“ARTE-tainment”

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Cuando todo el mundo canta, cuando todo el mundo pinta, cuando todo el mundo baila y cuando todo el mundo escribe ¿Adónde encontramos al arte? 

Cuando el arte deja de ser una excepcionalidad y se convierte en una forma de entretenimiento masivo, en donde todos cantan, todos bailan, todos pintan y todos escriben, ¿el arte gana o pierde?

A raíz de este nuevo fenómeno de masificación artística ha surgido un nuevo concepto que describe a esta nueva variante de una forma un poco más justa:  el ”artetainment”.

El artetainment es la utilización de métodos artísticos con el único fin de entretenernos.

No es casual que en un mundo en donde las comodidades han facilitado mucho las tareas cotidianas, el tiempo libre se haya multiplicado de forma alarmante.

Sobra el tiempo y a ese tiempo sobrante hay que llenarlo de alguna manera, antes de que lo ocupe nuestra conciencia del vacío o lo que actualmente denominamos como depresión.

Esta percepción del vacío se amplificó enormemente con la comodidad y la necesidad de llenar ese enorme hueco lo ocuparon la televisión, el shopping, el deporte, los viajes, los videojuegos, el yoga, netflix y también el arte. Porque está claro que uno hace lo que sea por evitar la nada. 

Antiguamente el arte les sucedía sólo a unos pocos y se lo colocaba en un lugar muy cercano a la patología; algo que emanaba del artista como una forma de expresión natural o como una enfermedad crónica incurable.

Ser artista es una profesión que en tiempos de productividad se asocia a la ocupación en lo inútil.

Cuando un hijo manifiesta que va a ser ingeniero o empresario, uno siente un alivio, que no se siente cuando nos dice que va a ser un artista.

En ese caso uno piensa:  “¡Qué desgracia! ¿De qué va a vivir este hombre? 

En estos tiempos en que el éxito va asociado inevitablemente al placer, el antiguo concepto del proceso creativo basado en el displacer del artista ha cambiado y esto también ha modificado  al arte.

El individuo actual ve en el artetainment no sólo una forma de ocupación rentable y gratificante a la que apunta con codicia, sino que también vislumbra en el arte una acción terapéutica sumamente comercial. Porque el artetainment es hoy también utilizado con fines curativos en su versión de arteterapia.

Si estás triste o aburrido te recetan bailar, pintar, escribir poesía, o moldear arcilla; y  no lo hacen porque crean que tienes un talento especial para alguna de estas artes, sino a modo de analgésico paliativo sin graves efectos secundarios; una ayuda para sobrellevar el aburrimiento o el vacío de la vida. 

Esta finalidad calmante o anestesiante es otra de las diferencias fundamentales entre el verdadero arte y el artetainment.

Mientras que el artetainment se receta y se cultiva como un cuidado paliativo frente al dolor, el arte original por el contrario, evita y repudia cualquier método silenciador y distractor de masas, porque el trabajo del arte consiste en amplificar, poner color, forma, letra, ritmo y sonido a una realidad que es evidente para el artista.

El pintor pintaba para saciar su necesidad de expresarse, el bailarín bailaba intentando saltar de si mismo, el escritor escribía para deshacerse del machaque mental que le provocaban las ideas sobre el mundo en su cerebro. Había por lo tanto en el proceso creativo del artista, una disconformidad, una inquietud, una duda, una incomodidad o un displacer.

Aquel viejo concepto de que el arte sucede a pesar del artista, como una alergia inmune a toda resistencia, se ve poco, y es que el artetainment trabaja justamente en la dirección opuesta porque es un producto que pertenece a la industria más poderosa del mundo; la industria de la distracción o del entretenimiento.

El artetainment, como cualquier otro producto comercial, se cultiva  y se acomoda al gusto masivo, se rocía de fertilizante y se le da el color y la forma  adecuadas para satisfacer el gusto del mercado, apuntando sin concesiones a la concordancia, que le otorgan la seguridad y la rentabilidad de toda aceptación masiva.

Aprender cualquier forma de expresión artística es principalmente aprender a dominar un instrumento y en la vida los instrumentos son necesarios porque siempre nos acompañan, nos relajan y nos alivian.

Pero dominar un instrumento a la perfección no es ser un artista, ya que el arte sólo aparece cuando el instrumento sirve de pasaje y tiene algo nuevo que decir, porque la finalidad del el arte no es complacerte, sino despertarte. 

 

JR

 

 

“ Es curioso como la superficialidad te  hunde sin llevarte jamás a lo profundo y a su vez rescata a aquellos que se ahogan de profundidad” JR

 

“El Auténtico Placer”

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Mi abuela solía disimular la abundancia porque así era como antiguamente, la gente educada, demostraba piedad.

Y esa piedad consistía en no provocar en el otro, ni envidia, ni malos sentimientos.

Esta era una forma de consideración y de respeto, que incluía la profunda conciencia de que ser más feliz o tener más recursos disponibles que otras personas, no era algo de lo que uno debía presumir, sino algo que uno debía disfrutar sin grandes alardes.

Porque el verdadero disfrute es siempre invisible y silencioso.

No comas pan delante de los pobres” solía decir mi abuela, implorando siempre la moderación adecuada en los relatos de las conquistas, de las capacidades y de las riquezas.

La ostentación no sólo era un símbolo de mala educación y de grosería, sino que además, reflejaba una falta de empatía enorme hacia el entorno. 

Esta tendencia a minimizar los logros o los progresos propios estuvo siempre muy dentro de mí, hasta el punto de traspasar el límite de la piedad y asentarme en el campo de la auto desvalorización.

Uno, intentando nunca herir a nadie, se reducía tanto, que al final desaparecía.

Mi padre, denotando esta falta de valoración en mí, me enseñó otro dicho popular que me ayudó a balancear tanta humildad innecesaria, hacia un punto más nutritivo.

No te agaches tanto, que se te ve el culo” me decía, viendo que en este mundo de show offs, ostentación y escaparates, tanta piedad no me hacía justicia.

Hoy sin embargo, esa piedad está olvidada y mucha gente vive, viaja y hace cosas únicamente para mostrarse y para generar envidia en su entorno.

Hay un disfrute extraño en la ostentación que incluye a modo de placer, la envidia del otro. Y que sin esa envidia, no logra nunca convertirse en un disfrute completo. 

La obsesión actual con publicar en redes sociales todo movimiento, tiene que ver con esa forma de disfrutar ruidosa, que incluye a la mirada del otro en todos nuestros procesos felices, como si disfrutar incluyera el ser visto.

Porque si nadie lo ve y lo envidia ¿para qué viajar o comprarme un coche de lujo?

La ostentación es la característica escencial del nuevo rico. Aquel que necesita reafirmarse con la riqueza porque en esa reafirmación encuentra un poder, que cuando era pobre no tenía.

El rico de siempre por el contrario, acostumbrado a la abundancia, percibe a la riqueza como a una normalidad; no como a algo que haya que mostrar, sino como a algo que debe esconder lo máximo posible, para asegurarse de que la gente no se acerca a él únicamente por su dinero o por su posición.

En este nuevo mundo de escaparates, muchos buscan mostrarse y ser envidiados, porque consideran que el verdadero placer, no está en el placer en sí mismo, sino en la posibilidad que éste nos ofrece para generar envidia.

Para luego llenarse de cintas rojas, manitas y ojitos contra el mal de ojo, que les prevengan de la envidia, que ellos mismos se provocan.

JR

“ La felicidad es invisible y silenciosa” JR

“El Troll Desigual”

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Ayer leía un artículo del New York Times que dictaminaba con tristeza que la lucha contra los “trolls” está perdida y que nada puede hacerse para erradicarlos.

Me sentí identificado en algún punto con aquello, porque en muchísimas ocasiones se me ha catalogado de troll, simplemente por opinar distinto al clan.

Todo aquel que desacomode un poco la uniformidad de lo igual es considerado actualmente como un troll, aunque no lo sea.

Yo he probado de muchas formas poner en duda al pensamiento único, siempre con respeto y argumentos sólidos, y en todas esas ocasiones he sido agredido sin piedad por los grupos de clones que pueblan determinados periódicos digitales.

Toda población de clones, acostumbrada a sobrevivir en el eco, se suma en masa a la agresión al distinto y juntos y envalentonados iban a por mí (el supuesto troll) porque desencajaba sin miramientos en su cadena de comentarios idénticos.

He tenido muchas experiencias curiosas en las redes sociales, por ejemplo al cuestionar la violencia de distintos grupos supuestamente “pacifistas” y he terminado siendo agredido por los “pacíficos”, como uno nunca se hubiera imaginado que un pacifista fuese capaz de agredir.

Estas duras experiencias me han enseñado que el discurso digital dista mucho de la realidad y que internet se ha convertido en una plataforma de postureo y concordancia.

Todo aquello que no concuerde con uno es rápidamente agredido u eliminado; como si el verdadero afán de estar en redes fuera el encontrarse con lo mismo mirándose al espejo.

El individuo clon se siente rápidamente ofendido y agredido por una opinión distinta, aunque en esa opinión distinta no exista ningún tipo de agresión o de insulto.

Hoy la falta de concordancia en sí misma es considerada como una agresión, cosa que pone en duda y en riesgo nuestra libertad.

Pareciera que la libertad de expresión se le permite únicamente  a determinados grupos de clones, pero no a todos.  ¿O acaso yo, que pienso distinto a tu clan, no tengo también derecho a la libertad de expresión?

Contrariamente a los lectores del New York Times, la noticia de que no podremos deshacernos de los trolls me provocó un gran alivio, porque la sola idea de que el pensamiento único se apodere de la red me resulta escalofriante.

Estamos en redes en busca del like y quien lo niegue, miente. Pero también estamos en redes para aprender y para acercarnos a un mundo que piensa y siente distinto a nosotros.

Entrar en un periódico a leer opiniones de gente radicalmente opuesta a nosotros  nos abre una perspectiva diferente e incluso nos enseña. Yo he aprendido más de aquellos que piensan distinto, que de aquellos que piensan igual, porque aquello que piensan mis iguales, ya lo sé.

Gracias a mis incursiones en las redes sociales he accedido a bibliografía de todo tipo. He investigado más sobre Historia, Filosofía y Religión. He consultado datos y grupos sociales que desconocía y he conocido sus problemáticas particulares y sus motivaciones. Y aunque muchos de mis argumentos anteriores no se hayan modificado con esa investigación, he ampliado la mira y he encontrado nuevos argumentos para el debate.

No voy a negar que codearse con lo desigual no sea sumamente peligroso, ni que uno no se llevará más de un insulto a casa por cada cuestionamiento inapropiado al grupo equivocado; pero a la larga, vivir peligrosamente siempre  enriquece.

 

JR

 

“ Ver el mundo es alejarse del espejo” JR

Del “Nice” al “Real”

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“Be nice” es el mandamiento que el mundo civilizado ha establecido como virtud en el mundo de los buenos. Y cuanto más civilizado es un pueblo, más “nice” se vuelve.

Una cosa es ser educado y otra muy distinta es ese empalagoso “nice incondicional” a base de hipocresía, que hoy tanto se fomenta.

Uno debería aprender a ser normal desde pequeño, a pedir cuando necesita, a agradecer cuando le dan, a exigir cuando se le escatima, a amar cuando se siente amado, a reír cuando le hace gracia, a estar triste si hay motivos, a enfadarse si la circunstancia lo amerita y a reconocer como falsedad cualquier reacción que no responda a sus verdaderos sentimientos.

El adoctrinamiento en la hipocresía positiva no debería administrarse en los niños desde tan pequeños, ni en dosis tan elevadas, como se hace actualmente en el mundo de los buenos.

Mas allá de ir con cuidado para no herir deliberadamente a nadie, la falsedad, debería tratarse como a esa excepción piadosa que uno debe hacer de vez en cuando, más que como a una forma de vida.

El no herir y el respetar la libertad de otro individuo debería ser nuestra primera norma, junto con la exigencia de esas mismas consideraciones para con nosotros.

Y nuestra meta debería ser la de llegar a ser justos, no buenos. Porque la bondad en dosis demasiado elevadas, malogra tanto como la maldad.

Es por eso que un niño al que se le permite todo por pura bondad, se vuelve malo, dañino, caprichoso y carnaza disponible para todos los vicios.

Ser demasiado bueno genera inevitablemente, un resultado demasiado malo. Por eso la bondad nunca fue una virtud divina, como lo es la justicia.

 Quien sólo está enfocado en convertirse en bueno, pierde además, el valioso tiempo que tiene para descubrir quién es. Y sólo quienes se conocen a sí mismos, pueden llegar a ser justos, porque el uno es la medida del todo.

Quienes adoctrinan en la santidad en cambio, evitan el uno y el autoconocimiento del que hablaba Sócrates, fiscalizando en cambio al niño desde pequeño, en un ejemplo a imitar, un Dios, un maestro o un profeta, al que tienen que seguir y copiar, desviándoles de esa manera, de su propio camino.

La imitación te aleja de ti y es una empresa destinada al fracaso, por ser totalmente opuesta a ser uno mismo, que es en realidad tu único ser posible.

Tú solo puedes ser tú y yo sólo puedo ser yo.  Y esto es lo que cualquier niño debería responder a sus sacerdotes. ¿Qué hay tan malo en mi, para tener que pasarme la vida intentando ser como otra persona? 

Cuando la patología “nice” se lleva al extremo, no solamente irrita e incita a la violencia a aquel que recibe ese dulzor fingido y que destila hedor a falsete por los cuatro costados, sino que aspira a adiestrar a las nuevas generaciones en la hipocresía radical, a base de ejemplo. 

Al cumplir los 20 años de edad, el individuo formateado en el programa “nice” se encuentra en facebook con un millón de amigos, pero sintiéndose muy solo. _ “Están todos menos yo”_ piensa, al darse cuenta de que no sabe bien quien es.

El psicólogo o el sacerdote, que se aseguraron el trabajo futuro colaborando en los programas educativos para el formateo en masa de estas mentes “nice”,  le dirán a su cliente 20 años más tarde y sin ningún remordimiento, que durante los próximos 25 años las terapias estarán ahora enfocadas en ayudarle a encontrar a su yo auténtico.

El individuo que ha gastado ya miles de dólares en educación, pensando que ésta consistía en un camino de conocimiento, seguido de un adiestramiento acorde a cada originalidad, seguirá gastando a partir de ahora y hasta la edad de su jubilación una cantidad similar en terapias, retiros espirituales, cursos de milagros e insight, para reeducar esa mentalidad formateada en el “nice” y conducirla ahora hasta el “real”.

La otra opción disponible en estos casos,  aunque más riesgosa por supuesto, es la de tomar el atajo de las drogas, que le proporcionarían al individuo la sensación de lo real, pero sólo por un tiempo limitado.

Las crisis de identidad son muy frecuentes en el mundo de los clones y son poco comunes en el mundo de los individuos.

La rentabilidad de estas crisis la aprovechan los buenos; aquellos que primero crean el mal y luego amablemente se benefician al intentar curarlo.

Psicologicamente nos han dañado más las religiones que las guerras, por eso uno aprende con el tiempo, a temer mas a los buenos que a los malos, porque el bueno crea al fanático, que es de donde surgen luego, todos los males.

Y aunque el daño de los buenos sea menos notorio en un principio que el del malo, su silencioso trabajo lo hace aún  más profundo y difícil de sanar, que el mal de los malos. 

Por el contrario, quien siempre se supo un individuo particular y libre, con posesion de sus capacidades de reacción individuales a estímulos distintos, no suele presentar patologías de falta de identidad o de no saber quién es, ni se cuestiona tantos dilemas existenciales.

Quien cuando está contento ríe y cuando está triste llora, cuando está enfadado se enfada, cuando te quiere se nota y cuando no te quiere también; vive de una forma auténtica, conociendo tanto sus motivaciones como sus reacciones. Y en esa familiaridad con lo real, es capaz de moderarse según las circunstancias.

Porque la moderación real no es negación ni bloqueo, sino un esfuerzo consciente por reducir la intensidad de un impulso. Y en este proceso hay conciencia.

Vivir en el mundo de los falsos agota al falso y tensiona al receptor del falso, porque uno no sabe en qué momento esa psiquis oprimida explotará y le clavará  a uno un puñal en el estómago, hastiada de ser “nice” toda la vida.

En cambio, con los reales uno se siente a salvo. Su sonrisa no es forzada y si se ríen de tu broma es porque fuiste de verdad gracioso. Su tono de voz te hace sentir como a un individuo al que se respeta y se valora y eso siempre tranquiliza,

Existe en el adiestramiento del “nice”una forma de sugestión que desvaloriza al individuo desde pequeño. A los niños se les habla como si fueran estupidos y sin ningún respeto se les evita la verdad enseñándoles a vivir en un mundo de mentiras, en el que admirar la vestimenta del emperador desnudo es lo correcto, y ser un hipócrita es ser un hombre normal.

Nadie niega que a la hipocresía haya que aprenderla, pero siempre siendo consciente de ella.

Cuando uno es un hipócrita tiene que saber que está siendo un hipócrita.

El problema surge cuando el hipócrita se considera un santo. 

Ser real no es ni ser un santo, ni ser un maleducado, sino ser capaz de reconocerse a uno mismo, en cada circunstancia.

JR

“La verdad da miedo porque como no tiene amigos ni familia, no siente la obligación de tener que quedar bien con nadie” JR

“De Ganar a Perder”

“Ni el hábito hace al monje, ni los años hacen al sabio” JR

 

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Hay un proceso en la percepción de todo cambio y aunque el cambio suceda de forma continua e imperceptible a nuestra mirada y nuestra única forma de captarlo sea a través de la percepción fotográfica, (que para conocer detiene y retiene el cambio en un lugar fijo); este lugar sigue cambiando al instante siguiente del clic.

Esta continuidad es lo que define a un proceso, como a un suceder que no se detiene.

Uno se pasa casi la mitad de la vida pensando en lo que tiene aún por ganar; en todo aquello que puede obtener o conseguir de la vida; éxito, prestigio, sabiduría, afectos, conocimiento, experiencias, bienes materiales o espiritualidad. Y hay personas que nunca traspasan esta fase y se mantienen en ella, con la mirada fija en lo que tienen aún por ganar, hasta que mueren.

Pero el proceso vital completo debería mutar en algún momento desde la percepción de lo que tengo para ganar hacia la percepción de lo que tengo para perder.

En esta mutación de lo vital es en donde cambia el enfoque, de lo que uno tiene aún por ganar, a lo que uno empezará inevitablemente a perder a partir de ahora. 

Este viraje puede derivar o en una patología de ansiedad compulsiva depresiva e inútil, que no llevará más que a la propia destrucción de la psiquis, o, en una gratitud profunda y en una nueva forma de valoración. Y de nosotros depende la actitud que asumamos en este viraje.

Cuando el proceso muta desde la conciencia de lo que tengo para ganar a la conciencia de lo que tengo para perder, la mirada cambia.

La nueva mirada comienza a poner en valor cosas distintas o quizás a mirar de forma distinta las mismas cosas.

La conciencia sobre todo aquello que uno empezará a perder inevitablemente a partir de cierto momento vital, (la juventud, la salud, el trato cotidiano con los amados, el deleite por los sabores, por los olores, por la música, por la naturaleza, por la lectura, etc) se parece a la preparación para un viaje de desapego.

Y al tomar conciencia de él, produce un efecto similar al fotográfico.

Uno comienza a retener ciertos instantes y a inmortalizarlos en su corazón a modo de agradecimiento, con la conciencia de que quizás, no se repitan o no vuelvan.

Es muy curioso este proceso porque  cuando la conciencia sobre lo que uno tiene por perder aparece, uno empieza a valorar hasta las cosas mas pequeñas y así es como siente que en la vida ha ganado mucho más de lo que perderá inevitablemente.

 

JR

 

“ Hay procesos que para apreciarse necesitan distancia” JR