“Trans- Mundo”

Internet nos ha dado la posibilidad de ser quienes queramos ser. Uno puede ir identificándose con distintas identidades para participar en conversaciones de distintos grupos; que de otra manera, nunca nos hubiesen aceptado o integrado.

Personalmente, he tomado distintas identidades a lo largo de estos años en redes sociales; pasando por distintas razas, religiones o sexos en twitter y he comprobado la diferencia que existe en el trato, si das una opinión siendo hombre, siendo mujer, siendo gay, siendo trans, siendo judio, musulman o cristiano, blanco, negro, latino u oriental.

La experiencia ha sido impresionante porque uno aprende a mirar a través de otras perspectivas y aprende, que dependiendo de tu identidad, se te trata con más o con menos respeto.

Debo concluir con el experimento que en el siglo 21 lo más peligroso es ser hombre, blanco y cristiano. Esta categoría es hoy sin duda, la más amenazada en redes sociales.

Lo interesante de esta época trans, en donde cada uno puede ser quien quiera ser a cada momento, es que pone de manifiesto nuestra necesidad de innovación permanente.

El ser humano actual está aburrido de su vida, de ser siempre el mismo y encuentra en el internet la oportunidad de salir de una realidad, a quien califica como opresiva y calificadora, para adentrarse en otra distinta.

El problema de tanto cambio es que hay muchos que al final, en vez de encontrarse se pierden y rehusan salir de ese mundo digital, en donde uno puede ser quien quiera ser y moverse por los distintos grupos a su antojo, evitando todo contacto con lo real.

Lo real pasa a ser entonces nuestro mundo inventado, pero el problema empieza cuando sientes que el entorno no participa del mundo que tú solito te haz creado a tu antojo.

El individuo que muta de una identidad a otra ya no se contenta con ser libre de hacerlo; con tener la oportunidad de ser hombre o mujer a su antojo en el mundo occidental; sino que va más allá. Ahora necesita que todos a su alrededor le vean como él quiere ser visto.

Aquellos que no pertenecemos a grupos religiosos ni moralistas de ningún tipo, no tenemos ningún problema con eso. Que cada uno sea quien quiera ser; que sea mujer lunes y miércoles y hombre los martes y jueves nos da exactamente igual, porque estamos acostumbrados a vivir en un mundo tolerante, que se ha amoldado a todo, a través de los siglos.

Pero hoy ya no se espera únicamente tolerancia y aceptación, sino que existe una aspiración aún mayor.

Hoy se exige a la ciencia que cambie los estudios científicos que establecen la existencia de dos sexos y se obliga a los profesores de ciencia a cambiar la historia de la evolución sin ninguna evidencia científica que verifique las nuevas opiniones.

La cantidad de profesores universitarios hostigados y amenazados en Canadá y en Estados Unidos hoy en día es alarmante. Grupos armados con bates y palos asaltan las aulas, el terror se instala en los campus, el control y la persecución a sus familiares se vuelve intimidatoria y agresiva, hasta el punto en que muchos deciden renunciar a sus cátedras y mudarse de estado.

El problema con la libertad actual es que pareciera pertenecerle sólo a un grupo; a este grupo de intolerantes de ultra izquierda que no buscan en realidad aceptación, inclusión y equidad, sino la eliminación de lo distinto y la reformulación de la ciencia y de la Historia de la Humanidad.

De pronto la historia se da vuelta y el que se sentía oprimido es ahora el opresor y en vez de promover una armonía entre lo distinto, se impone a lo distinto como única opción.

Hoy estos activistas buscan que la raza negra, los gays, los trans y los latinos, opriman todos juntos a la raza blanca opresora del siglo XVIII y XIX. Y estos grupos no se dan cuenta de que les están usando, como soldados en una nueva guerra.

Esta era trans, no es una era de convivencia y concordia, sino que es la transición de una opresión a otra. Es el paso de un tipo de violencia a otra.

Todos estos nuevos movimientos reivindicativos de la ultra izquierda, que usan siempre palabras tan bonitas como libertad, igualdad y equidad, no buscan en realidad la unión y la armonia, ni siquiera buscan la tolerancia, sino la venganza.

El problema con la libertad es cuando tu libertad para existir, necesita oprimir a otro. Y esta locura ha llegado hasta tal punto que la cultura de género pretende imponerse en las aulas a los niños a partir de los 3 años.

Esta edad es la que los científicos denominan como la edad del juego de roles, en donde el niño pasa de ser Superman a Pocahontas, sin ninguna dificultad.

Para el niño el cambio de identidad es un proceso natural típico de esta primera etapa evolutiva. Luego de esta etapa, alrededor de los 6 años el niño (aún asexuado) empieza su etapa social, en donde aprende a relacionarse, acordar, negociar y tolerar a sus iguales, define sus preferencias tanto de amistades como deportivas e intelectuales primarias. Y así siguen los procesos, no apareciendo el despertar sexual hasta los 11/12 años.

Por lo tanto, cualquier imposición de temas que no están en concordancia con el proceso evolutivo de un niño es violentar su evolución y crecimiento natural.

Esta nueva forma de violencia se llama “estudios de género” en donde se les dice a los niños más pequeños que no son ni hombres ni mujeres, que los sexos no existen y que cualquier tipo de identidad que decidan tomar a partir de los 3 años es válida y legítima y debe ser respetada por sus padres y por la sociedad en su conjunto.

Esta táctica de abuso infantil está hoy apoyada por la mayoría de los gobiernos europeos y americanos, y en los Estados Unidos a aquellos padres que están en contra de este tipo de enseñanza para sus hijos, Biden los ha llamado “ terroristas domésticos” .

Estos grupos de padres representan para el gobierno de Biden uno de los peligros más alarmantes que afronta hoy los Estados Unidos y se han delegado al FBI las labores de control, seguimiento y detención de esta nueva forma de terrorismo parental.

Nuestra realidad se esta convirtiendo en una película de ciencia ficción. Y aunque prefieras seguir viendo Netflix y evitando a toda costa ver la realidad, esto está pasando. Y te aseguro que es mucho más espeluznante que el juego del calamar.

JR

“La Generación del Juego”

Es bien sabido que en épocas de bonanza uno suele olvidarse de la necesidad, de la misma forma en que uno se olvida del cuerpo cuando no nos duele nada. Si me duele un brazo, entonces recuerdo que tengo un brazo, de lo contrario, pierdo esa conciencia.

Y en épocas de bonanza, nos asombra ver cómo crece el predio comunista/ socialista en las universidades europeas y americanas.

Hoy, estudiar en los Estados Unidos es someterse a un lavado de cerebro y a un adoctrinamiento compulsivo en feminismo, género, racismo, odio y demás valores que los socialistas se han adjudicado como temario indispensable para el alumnado; que acostumbrado a muchas décadas de bonanza, se ha criado entre regalos de navidad, zapatillas de marca, derechos, playstation y redes sociales; que desconoce la historia y no sabe a qué sabe la necesidad.

Por eso a menudo me pregunto si aquel sueño tan caro de acceder a una educación universitaria de primer nivel internacional, no es hoy en realidad, más que una formación técnica, un adoctrinamiento ideológico.

Lo curioso de toda esta juventud universitaria y comunista es que el sueño de todos es el mismo: ser millonario.

El anti capitalismo que profesan es en realidad un discurso de odio que repiten sistemáticamente, pero que no refleja una una aversión real hacia el capital, sino una envidia patológica hacia aquel que lo tiene.

No es que odien al capitalismo como sistema, lo que odian en realidad, es que el rico sea el otro.

Yo recuerdo que de joven tenia sueños mucho más accesibles; poder ahorrar para mudarme de casa de mis padres y alquilar un pisito pequeño, conseguir un buen trabajo etc. Mis sueños eran grandes para mi, pero con el tiempo, fueron accesibles con mucho trabajo.

El problema con el sueño del actual adolescente es que el suyo es un sueño tan grande e improbable, que no es de extrañar que la depresión, la venganza, el suicidio y las adicciones a todo tipo de sustancias estén hoy a la orden del día.

Yo me pregunto qué será de estas juventudes cuando no consigan ser millonarios. E imagino con terror en qué desembocará toda la frustración de una generación acostumbrada al mimo, que no trabaja ni a los 20 ni a los 30, que vive de papa y de los abuelos desde la cuna, que busca el negocio fácil, rápido, frívolo y sin esfuerzo y que enarbola discursos políticos que ni siquiera entiende, con un fervor alarmante.

Muchos filósofos contemporáneos aseguran que la era del juego se aproxima, pero yo creo que la generación del juego ya está aquí y se ha criado en nuestros hogares.

La generación del juego es aquella que no conoce el trabajo y sólo sabe vivir de una manera: entretenida.

Las horas del día son muchas y las manos necesitan estar ocupadas. Si no están ocupadas en el trabajo se vuelven peligrosas o juguetonas. La industria del porno, de la droga, del mando a distancia o del vídeo stick crecen sin parar, en estas manos tan flojas y desocupadas.

Esta generación de manos de pianista, que considera al trabajo como un abuso, no está por llegar; ya está aquí.

Muchos sufrimos con la visión de un futuro en donde la digitalización nos quitará tantísimos puestos de trabajo, pero no nos damos cuenta de que la generación del juego no lo sufrirá como nosotros, porque ellos no están acostumbrados a trabajar, sino a jugar mientras son mantenidos por otros.

Desgraciadamente será la generación del trabajo quien mantendrá a la generación del juego toda la vida. ¿Cómo? Pagando con sus impuestos los subsidios del pan y circo 5.0.

Por eso, estemos tranquilos que la falta de trabajo no será un problema para aquellos que nunca lo necesitaron para poder sobrevivir.

El único pánico real de esa generación es un corte de luz, una caída de la red o que los padres les corten el grifo.

Mucho me temo que si la necesidad es la madre de todas las cosas, allí donde no exista, no crecerá nunca nada.

JR