mero «preservarse» lo máximo posible de todo riesgo.

Para los positivos siempre es mejor durar, que hacer algo útil.

La duración, lejos de ser una casualidad se ha convertido hoy en un mérito personal, conseguida a base de yoga, deporte, alimentación y de una vida relajada y ociosa.

Y en esto mismo consiste la cobardía; en darle más valor a la propia preservación, que al riesgo útil.

El cobarde se cree tan valioso que prefiere cuidarse, antes que hacer algo necesario, mientras que el valiente sabe que para lo único que vale la pena vivir, es para ser útil en algo.

Muchas cosas han pasado a ser parte de esta «nueva normalidad»; además de ser un chivato, un enmascarado, un escondido y un miedoso; existen también muchas otras infracciones normalizadas; como la ocupación ilegal, la inmigración ilegal, la violencia, el terrorismo y los incendios en las calles, la degradación a la policia y a las fuerzas de seguridad del estado, o la usurpación de tierras.

Acciones que los gobiernos de izquierdas minimizan como parte de esta nueva normalidad, dentro de este inocente «combo corona» organizado para hacer tambalear las Democracias.

Pero la gestión más importante de todas, que es la de atemorizar, desinformar y educar en el miedo a generaciones de cobardes, la lleva la familia, la prensa y la escuela.

La receta del murciélago tiene ya todos los ingredientes necesarios para funcionar; porque el ingrediente más importante de todos para derrocar a una República, es tener disponible a un par de generaciones de cobardes.

Una vez que tienes este elemento, puedes dar por sentado que el camino está despejado para el desastre, porque nadie se interpondrá en el avance.

Por eso me repito;

«El corona es un virus, pero la cobardía es un cancer incurable»

JR

“Esa indolente Doble Moral”

La vuelta al colegio es inminente y muchos padres la encaramos con alegría.

«El show debe continuar» decían algunos y el lema de la continuidad y la superación fue siempre «muerto el rey, viva el rey».

Nuestro sistema de vida no soportaría otro confinamiento, por la sencilla razón de que si los niños no van al colegio los padres no pueden ir a trabajar y si los padres no trabajan …¿cómo pagamos la escuela pública y los subsidios?

Así funciona el sistema y nos guste o no, es la mejor de todas las opciones.

Hay que seguir adelante y afrontar el virus con valentía. Ya no muere tanta gente y los médicos saben mucho mejor que antes cómo tratarlo, aunque aún no esté a nuestro alcance la vacuna.

La vacuna disponible hoy, es ir al colegio, ir a trabajar e inmunizarse.

Existe una gran oposición a la vuelta al colegio principalmente por parte de los profesores; que se sienten más expuestos al virus que los médicos de la primera oleada y se autoproclaman mártires en las redes sociales.

Si aquellos médicos de Marzo y Abril hubiesen actuado como lo hacen hoy los profesores… ¿qué hubiera sido de nosotros?

Por suerte cada uno elige su profesión según su grado de valentía y de vocación, aunque muchos aún bronceados de la playa, le teman mas a las aulas que al virus.

Los padres protestan y exigen más personal de limpieza en el aula; la mayoría de estos padres son socialistas, pero unos socialistas acostumbrados a tener mucho servicio.

Yo le he dado una bayeta y un liquido desinfectante a cada uno de mis hijos para que desinfecten su pupitre y su silla antes y después de clase. Una costumbre muy nórdica de aquellos países socialistas coherentes con su ideología, en donde los niños son los encargados de limpiar el aula desde mucho antes de que apareciera el coronavirus.

Los padres no nos damos cuenta de que la cobardía es contagiosa y que criar a niños malcriados y temerosos no es un mérito, sino una verdadera desgracia para la humanidad. La sobreprotección a la que muchos confunden con amor es sumamente dañina para el medioambiente.

Hay que salir a poner el cuerpo igual que hicieron los adolescentes en los botellones y en las discotecas durante toda la pandemia. Esos mismos adolescentes que hoy ponen el grito en el cielo por la falta de distancia social en clase.

Y es que hay que tener mucha cara para ser tan hipócrita. En vacaciones la gente no parecía estar tan asustada en irse a la playa o en pasar el día amontonados en una terraza, pero hoy, cuando toca volver al trabajo, estamos todos en estado de pánico.

Nuestra forma de enfrentarnos al virus ha dejado muy claro quiénes somos y de qué pierna cojeamos. Se ha visto a los valientes, a los cobardes, a los aprovechados y a los hipócritas.

Pero el show debe siempre continuar porque así funciona la vida. La vida es riesgo, es peligro y por eso es vida. Vivir eternamente escondido no es opción ni para seres vivos, ni para valientes.

JR