“Hacerse el Bueno”

Muchos consideran a esta era como a la era líquida; un tiempo en donde nada obtiene el tiempo suficiente, como para poder solidificar.

Los tiempos veloces no dan cabida a que las relaciones, o ningún otro proceso se estabilice, se solidifique y dure lo suficiente, porque la tiranía de lo instantáneo anula cualquier continuidad.

Hacer una gelatina conlleva un proceso, un tiempo y una alternancia de temperaturas, que si vas con prisas no funciona; y entonces terminas echando todo el líquido rojo por el fregadero.

Yo creo sin embargo, que la era que nos ocupa hoy, es la era de la hipocresía; en donde la finalidad última es parecerse a algo, que uno no es.

Las redes sociales nos han ofrecido la plataforma ideal, para mostrarnos como no somos y como deseamos ser vistos.

Y ya no, para ser vistos por unos pocos conocidos, sino para ser vistos por millones de miradas desconocidas.

Hacerse el rico, el guapo, el feliz, el exitoso, el divertido o el bueno, son ahora una tendencia, en la que pueden instruirnos todos los creadores de imagen.

Esos gurús pueden enseñarnos a crear nuestra marca personal y convertirnos así, en un producto consumible y deseado por las masas.

Pero a la gran mayoría; que no somos ni ricos, ni guapos, ni divertidos, ni exitosos; sólo nos queda, hacernos los buenos.

Y así andamos por las redes, haciéndonos los sensibles, los solidarios con los impuestos ajenos, los llorones con la desgracia ajena, los generosos con la tierra ajena, los justicieros con luchas que no son las nuestras y desde casa, calentitos, subsidiados o con aire acondicionado.

Hacerse el bueno es fácil y es muy de izquierdas (aclaro antes de que te apuntes, que la bondad, es un sitio reservado exclusivamente para gente de izquierdas y que no hay cupo para nadie de centro ni de derechas, porque al igual que el orgullo o el día de la mujer, éstas son reinvindicaciones que han sido reservadas únicamente para la gente de izquierda)

La gente vende «bondad» porque los demás se la creen y se la compran. Total, nadie les ve luego en su casa, maltratando al personal cuando se va el wiffi.

Pero hacerse el bueno puede resultar agotador, porque la incoherencia siempre termina asomándose por algún lado y algún despierto acaba por descubrirte y casi siempre lo hace en público y en las redes sociales.

En ese caso, hay que hacerse el ofendido, para evitar tener que dar explicaciones de tus mentiras.

Uno se ofende instantáneamente y si pertenece a algún colectivo alega «discriminacion» inmediatamente.

Si eres homosexual, negro, mujer, musulman, chino o sudamericano estás salvado. Ahora, si eres blanco; aunque seas desdentado, feo y fracasado, estás, pero bien jodido.

Por eso digo; hacerse el bueno es agotador y sólo es aconsejable para los pocos que puedan salvarse con alguna excusa.

Los demás, tenemos que rendir cuentas, dar explicaciones, ir al juzgado y pagar defensas innecesarias ya que antes del juicio te habrán condenado por un color ( que el causante de todas las desgracias de la humanidad).

Por eso considero que la era de la Hipocresía, sólo les funciona a unos pocos.

Los demás, debemos regresar a la era líquida y a seguir intentándolo con la gelatina.

JR

“Educar a un Tuerto”

Mi hijo llegó a casa con los deberes y me comentó: _»Hoy nos toca estudiar los derechos del niño»

«¿ Y las obligaciones del niño?»- pregunte ante su mirada de desaprobación.

«Nooooo, eso no me lo han mandado»- me contestó.

«Entonces tus deberes están incompletos, ya que aprenderás sólo una parte del tema, porque no existen derechos sin obligaciones y enseñar la mitad de una ecuación es igual que educar a un tuerto; un ser que aprenderá a ver las cosas disociadas y a apreciar sólo una parte del entero.»

Lo más interesante de un derecho es que indefectiblemente le impone obligaciones a otro. Es decir, para que tú tengas un derecho, alguien tiene que tener una obligación y si el otro no cumple con su obligación, tu derecho no existe.

Por eso los derechos del niño son el resultado de las obligaciones de los padres y en su ausencia, del estado.

Por lo cual, la interconexión entre los derechos y las obligaciones resulta fundamental, porque el cumplimiento de tus obligaciones son lo que crea el derecho de otra persona.

Tu derecho al paro, al subsidio, a la educación pública, a la sanidad, a la seguridad y a la protección se generan a partir de los impuestos que pagan los trabajadores de su salario y los empresarios de sus ganancias.

Esa carga impositiva que deja de percibir aquel que trabaja y genera, la percibe el enfermo, el estudiante, el pensionista, el parado y todo aquel que es subsidiado de alguna manera por el estado.

El dinero al que el trabajador o el empresario renuncia de forma obligada, es dinero que él no percibe ni disfruta y supone en realidad, horas de trabajo que no cobra, para cubrir los gastos del estado.

Todo trabajador que paga impuestos dona determinadas horas al mes de su trabajo para cubrir tus derechos y tus prestaciones.

Mi hijo me miraba desconcertado._» ¿Pero no es el estado quien paga todas las prestaciones? » me preguntó, sin comprender que un estado es tan sólo el encargado de administrar el fruto del trabajo de las personas.

El creía que el estado era el proveedor del dinero y educado en mirar con un solo ojo, había obviado totalmente al verdadero generador del capital administrado.

¿Y entonces, por qué todos odian a los que trabajan y a los empresarios?_ preguntó.

«Porque han sido educados como tuertos»

JR