La vuelta al colegio es inminente y muchos padres la encaramos con alegría.
«El show debe continuar» decían algunos y el lema de la continuidad y la superación fue siempre «muerto el rey, viva el rey».
Nuestro sistema de vida no soportaría otro confinamiento, por la sencilla razón de que si los niños no van al colegio los padres no pueden ir a trabajar y si los padres no trabajan …¿cómo pagamos la escuela pública y los subsidios?
Así funciona el sistema y nos guste o no, es la mejor de todas las opciones.
Hay que seguir adelante y afrontar el virus con valentía. Ya no muere tanta gente y los médicos saben mucho mejor que antes cómo tratarlo, aunque aún no esté a nuestro alcance la vacuna.
La vacuna disponible hoy, es ir al colegio, ir a trabajar e inmunizarse.
Existe una gran oposición a la vuelta al colegio principalmente por parte de los profesores; que se sienten más expuestos al virus que los médicos de la primera oleada y se autoproclaman mártires en las redes sociales.
Si aquellos médicos de Marzo y Abril hubiesen actuado como lo hacen hoy los profesores… ¿qué hubiera sido de nosotros?
Por suerte cada uno elige su profesión según su grado de valentía y de vocación, aunque muchos aún bronceados de la playa, le teman mas a las aulas que al virus.
Los padres protestan y exigen más personal de limpieza en el aula; la mayoría de estos padres son socialistas, pero unos socialistas acostumbrados a tener mucho servicio.
Yo le he dado una bayeta y un liquido desinfectante a cada uno de mis hijos para que desinfecten su pupitre y su silla antes y después de clase. Una costumbre muy nórdica de aquellos países socialistas coherentes con su ideología, en donde los niños son los encargados de limpiar el aula desde mucho antes de que apareciera el coronavirus.
Los padres no nos damos cuenta de que la cobardía es contagiosa y que criar a niños malcriados y temerosos no es un mérito, sino una verdadera desgracia para la humanidad. La sobreprotección a la que muchos confunden con amor es sumamente dañina para el medioambiente.
Hay que salir a poner el cuerpo igual que hicieron los adolescentes en los botellones y en las discotecas durante toda la pandemia. Esos mismos adolescentes que hoy ponen el grito en el cielo por la falta de distancia social en clase.
Y es que hay que tener mucha cara para ser tan hipócrita. En vacaciones la gente no parecía estar tan asustada en irse a la playa o en pasar el día amontonados en una terraza, pero hoy, cuando toca volver al trabajo, estamos todos en estado de pánico.
Nuestra forma de enfrentarnos al virus ha dejado muy claro quiénes somos y de qué pierna cojeamos. Se ha visto a los valientes, a los cobardes, a los aprovechados y a los hipócritas.
Pero el show debe siempre continuar porque así funciona la vida. La vida es riesgo, es peligro y por eso es vida. Vivir eternamente escondido no es opción ni para seres vivos, ni para valientes.
JR