¿Nombrar o no nombrar? Me preguntó un amigo con respecto a la filosofía de Wittgenstein hace unos días. Y la verdad es que me dejó pensando.
Hace unos años te hubiera dicho «nombrar» sin dudarlo un segundo; porque el nombrar nos ha hecho hombres, inteligentes y juiciosos, los reyes de este planeta por sobre todas las bestias y por sobre todos los elementos.
Pero hoy sin embargo, el no nombrar me seduce mucho más, esa capacidad de poder andar sin pensamiento como nos cantaba el tango, el don de dejar aflorar el instinto que evoca una relajación natural; ese descanso de la actividad de pensar tanto y de pensar siempre.
Recuerdo en las clases de meditación aquel momento insoportable, en el que se nos inducía a dejar pasar los pensamientos sin nombrarlos y sin traerlos a la conciencia.
¡Qué difícil y contradictorio me resultaba pensar en dejar de pensar!
Tuve que dejar esas clases porque el estrés de meditar me hacía el efecto contrario.
Aquel “no nombrar» me llegaba, pero sin llamarlo. Ahí cuando la felicidad me pillaba distraído, con amigos o en pijama. Esos momentos en que no hacía falta nombrar nada.
¿Ser o no ser? Nos preguntaba Hamlet, y yo creo que un poco de los dos. Ser y no ser.
Ser a veces y no ser otras.
Estar y no estar, inhalar y exhalar; disfrutar de esa natural alternancia entre una cosa y la otra que nos marca nuestra propia naturaleza.
Ser humano es pensar y aspirar a ser un hombre inteligente, pero ser un ser superior, eso es definitivamente otra cosa.
Será quizás obtener la destreza para moverte entre dos mundos; el mundo del ser y el de no ser. Ser un poco y no ser otro tanto, tomar y soltar, estar y desaparecer, pensar y aprender también a andar sin pensamiento.
Para la gente como yo, nombrar es inevitable y diría que la aptitud roza muchas veces la enfermedad o la locura; pero cuando se me presenta la ocasión de desaparecer y de volver al instinto; de tomarme una cerveza con un amigo, reírme a carcajadas, trabajar en el jardín, cocinar para mis hijos o cantar a plena vocce, me doy cuenta de que en esta vida, «nombrar» me ha dado mucho, pero el «no nombrar» es lo que me ha salvado la vida.
Muchas son las religiones que nos han acompañado a lo largo de los siglos, aportando consuelo y esperanza en las horas más turbias de nuestra vida y también compañía y sentido en los momentos buenos.
Está comprobado que hasta los más ateos creen en algo en el momento en el que el avión cae en picado, sea amor, luz eterna, cosmos o Dios, todos se encomiendan a algo a la hora del peligro.
Ya nos decía Porchia que «lo malo de no creer, es creer un poco» y alguien desconfiado como yo, ya no le cree la valentía ni a los ateos; porque a la hora de la verdad, nadie tiene huevos.
Sin embargo, hoy emerge una nueva religión entre estas juventudes adoctrinadas a base de ecología y de comunismo light (disfrazado de justicia social), a la que muchos llaman la «religión climática».
Adoctrinados en el terror desde los 3 años, los niños que viven los retos de la diversidad y de la inclusión son también advertidos de Lunes a Viernes en horario escolar, de que el mundo tiene los días contados, de que el planeta se extingue y de que la culpa la tienen sus padres y sus abuelos; esos que tenían dos pantalones y cuatro camisetas en el armario, heredaban los juguetes viejos de los primos mayores, viajaban una vez al año y cabían 10 en un coche de 4 plazas. Esos infelices fueron los contaminadores del planeta.
Ellos sin embargo, los energúmenos y víctimas del siglo XXI no tienen nada que ver, por supuesto.
Ellos que cambian de iPhone cada 6 meses, que consumen baterías y electricidad 24/7, que cambian de atuendo según la colección de temporada y a quienes todo les cae mal y les da alergia, que consumen medicamentos como si fuesen caramelos, que sólo comen «vegan», sushi, fusión, ecofresco y caro y por supuesto, todo etiquetado con los componentes minerales y nutricionales certificados por el FBI.
Ellos son las víctimas oprimidas del consumismo desmesurado de sus abuelos. Y si los abuelos son blancos, aún peor, porque ser blanco duplica al cuadrado cualquier culpa.
El pequeño energúmeno llega a casa sin mirarte a la cara, enfocado únicamente en su móvil, enganchado a tik tok, a los influencers patrocinados por el gobierno y a los videojuegos.
Vuelve odiando a todo el mundo mayor de 30 años después de un día intenso de adoctrinamiento escolar; que comenzó con una charla sobre el sufrimiento trans, siguió con una disertación magistral sobre las desgracias del capitalismo, continuando con otra ponencia sobre las consecuencias nefastas del colonialismo español y del imperialismo americano en la psicología indígena, para cerrar la tarde con una exposición sobre todas las formas de detectar el racismo, la opresión, la homofobia, la transfobia, el machismo o cualquier rastro oculto de pensamiento de derechas dentro del ámbito familiar.
Durante el recreo y para animar un poco más los ánimos, se organizó un parade de travestis y cultura game/porno patrocinada por la empresa farmacéutica de la píldora del día después, que además, regaló muestras gratis a todos los alumnos.
De Matemáticas y Literatura ni hablar; porque ya no hacen falta cosas viejas para un mundo nuevo según dicen los gurús y los expertos.
Y si lo dice el experto es Amén y buenas noches. Nada de poner en duda las barbaridades que te dictaminan los expertos sobornados por el gobierno.
¿Pensar? ¿Y eso qué era? Ah…otra forma de contaminación que ejercían los abuelos.
Hoy no hace falta pensar, tenemos un gobierno altamente protector, influencers, móviles y a Alexa. ¿Qué más puede necesitar un adoctrinado?
Y si a eso le sumas un concierto en el Wizzink de Roger Waters, pregonando las maravillas del comunismo y reeditando aquel «we dont need more education, we dont need no thought control» de los 70′ a ritmo chino y con letra de Xi Jinping, estamos completos. Adoctrinamiento a todo ritmo y con nueva versión 3D anti capitalista siglo XXI de Pink Floyd.
Hoy con tener a mano la inteligencia artificial que nos promueve Bill Gates, bastará con un pequeño dispositivo para obtener todas las respuestas y las soluciones que necesites a cada paso. Por supuesto, «sus» respuestas y «sus»soluciones, las del mismo algoritmo que está adoctrinándote en la escuela pública, en los carteles del metro, en el cine, en el telediario y en la sala de conciertos.
La unidad para el dominio es absolutamente pasmante.
El energúmeno a base de baterías y datos móviles sólo sale de la habitación para recriminarte algo, porque no olvidemos que las víctimas nunca son responsables de nada y encima ahora están empoderadas, protegidas, subsidiadas y deprimidas.
«El mundo se extingue» «El planeta que nos dejan» «Este calor no es normal» » Este viento es raro» «llueve mucho» » Nevó poco» » Las tormentas de nieve están descontroladas» » Hace frío» «Hace calor»
Como si uno no hubiera aguantado inviernos horribles y veranos espantosos. Quizás no medíamos tanto, no llorábamos tanto, no mirábamos tanta tele y trabajamos más. En fin, otro mundo.
Yo no sé si viene un calentamiento o un enfriamiento global y sinceramente viendo la humanidad que se nos viene, la extinción vendrá seguramente por otro lado, no creo que sea el clima quien se encargue de la ruina de esta civilización de tarados que estamos cultivando y adoctrinando en la estupidez con nuestros impuestos y nuestro consentimiento.
Pero mientras haya enchufes y wiffi seguirán dando por saco hasta el cortocircuito.
Y cuando llegue el apagón y no tengan acceso a la inteligencia artificial, quizás algún abuelo tire una idea.
«Quiero emprender» anunció con rotundidad el joven a su padre a la hora de la cena, dejando atrás un puesto en una multinacional muy bien pago y con muchos beneficios.
Mientras intentaba no atragantarse del susto por el pronóstico de tener que mantener a un entusiasta desempleado en casa, le preguntó sobre el proyecto.
Pero en este emprendimiento no había plan, ni idea, ni proyecto. La única idea era la de ser un emprendedor.
¿En qué? Preguntó el dinosaurio intrigado. «Ni idea». » Ya buscaré» » Ya me llegará la idea» dijo el emprendedor kamikaze.
Los dinosaurios que nacieron en la era del trabajo, suelen quedarse perplejos ante semejantes noticias. Y más aún si se anuncian a la hora de la cena, porque tienen la mala costumbre de perder el sueño con tanta innovación, y tener que madrugar al día siguiente para irse a trabajar.
De más está decir que el emprendedor kamikaze no espera a concretar otro trabajo para dejar el que ya tiene, porque sabe que siempre habrá alguien para atajarle la valentía, se llame padre dinosaurio o estado de bienestar.
El emprendedor kamikaze cuenta con una red protectora que le facilita y le alimenta el salto mortal. Ese que los dinosaurios ni se atreven a soñar.
El emprendedor kamikaze no piensa en el mañana. Él vive el hoy y si no es feliz cambia, si le cuesta, claudica y si le duele, huye.
No se prepara antes de emprender porque siente que ya está listo y verá sobre la marcha quién le ayude a sacar su proyecto adelante.
Si para salvarle las deudas hay que hipotecar la casa de la abuela, pues adelante. Porque no hay límite en esto de apostarle todo al ideal de un futuro sin traje, ni jefe, ni horarios, ni oficina.
El objetivo del emprendedor kamikaze es la libertad y la felicidad inmediata, urgente, impostergable. Conseguirla es su objetivo, caiga quien caiga y pague quien pague.
El dinosaurio en cambio, entiende a la felicidad como el resultado de un esfuerzo, de una continuidad, de un camino arduo recorrido con voluntad y con constancia, ese perfume que emana del trabajo bien hecho.
Lo increíble de todo este asunto es que hasta hoy, el dinosaurio estaba convencido de que él era un emprendedor, un valiente, un quijote.
Pero hoy, a la hora de la cena, se dió cuenta de que ya era un dinosaurio.
Muchas son las críticas que ha despertado la nueva serie de Netflix sobre Harry y Megan en los medios de comunicacion del mundo y tengo que reconocer, que gracias a ellos, encaré la tarea de analizar la serie con muchos prejuicios.
Me costó no apagar la tele después de los primeros diez minutos de victimismo «made in USA», pero decidí continuar hasta el final, para darle una nueva oportunidad a mi tolerancia.
Reconozco que después de tres capítulos, tanto Megan como Harry se ganaron mi afecto, (soy un hueso fácil de roer) y las historias de amor son mi talón de Aquiles.
Creo además, que Megan ha hecho muy bien en lanzar esta versión personal sobre su paso por la corona británica, porque más allá de su percepción individual sobre las cosas, nos ha dejado claro a todos los estudiosos de los fenómenos sociales, el choque de culturas que existe entre la modalidad cultural americana y la modalidad cultural británica.
Si bien es la modalidad cultural americana la que está actualmente colonizando Europa, no podemos negar que existen brotes nacionalistas europeos aquí y allí, que se resisten aún, a doblegarse ante este avance, aunque desgraciadamente, creo que serán los últimos destellos de resistencia, antes de que el inevitable e irrevocable dominio de la estupidez «woke» americana, se instale en Europa para siempre.
Este fenómeno de resistencia lo podemos ver en Italia con Giorgia Meloni y en todos aquellos movimientos que la prensa mal llama «ultra derecha» en Europa.
Estos movimientos no son otra cosa que manotazos de ahogado; los últimos intentos por preservar un pedacito de la cultura y las tradiciones europeas, frente a la invasión implacable de la estupidez americana, que arrasa vestida de activismo ecológico y humanitario, sin dejar de ser la mismísima ignorancia fanática, que nos sumergió en la oscuridad y el retroceso de la Edad Media.
Lo curioso del Imperio Romano fue que no sucumbió ante enemigos externos, sino que se destruyó desde adentro. Su caída se debió a la implosión social, que fue minando durante décadas y desde dentro, sus valores y todo aquello que lo había construido y sostenido a través del tiempo.
Hoy es el mismísimo Harry, el que intenta destruir el motor de su sustento; ese gran Imperio Británico, que lo mantuvo económicamente toda la vida y que sigue haciéndolo aún hoy, en su actual California.
Megan y Harry representan claramente el choque de culturas y el inevitable avance ideológico americano del que hablo.
Ella es la viva representación del activismo woke americano, nacido del resentimiento, alimentado con el pensamiento mágico y sustentado en la erradicación de cualquier tipo de responsabilidad individual.
Y Harry, es la Europa acomplejada que pide perdón por su identidad, se avergüenza de su historia, de sus tradiciones, de su progreso y de su pasado, y entrega sin resistirse toda continuidad, toda autonomía y toda posibilidad de futuro.
Harry no está obligado a nada por Megan, porque Harry quiere ser como Megan, y es por voluntad propia que elimina sin dudar, cualquier diferencia de pensamiento, en pos de la aceptación de su pareja y con un sentimiento de culpabilidad permanente, que nos deja entrever cómo él se responsabiliza de todas las decisiones de Megan. Él asume la culpa de todo: «Si ella está sufriendo, es por mi culpa» asegura y repite Harry a cada rato.
Europa no sólo se homogeneiza con América porque desea contagiarse de sus «nuevas» ideas, sino que se responsabiliza de todo el sufrimiento que ésta padece y que supuestamente dió luz a esas ideas, basadas en el odio y el resentimiento por un dominio ancestral.
La abolición de todo resquicio de identidad personal se plantea como una virtud en esta pareja, y es que para la mentalidad actual americana, cualquier diferencia, es un pecado mortal.
«Somos iguales» comenta Harry a cada momento, como si la necesidad de clonarse con Megan, fuese un requisito obligado para el buen funcionamiento de su pareja.
El activismo americano evangeliza sobre «igualdad», aunque en la serie, quede en total evidencia que la igualdad de ellos con el resto del mundo, aunque suene bonita, es inexistente e impracticable.
La abolición de la desigualdad es el fundamento de la causa americana, y con ella se demoniza al rico, al noble y al genio. Toda diferencia se ataca por igual y por ser distinta, en esta obsesión por igualarlo todo y a toda costa.
Todo debe ser igual; debemos ser todos la misma masa uniforme, que es lo único que no ofende, ni discrimina a nadie.
Pero cuando esta cruzada del pensamiento mágico por la igualdad fracasa, se culpa entonces al racismo.
Si no logramos ser iguales tú y yo, no se deberá a que la idea de igualdad pudiera ser irreal, ni a qué tú seas más guapo, mas inteligente, más fino, más preparado, más educado, más valiente, más sociable, más ahorrador o más trabajador que yo; sino al mero racismo.
Y con eso, justificamos todo, desde lo más pequeño hasta lo más grande.
El racismo es el nuevo «one size fits all», esa talla de camiseta que le quedaba bien a todo el mundo, aunque a todos nos quedara como el culo.
Hoy, el racismo es la excusa imbatible para todo. Todo dolor, fracaso, error, desgracia o injusticia, que no encuentra respuesta, es por default, racismo.
La modalidad americana ve racismo en todo lo que se mueve.
Desde hace décadas en los Estados Unidos, se formatea a los niños para odiar a su país, aborrecer su cultura, su pasado y su bandera y esto mismo vienen importando a Europa, de la mano de los socialismos europeos.
A los niños que no son blancos se les predispone a culpar al racismo, de cualquiera de los posibles fracasos en su vida adulta.
En primaria se les entrega un paracaídas que lleva escrito… «Si fracasé, seguro que fue por racismo».
Con esta predisposición fomentada desde la escuela, el niño sabe de antemano, que pase lo que pase, siempre habrá alguien a quien responsabilizar de sus problemas y de sus fracasos.
Los americanos se han vuelto tan insoportablemente sensibles, que cuando ves venir a alguno, es recomendable cambiar de acera.
No vaya a ser, que te acuse de algo. ¡Y cuidado! Porque a cualquier mal lo diagnostican como racismo. Y es que han eliminado por completo de su formateo cerebral, a la responsabilidad individual.
¡Y lo peor es que Harry y Europa están igual! Uno ya no sabe qué decir ni qué ponerse, porque todo ofende y hiere mortalmente a todo el mundo.
Creo que a los ingleses les pasó lo mismo con Megan, que a mí me pasó con Barack Obama.
Vivimos la llegada al poder de gente de color como un hito histórico, un momento de alegría y un avance cultural, como un factor de conciliación y de unidad y sin embargo, sucedió todo lo contrario.
Tanto Obama como Megan no han hecho más que perpetuar las brechas, alimentar odios, revivir resentimientos y echar leña a un fuego, que estaba ya casi extinto.
No es casual que los dos sean activistas, porque el activismo consiste en separar a unos de otros; en enfrentar, no en unir. La creación del enemigo es lo que hace al activista. Sin enemigo, no hay lucha. Y sin lucha, no hay trabajo ni plataforma para el activista.
Hoy, las llamaradas de la guapísima activista woke llegan hasta Buckingham Palace.
Mi único consuelo es que no hay nada nuevo bajo el sol. Así ardieron también Roma, Troya, Atenas.
Si es que al final, no se aguanta tanto progreso… ¿ A quién culpamos si todo va bien?
Después de terminar con mis posteos lacrimógenos en Twitter y Facebook, sobre la angustia que siento por la guerra de Ucrania, por el calentamiento global y por el dolor del inmigrante ilegal que llega a Texas vestido de Adidas, sintonizo finalmente con mi cara real, esa que se esconde detrás de cada hipócrita y me encuentro por fin, con la alegría por la pelota.
Ya he posteado sobre todo aquello que considero como políticamente correcto, (eso que los medios de comunicación me indican y la sociedad espera de mi), como es el odiar a Trump, despreciar a Elon Musk, la obligación de ponerse urgentemente la quinta dosis de una vacuna en pruebas y culpar a Putin de todas las demás cosas.
Ahora me tomaré un descanso y sintonizarė el canal en donde pasan el mundial más caro de la historia, que transcurre en un país islámico y en donde las mujeres no pueden conducir, destaparse la cabeza en público o salir de su casa sin un hombre, y donde los inmigrantes no pueden ir al baño sin pedir permiso y sin custodia y mueren en el anonimato de una cuneta, mientras construyen bellísimos estadios de fútbol.
Bueno, no nos espantemos, porque así se construyeron todas las grandes maravillas del patrimonio de la humanidad. ¿O no?
No hay nada nuevo bajo el sol, por lo menos, no hasta que venga un socialista, al que le convenga sacar a la luz en campaña, que la esclavitud es el nuevo mal del siglo 21.
Día a día sigo asombrándome de la capacidad de racionalización que tiene el ser humano.
Mi cerebro es capaz de manipular cualquier realidad y acomodarla según mi conveniencia.
«Serán sólo 90 minutos», me digo a mi mismo.
Al fin y al cabo es un partido y ya que estoy, aprovecho también para sentirme un patriota.
Ni eso soy, porque al país le tengo un asco terrible y por las dudas, también el dinero fuera… pero por 90 minutos me abrazo a un compatriota y hasta me tapo con su bandera, pero sólo por la pelota.
Juro que hace un par de meses, si veía al mismo compatriota circular sin mascarilla o sin vacuna, llamaba a la policía para que lo arrestaran. Pero resulta increíble, el poder de unión y de solidaridad, que le aporta a uno, un balón.
Hay momentos en que la conciencia me vuelve, pero entonces, rápidamente me consuelo viendo a los pacifistas, a los veganos, a los socialistas, a los independentistas catalanes que van con cualquier equipo que no sea España, a los ecologistas, a las feministas, a los apostóles fanáticos del distanciamiento social y de los derechos humanos, a los embajadores de los derechos LGTBI y a los de la vacuna obligatotia, al Emir y al Vaticano; sintonizar todos juntos el mismo mundial y todos, sin ningún remordimiento.
Mal de muchos, ceguera de todos. Sí…como los confinamientos y la represión actual en China.
Me repito como justificación a mi indiferencia, que los chinos siempre fueron muchos y contaminaban demasiado el planeta y que «a lo mejor se lo merecen», como cantara Alejandro Sanz, mientras el CEO de la manzana roja les bloquea el Airdrop, para que sigan aún más aislados e indefensos y nosotros, igual de ciegos.
Luego nos asombramos de que los campos de concentración nazis no le importaran a nadie en 1943. ¿Le importa a usted acaso, lo que estén sufriendo hoy los chinos? Seguramente le importen más los ucranianos porque son altos, rubios y de ojos azules. Y aunque lo diga en alto, nadie le acusará de racista porque la guerra de Ucrania es políticamente correcta y económicamente muy conveniente. No así, la lucha por la libertad de expresión en China.
Por la «democracia» de los ucranianos llegaríamos hasta la tercera guerra mundial; pero por la libertad de expresión del pueblo oprimido chino, ni a la esquina, porque Biden tiene un affair secreto con Xi, que rogamos que el pajarito azul no destape.
Mientras sintonizo el canal de cable, me entran noticias nuevas sobre Irán: muy pronto ejecutarán a los detenidos en las protestas en contra del asesinato de Mahsa Amini, asesinada por tener el velo mal colocado. Son los pequeños detalles oscuros que tiene «la religión de la paz», ahora también con el permiso de Biden para obtener la bomba nuclear; pero si hay fútbol, vamos todos. Yo nunca fui racista, ni político, ni religioso, ni discriminė a nadie. Mi ideología es el balón. De oro, por supuesto.
Aunque usted no lo crea, a la ceguera hay que publicitarla y protegerla mucho, cueste lo que cueste. Los rusos y los nazis llamaron a este proceso «propaganda», latinoamérica le llama «fútbol para todos», los americanos la impusieron desde el parvulario como»Critical race Theory» y los chinos le llaman «Tik Tok».
Por suerte, de financiar la ceguera se ocupan los gobiernos con sus impuestos, los subsidios, los mundiales y los empresarios corruptos, junto a todas sus organizaciones y de la mano firme de los medios de comunicación.
Menos, el del canario azul de Elon Musk, y es por eso, que le odiamos tanto. ¿Quién osa hoy en día, promover la libertad de expresión? ¿A quién se le ocurre semejante disparate?
¡Sólo un loco de atar como Musk entra a su nueva compañía con un lavamanos, en un mundo plagado de Poncios Pilatos! ¡A la hoguera! ¡Menudo facha resultó ser el creador del Tesla!
Pero eso sí, con pelotas. Ya avisó en un tweet, que si lo encuentran suicidado, no fue él. Habrá que pensar en otras opciones muchachos. Seguro que ideas no les faltan. Dediquen las navidades a preparar sus venganzas, igual que hacen cada día con Trump. Sin descanso. ¡A por ellos!
Vuelvo a la tele y me repito a mi mismo, que siempre en toda dieta existe un día libre; el día del permitido le llaman; ese día en el que uno se atiborra de todo aquello de lo que renegó durante la semana. Igual que esos asesinos seriales o esos depredadores sexuales, que cada cierto tiempo, se dan un gusto. Pero el resto del mes, juegan a ser niños buenos.
Da igual, porque ahora gracias a las nuevas leyes que redacta una ministra sin estudios de derecho y feminista, ex cajera de un supermercado en España, todos los violadores salen libres, «si o si», después del acto. Despreocúpese.
Me convenzo de no hay nada peor que la culpa y eso sólo lo sabemos bien, aquellos que la sembramos cada día a través de las redes sociales y a conciencia.
Ya habrá tiempo para seguir llorando por Zelensky y por las mujeres oprimidas del régimen talibán, ya habrá tiempo de seguir echándole la culpa a la gente de bien por el calentamiento global, el racismo, el machismo, el contagio del coronavirus, el frio, el calor, la lluvia, el alto índice de criminalidad en el metro de Nueva York, la esclavitud del Imperio Romano, la corrupción política y la inflación de los rusos.
Hoy es día de mundial, hoy es mi día libre, mi permitido.
Y como diria el Diego: «pelota mata valor» o quizás, estos sean los valores de las pelotas.
«Uno nunca sabe para quien trabaja» y con los años yo le agregué … «uno tampoco sabe para quien ahorra»
La experiencia me ha mostrado cómo cantidad de herederos despilfarran fortunas ganadas a base del ahorro y del esfuerzo de sus ancestros, y cómo los estados socialistas hacen exactamente lo mismo con tu dinero ahorrado.
El incremento desorbitado de impuestos, la expropiación de bienes o los impuestos a la herencia son algunos de los mecanismos que utiliza el gobierno para desalentar el ahorro.
Pero el ahorro no es solamente una capacidad de previsión, sino la capacidad de austeridad, que no es otra cosa que una disciplina en la forma de vida, como podria serlo también la disciplina en la alimentación. Uno no come hasta reventar, uno se mide y se tira de la rienda, porque se restringe el instinto a la desmesura.
Las culturas capaces de ahorrar son sin duda culturas superiores, porque la restricción del instinto nos habla de superioridad en todas sus versiones, mientras que la desmesura nos descubre todos los vicios.
Mucho se ha hablado de las criptos en estos años; esta nueva versión en la capacidad de ahorro de las generaciones tecnológicas; que huyendo de las cargas impositivas y del control de los gobiernos, inventaron una forma virtual de ahorro, creyéndose intocables.
Hasta hoy me sorprendía mucho la falta de regularización de este nuevo tipo de divisa.
Yo pensaba: ¿Cómo puede ser que estos socialistas a los que no se les escapa nada, dejen a las criptos sin impuestos?
Esta semana finalmente lo entendí.
FTX quiebra justo después de las elecciones de medio término en Estados Unidos, dejando a miles de ahorradores sin su dinero. Y sin ninguna reglamentación que les proteja, ni obligue a las empresas cripto a compromisos legales con sus clientes.
Conclusion, la falta de regularización y de legalidad te dejará sin ningún derecho al reclamo de tu dinero. No se sabe de quién es, ni quién lo tiene. Y ese mismo beneficio que te ofrecían las criptos es hoy tu condena.
FTX fue el principal donante al partido demócrata en los Estados Unidos y curiosamente, quiebra justo unos días después de las elecciones americanas.
Si eres cripto inversor y eres de izquierdas, puedes consolarte al menos, sabiendo que tus ahorros han ayudado a una buena causa: tu ideología.
Si eres trabajador, medido en el gasto, previsor y desconfiado como yo, no olvides nunca el dicho de mi abuela; porque todas tus privaciones y tus sacrificios, pueden caer muy pronto en las manos equivocadas.
¿Os imagináis a Hitler posando con Eva Brown para la revista Vogue en 1941?
Pues los tiempos han cambiado mucho y ahora los grandes combatientes tienen tiempo para eso y para mucho más.
Galas de Hollywood, portadas de revistas y apariciones en toda clase de eventos, son algunas de las tareas que entre bombardeo y bombardeo, mantienen a Zelensky ocupado.
Y eso, cuando no tiene que hacer de guía turístico para Angelina Jolie o Leonardo de Caprio en sus visitas por el plató de la guerra de Ucrania, que muy pronto inaugurará un trencito trans de Disney, para que todos los turistas curiosos y morbosos, puedan ir a ver cómo ha dejado de contaminado el paisaje, el malvado de Putin.
Mientras tanto, Zelensky tira un misil en Polonia para despertar una guerra nuclear, acusa a Putin y exige al mundo entre signos de exclamación, la declaración inmediata de la tercera guerra mundial.
Volodimir, acostumbrado a ser el hijo único mimado y el malcriado de la guerra de Biden, ni siquiera pide perdón. El misil era suyo, pero la culpa sigue siendo de Putin. Alucinante.
Para protegerle y con más razón, USA vuelve a girar otra cantidad exorbitante de dólares para seguir dándole al modelo publicitario todos los gustos, mientras la economía de USA pasa por su peor momento desde que asumió Biden, que lleva ya gastado en Ucrania 91 billones de dólares.
Polonia saca a la luz que el misil caído en sus tierras no era de Putin sino de Zelensky, lanzado «por error’ en tierras extranjeras.
¿Por error? Eso nunca lo sabremos porque la prensa le proteje.
No importa que este señor quiera meternos a todos en una guerra nuclear, hay que seguir tapando todos sus chanchullos como sea, porque su guerra financia a la industria armamentista y a las izquierdas del mundo.
¿O acaso pensabais que el dinero era para salvar Ucrania?
Si se quedaron con las ganas de la nueva temporada de la guerra de Gila, ya está disponible, esta vez localizada en Ucrania.
En estos nuevos capítulos, un disparate tras otro se combinan de forma prodigiosa, llevando a sus protagonistas a situaciones límites tan descabelladas e hilarantes como en temporadas anteriores.
Uno corre el riego de explotar de risa, viendo cómo el público humanitario actual aplaude y apoya a los verdugos que entre slogans de solidaridad y humanitarismo, le llevan al cadalso.
Los próceres de hoy ya no cruzan cordilleras ni navegan por mares iracundos para liberar a las poblaciones de sus verdugos.
Hoy los verdaderos salvadores del libre pensamiento y de la libertad de los pueblos, navega por internet y son siempre gente rica, inteligente e influyente.
Hay que ser muy rico y poderoso para poder hacer algo así y enfrentarte a las fuerzas del mal, que de otra manera te hundirían entre amenazas, demandas, sindicatos y vendettas fiscales.
Sólo alguien muy rico puede hoy defenderse de los estados corruptos y mafiosos que nos gobiernan.
Y es por eso que los gobiernos comunistas están en contra de la riqueza. Porque la riqueza empodera, protege y limita al gobierno; poniéndole en el sitio que le corresponde: un mero administrador.
Como buen hombre de negocios, lo primero que hizo Elon Musk fue quitarse a todos los ineptos de la compañía. Una empresa que pierde 6 millones diarios está inevitablemente llena de gente inoperante a la que urge despedir lo antes posible.
¡Si al final Twitter parecía una empresa del estado! ¿O realmente lo era? Viendo su nefasto rendimiento tengo mis sospechas de que no estuviera manejada por el gobierno de Biden.
En fin, que el diluvio ha servido para limpiar toda la porquería de Twitter de un plumazo.
De pronto empezaron los «fact checks» y se expusieron en un tweet las mentiras de todos aquellos que como forma de vida daban data incorrecta, bloqueaban información o eliminaban cuentas de usuarios incómodos que decían la verdad.
Hoy tiemblan por pagar 8 dólares por un tic, todos aquellos acostumbrados a lo gratis.
Sabemos que el precio del tic es sólo la excusa para el pataleo, porque el verdadero temor de esta gentuza es el precio que pagarán por tantos años de mentiras.
Quizás muy pronto todas las antiguas teorías conspirativas se comprueben como verdades y hasta se descubra incluso la inexistencia del murciélago de Wuhan, el negocio del Covid y sus vacunas o los temarios escolares porno en los colegios públicos americanos y hasta las balsas de inmigración ilegal pagadas por Soros y las ONGs para destruir las democracias europeas.
También podrían aparecer muy pronto la corrupción de la familia Biden y los negocios del partido demócrata en China y en Ucrania. Ya veremos cuál de todas las teorías conspirativas se confirma antes, como real.
No sabemos qué nos traerá el pajarito, pero sea lo que sea, lo hará fuera de la agenda socialista que lo aprisionaba.
La vejez ya no es lo que era. Los 50 son los nuevos 20 y los 80 son los nuevos 40.
Mucho tenemos que agradecer a la ciencia, al clima y a todas las beneficiosas condiciones sanitarias que hacen que la gente hoy no solamente viva más, sino en mejor estado físico, aunque los ecologistas lo nieguen por manual y sigan insistiendo en que el mundo es ahora mucho peor que antes.
Siempre recuerdo a mi bisabuela que al cumplir los 70 se declaró anciana, se sentó en su sofá y nunca más se movió de allí.
Hoy sin embargo, a los 70, el anciano se apunta al gimnasio, se compra un descapotable «electrico», cambia de sexo y se busca un amante.
Parecido es el caso del señor Paul Pelosi, el famoso marido de Nancy, agredido con un martillo en la cabeza el pasado fin de semana.
No es la primera vez que el abuelo le causa problemas a Nancy.
Hace menos de dos meses le detuvo la policía por conducir ebrio, estrellando su coche contra un Jeep y volcando en medio de una cuneta en una zona urbanizada.
Pero de aquellos policías que le tomaron declaración y de los testigos que presenciaron el incidente, no se supo nada más. Todos cayeron en el típico silencio, en el que caen todos aquellos que presencian delitos de familiares de políticos de izquierdas.
Me pregunto si las amenazas y los sobornos tendrán algo que que ver con estas súbitas mudeces, avaladas por los medios de comunicación, financiandos también por la izquierda.
Pero ahora el abuelo ha ido un poco más allá y se ha peleado con su amante en casa de Nancy, estando ella fuera de casa.
El abuelo llamó a la policía cuando la pelea fue a mayores y el sobresaltado amante le dió en la cabeza con un martillo.
Otra vez silencio de radio. Ni la llamada al 911, ni el reporte de la policía saldrán a la luz seguramente. Todo silenciado y utilizado como intento de secuestro a Nancy Pelosi por un drogadicto de extrema derecha, que adoraba a Obama según todos sus antiguos vecinos.
Lo curioso es que uno, que no es nadie, tiene su alarma conectada en casa, (cuatro cámaras interiores e exteriores), pero esta gente niega que hubiera filmaciones ni sistemas de seguridad en la casa de la futura ex presidente del Congreso americano.
Ni puertas forzadas, ni custodios, ni coches de seguridad vigilando la casa de la tercera en la línea de sucesión de la casa blanca. Una seguridad por cierto, muy acorde a la actual frontera abierta americana.
Suena increíble lo sé. Y es que así suenan siempre las mentiras de la izquierda. Una mezcla de cuento de Disney con delirio fanático religioso, que a fuerza de repetirse como un mantra budista 24/7 en todos los medios del mundo, se termina convirtiendo en verdad absoluta.
Todo lo demás, es teoría conspirativa de la extrema derecha y eliminada automáticamente de las redes. Censurada y bloqueada para siempre. Condenada como delito de odio o comentario terrorista.
Hasta el tweet de Elon Musk en donde hacía mención a esta extraña teoría, fue eliminado a los pocos minutos de subirse. Y es que la verdad es demasiado peligrosa para circular tan libremente.
Escondamos al amante canadiense sin papeles en el ropero y utilicemos el incidente como intento de secuestro en manos de la ultraderecha terrorista y fascista americana. Lo mismo haremos con temas como la inflación, con las fronteras abiertas,con el aumento de la criminalidad en todos los estados gobernandos por los demócratas etc. Todas invenciones del mismo y peligroso movimiento de derechas.
Cualquier realidad constatada, será sin embargo, en manos del relato de la izquierda, una paleta de teorías conspirativas que ponen en riesgo a la «democracia». Uff que asco le tengo ya a esa democracia que huele cada día más a comunismo.
Y mientras le cosen al abuelo Pelosi la cabeza y la boca para tenerlo calladito, al otro abuelo Biden lo tienen escondido en el sótano, de donde nunca debería de haber salido, más que para chupar un helado cada tanto.
Cada vez que aparece, sube la inflación, aparece una nueva guerra imprescindible para el destino de la humanidad o termina perdido en algún escenario, saludando a fantasmas, llamando a los muertos o rodando por las escaleras.
En fin, que el Halloween aún no ha terminado; siguen aún los esqueletos dando vueltas y haciendo de las suyas en Delaware y también en San Francisco.
Cuando algún familiar o un amigo nos plantea una situación de emergencia, uno siempre está dispuesto a ayudar, tanto activa como financieramente.
Uno cede sin dudar su tiempo o sus ahorros, si sirven para sacar al amigo del apuro, pero el problema aparece cuando la emergencia se vuelve una constante y lejos de ser una emergencia ocasional, se convierte en un sistema de manipulación; en una forma habitual de quitarte algo, apelando a tu buena voluntad por una buena causa.
La emergencia es el sistema al que desde hace algunos años nos ha acostumbrado el gobierno, para así poder aprobar presupuestos millonarios disparatados, causando endeudamiento y empobrecimiento a la población.
Empezaron con la emergencia climática, siguieron con la emergencia del Covid, luego con la emergencia de la guerra de Ucrania y ahora empezarán con el invierno sin calefacción de Putin, gracias a la abolición de las energías tradicionales y a la apuesta, (evidencialmente equivocada), por las energías renovables).
Todo serán emergencias a la hora de robarle a usted ciudadano sus recursos, el fruto de su trabajo, su capacidad de ahorro y su libertad.
La metodología de la emergencia suplanta a la metodología del tirano tradicional, que para quitarte simplemente argumentaba «porque me da la gana» o «porque lo pide la ideología» como diría un Stalin.
Hoy, lejos de observar aquel autoritarismo frontal o ideológico pero sincero, vemos la táctica de la víctima disimulada, siempre sufriente y acosada por emergencias de todo tipo.
El estado ya no es un tirano a la vieja usanza, sino un tirano con máscara de víctima medioambiental, que necesita de tu ayuda para ayudarte, porque las cosas más inesperadas y calamitosas simplemente te sucederán, sin que tenga en ello el estado ninguna responsabilidad.
Cómo bien podrá observar, así es como se comporta la mayoría de líderes occidentales actuales.
La ironía de todo este asunto es que se presentan como víctimas de todas las políticas y estrategias que ellos mismos han creado a conciencia, para dominar y robarle el fruto de su trabajo al ciudadano, apelando a su sensibilidad, a la urgencia que presupone toda emergencia y a la reiteración constante de un peligro inminente, sea éste de cualquier clase; medioambiental, ideológico, bélico, racista, nuclear o climático.
«Ayúdame a ayudarte» nos dice un estado verdugo que se llama a si mismo protector y paternalista, pero que oprime como todo progenitor manipulador, que no quiere que seas libre y te obliga a un pseudo amor que te quita, te asfixia y te coarta, pero siempre diciéndote que es por tu bienestar.
¡Pobre de tí si te quejas de este querer tan solidario y bondadoso! Te llamarán negacionista, insensible, privilegiado, racista, homofóbico y toda la carta de insultos tan modernos e inclusivos, a los que estamos ya tan acostumbrados.
Cuidado señores con estos amores y con estas generosidades antes de las elecciones; que bono cultural de 400 eu para los nuevos votantes de 18 años, que documentos instantáneos para los inmigrantes, que fronteras abiertas, que cheques por hijo, que aborto y cambio de sexo libre y gratuito para todos los nuevos niñes, que sanidad universal y gratuita, que bono transporte a mitad de precio hasta las elecciones, que calefacción gratis para todos los okupas…En fin, que la Navidad parece haberse adelantado.
Cuidado señores con confundir la generosidad navideña y la empatía solidaria con la manipulación electoral y el endeudamiento, con confundir la emergencia constante con el simple «robo porque me toca».
Cuidado con los buenos y caritativos tiranos modernos, que se desvinculan de aquellos tiranos malvados del siglo 20, pero que en esta nueva versión bondadosa y con caretas verdes, siguen siendo los mismos tiranos de siempre.
¡Cuidaros señores de los generosos! porque todos los regalos de hoy, serán la pobreza de mañana por la mañana.