
Es bien sabido que en épocas de bonanza uno suele olvidarse de la necesidad, de la misma forma en que uno se olvida del cuerpo cuando no nos duele nada. Si me duele un brazo, entonces recuerdo que tengo un brazo, de lo contrario, pierdo esa conciencia.
Y en épocas de bonanza, nos asombra ver cómo crece el predio comunista/ socialista en las universidades europeas y americanas.
Hoy, estudiar en los Estados Unidos es someterse a un lavado de cerebro y a un adoctrinamiento compulsivo en feminismo, género, racismo, odio y demás valores que los socialistas se han adjudicado como temario indispensable para el alumnado; que acostumbrado a muchas décadas de bonanza, se ha criado entre regalos de navidad, zapatillas de marca, derechos, playstation y redes sociales; que desconoce la historia y no sabe a qué sabe la necesidad.
Por eso a menudo me pregunto si aquel sueño tan caro de acceder a una educación universitaria de primer nivel internacional, no es hoy en realidad, más que una formación técnica, un adoctrinamiento ideológico.
Lo curioso de toda esta juventud universitaria y comunista es que el sueño de todos es el mismo: ser millonario.
El anti capitalismo que profesan es en realidad un discurso de odio que repiten sistemáticamente, pero que no refleja una una aversión real hacia el capital, sino una envidia patológica hacia aquel que lo tiene.
No es que odien al capitalismo como sistema, lo que odian en realidad, es que el rico sea el otro.
Yo recuerdo que de joven tenia sueños mucho más accesibles; poder ahorrar para mudarme de casa de mis padres y alquilar un pisito pequeño, conseguir un buen trabajo etc. Mis sueños eran grandes para mi, pero con el tiempo, fueron accesibles con mucho trabajo.
El problema con el sueño del actual adolescente es que el suyo es un sueño tan grande e improbable, que no es de extrañar que la depresión, la venganza, el suicidio y las adicciones a todo tipo de sustancias estén hoy a la orden del día.
Yo me pregunto qué será de estas juventudes cuando no consigan ser millonarios. E imagino con terror en qué desembocará toda la frustración de una generación acostumbrada al mimo, que no trabaja ni a los 20 ni a los 30, que vive de papa y de los abuelos desde la cuna, que busca el negocio fácil, rápido, frívolo y sin esfuerzo y que enarbola discursos políticos que ni siquiera entiende, con un fervor alarmante.
Muchos filósofos contemporáneos aseguran que la era del juego se aproxima, pero yo creo que la generación del juego ya está aquí y se ha criado en nuestros hogares.
La generación del juego es aquella que no conoce el trabajo y sólo sabe vivir de una manera: entretenida.
Las horas del día son muchas y las manos necesitan estar ocupadas. Si no están ocupadas en el trabajo se vuelven peligrosas o juguetonas. La industria del porno, de la droga, del mando a distancia o del vídeo stick crecen sin parar, en estas manos tan flojas y desocupadas.
Esta generación de manos de pianista, que considera al trabajo como un abuso, no está por llegar; ya está aquí.
Muchos sufrimos con la visión de un futuro en donde la digitalización nos quitará tantísimos puestos de trabajo, pero no nos damos cuenta de que la generación del juego no lo sufrirá como nosotros, porque ellos no están acostumbrados a trabajar, sino a jugar mientras son mantenidos por otros.
Desgraciadamente será la generación del trabajo quien mantendrá a la generación del juego toda la vida. ¿Cómo? Pagando con sus impuestos los subsidios del pan y circo 5.0.
Por eso, estemos tranquilos que la falta de trabajo no será un problema para aquellos que nunca lo necesitaron para poder sobrevivir.
El único pánico real de esa generación es un corte de luz, una caída de la red o que los padres les corten el grifo.
Mucho me temo que si la necesidad es la madre de todas las cosas, allí donde no exista, no crecerá nunca nada.
JR