«Religión Fusión»

Cada religión propone una forma distinta de concebir el mundo y define además la forma en que le juzgaremos.

Algunas religiones se venden como tolerantes, otras como justas y a otras no les importa en abosoluto exhibir su intolerancia al mundo.

Hay de todo en este mundo tan global, pero aún sin religión existen ateos tolerantes y otros que no lo son en absoluto, porque librarse de un vicio no significa estar limpio, y la obsesión por no creer sigue siendo una obsesión aunque no tenga Dios.

Son pocas las personas que después de heredar una religión la estudia en profundidad; la mayoría sigue el patrón heredado sin preguntarse jamás el por qué de las creencias, de los dogmas o de los ritos que practica, y en cierta medida hace bien, porque las religiones son como la mayoría de los políticos, exigen fe pero no garantizan resultados ni explicaciones coherentes.

A los fieles de toda la vida se nos ha acostumbrado desde pequeños a escuchar las mentiras más inverosímiles sin pestañear y como si fuesen verdad,  porque el deseo de creer no necesita para nada a la verdad, sino que se conforma con palabras que reconforten.

La ignorancia sobre la propia religión es una constante, salvo en raras excepciones, que se dan en personas con dificultad  para la fe; esas que resultan un poco molestas y excesivamente curiosas y que siempre se hacen preguntas sobre todo.

No debemos desestimar en absoluto al desconocimiento, porque suele ser un efectivo potenciador de promocionada felicidad del siglo 21,  pero en ocasiones provoca confusión en aquel que observa desde fuera, como por ejemplo en algunas situaciones puntuales  como cuando un católico felicita a un judio por su año nuevo y viceversa.

El año nuevo judio es la negación explícita de que Jesus haya sido un Dios, como creen los cristianos. Y Mientras los cristianos celebrarán el 1 de Enero el año 2018 después de Cristo, los judios festejan hoy  el 5778 porque niegan que el Dios en el que tú crees sea realmente un Dios y haya partido al tiempo en dos.

La Navidad de los cristianos que celebra el mundo occidental rememora sin embargo el nacimiento del Dios al que ni los ateos, ni los judios, ni los budistas, ni los taoístas reconocen, pero habituados  al desconocimiento de aquello que veneramos y de aquello que venera el vecino,  vamos celebrándolo todo con una tolerancia admirable hacia lo distinto, sin sospechar siquiera que en ocasiones celebrar lo distinto es renegar de lo propio.

Y no lo hacemos por buenos, sino únicamente por ignorantes de la creencia propia y de la creencia ajena y muchas otras veces también, por querer ser educados.

Gracias a la corrección política uno puede hoy en día felicitar sin rencor a aquel que niega abiertamente todas tus creencias y no conformes con eso  hemos aprendido además a amoldar nuestras religiones a nuestra conveniencia y preferencia, igual que hicimos con el sushi.

Esta tendencia al acomodamiento y a la inclusión en gastronomía se denomina: fusión.

Mientras el sushi original pone la atención en el pescado, el sushi fusión es una mezcla de ingredientes exóticos y de técnicas diversas, que se combinan con el pescado y crean algo nuevo: el sushi fusión.

(que por cierto es también para algunos, mucho más rico)

Lo mismo sucedio siempre con la religión. Los ingredientes originales se van mezclando con distintos elementos exóticos a conveniencia del consumidor, hasta formar un nuevo elemento que es la religión fusión.

Una especie de religión con los ingredientes que tu elijes del menú, igual que hacemos cuando armamos nuestro propio sándwich en la cadena «Subway», de donde cada uno sale con un sándwich distinto al del compañero y elaborado a su gusto.

Mientras el catolico le felicita el año al judio que niega la existencia de su Dios, el judio celebra la Navidad y pone los regalos debajo del árbol y el musulman va a Disneylandia y se coloca las orejas de Mickey Mouse arriba del burka sin ningun remordimiento. 

Lo cierto es que esta fusión ha hecho de nuestro mundo un lugar mucho más rico y diverso, aunque para los que conocen los fundamentos de cada religión toda esta mezcla llena de contradicciones se vuelve bastante confusa.

Y es frente a tanta apertura cuando uno duda de si en realidad los tolerantes son los creyentes,  o si la verdadera tolerancia radica en los teólogos que les observan.

JR

» El ignorante es capaz de la máxima tolerancia por desconocer, y de la máxima intolerancia por estudiar. Porque el vicio muta, pero la ignorancia se mantiene  constante» JR

 

«Adiós a Colón»

Los demócratas nos sorprenden cada semana con algo nuevo. La semana pasada derribaban estatuas de algunos protagonistas de la guerra de Secesión americana y esta semana se enzarzaron contra Cristóbal Colón.

Las izquierdas del mundo parecen estar  empeñadas en borrar la historia de la humanidad, en vez de aprender de ella y enseñarla ubicándola en su contexto de espacio y tiempo.

La historia que se quita de su contexto histórico resulta extraña, pero en su tiempo respondía a las costumbres y a la mentalidad de cada época y de cada civilización.

Desgraciadamente, hoy la ignorancia y los derechos humanos van de la mano y se retroalimentan. La ignorancia quiere destruirlo todo y los derechos humanos no quieren herir a nadie.

Por lo cual nadie se atreve a poner límites a este desborde de libertad malentendida que azota nuestro tiempo, y aquel que se atreve a hacerlo es tildado de fascista o de malo.

Así es como vamos transitando una reedición histórica buenista que nos va llevando poco a poco hacia la autodestrucción de los sistemas democráticos que tanto nos costó conseguir, y quien sale a defenderlos es agredido o amenazado con violencia  por estas nuevas y malentendidas libertades de izquierda.

La violencia que impone este colectivo que se hace llamar con descaro  «pacifista» y que está empecinado en la destrucción de nuestra historia, no sólo no conseguirá borrarla de esa manera, sino que provocará algo que es mucho más grave aún  y es que evitará el aprendizaje al que nos obliga la historia bloqueando así su consecuente progreso.

Los políticos que para justificar su malhacer se empeñan en mirar atrás y buscar culpables siempre fuera, demuestran no sólo su ineptitud como gobernantes, sino que dejan entrever que no tienen ni idea de cómo avanzar.

Mirar atrás nos convierte a nosotros en estatuas si no nos permite evolucionar.  Pero destruir los hechos históricos de nuestro pasado no es la manera de ir hacia adelante.

Por mas que hoy nos escandalicen muchos de los episodios de nuestra historia, cambiarla no está en nuestras manos, ni es destruyendo estatuas como lo haremos, sino actuando acordes a los tiempos de consenso, pluralidad, diálogo y Democracia en los que vivimos.

JR

 

«El Buen Inmigrante»

El buen inmigrante llega con la cabeza baja y con los sueños bien altos. Con la memoria intacta sobre aquello que le llevó a huir de su tierra, para no repetir jamás, los errores de su lugar de procedencia. 

El buen inmigrante llega sabiendo que en esta nueva tierra nadie le está esperando y que hacerse un lugar dependerá solamente de su voluntad, de su esfuerzo y de su trabajo. 

El buen inmigrante se mantiene humilde y en actitud de aprendizaje constante y de admiración hacia la nueva tierra que le acoge. Ella tiene algo que la suya no supo darle, por eso ha viajado y lo ha dejado todo, para estar allí. 

El buen inmigrante se mantiene siempre agradecido, se amolda a las nuevas costumbres y desea integrarse en la nueva cultura que le recibe con generosidad. 

El buen inmigrante aprende y enseña, colabora y devuelve con afecto y con trabajo las oportunidades recibidas. 

El buen inmigrante cría a sus hijos en la cultura de la tierra que le acoge, desea que se integren y que progresen. Les transmite el amor hacia el anfitrión que le ha ofrecido a la familia, una nueva oportunidad de vida. 

El buen inmigrante escasea,  pero cuando lo encuentras, compruebas que abrir los brazos vale la pena.

JR

«La Tolerancia Unilateral»

El sueño buenista en el que se encuentra actualmente sumergida Europa y del que desde hace un rato despertó Estados Unidos, basa sus principios en la tolerancia.

Pero este tipo de tolerancia tiene una particularidad que la destinará al fracaso y es que intenta sustentarse en un desequilibrio. Es decir, es una tolerancia unilateral, que se impone de un sólo lado de la balanza.

Existen los unos, que son los que toleran y los otros, que solamente exigen ser tolerados, pero sin hacer por su parte  ningún esfuerzo en trabajar su propia tolerancia.

La tolerancia como recurso deja muy claro, que uno sólo tolera aquello que no soporta.

Ante la imposibilidad de amar aquello que no concuerda con nuestros valores, optamos por tolerar, como opción para evitar el enfrentamiento.

Que nos toleremos no es entonces un signo de virtud en el individuo, sino un recurso alternativo que nos impone el esfuerzo voluntario que debemos hacer para no estrangular a quienes son y piensan diferente.

Los actuales «tolerantes buenistas» sin embargo,  se sienten extrañamente virtuosos por decir que son tolerantes y ni siquiera sospechan que todo aquello que no nace de forma natural es en realidad una conducta establecida, aprendida y mecanizada mediante años de esfuerzo consciente y repetitivo.

La tolerancia es una herramienta civilizada; enseñada y necesaria para lograr una convivencia pacífica con lo distinto. 

Pero es extraño observar al colectivo «tolerante buenista de izquierdas» enarbolar las pancartas de la tolerancia cuando curiosamente son ellos los más intolerantes de todos.

Si no concuerdas con sus premisas, los autodenominados «tolerantes»  son capaces de degollarte, de quemar y de romper todo si no piensas como ellos.

El problema surge cuando la tolerancia no se comprende cómo una invención artificial para domar el instinto asesino de todo ser humano y por el contrario, se percibe como una conducta que nace de forma natural y espontánea.

El individuo educado bajo el sistema de tolerancia occidental cree que el mundo entero ha sido también educado en el respeto a lo distinto. Y lamentablemente eso no es así. 

Esta ingenuidad buenista sumada a la ignorancia de no haber conocido más mundo que aquel que la prensa decide que debes ver por televisión, hace del buenismo un arma de autodestrucción a gran escala.

«El mundo eres tú» dicen algunos,  pero cuando no tienes ni remota idea de quién eres tú, ni de dónde surge tu tolerancia aprendida, entonces el mundo pasa a ser la proyección de una construcción artificial que tú crees que es universal.

Existe un mundo extraño que te rodea y que no es tolerante como el tuyo porque la tolerancia es una construcción basada en el principio cristiano en el que se fundó Occidente. ( perdonar 70 veces siete y poner la otra mejilla).

Lo que si es natural y común en todos es la intolerancia como acto reflejo y como consecuencia de toda cercanía.

Mientras una parte del mundo se ocupa de domar la intolerancia de los individuos desde pequeños, la otra parte del mundo cultiva la intolerancia desde la cuna.

Los autodenominados «tolerantes de izquierda europeos»  no sólo no son conscientes de su natural intolerancia, sino que además exhalan un aire que huele a superioridad con respecto a su entorno. Ellos no se consideran solamente diferentes al otro, sino superiores a todo aquel que es distinto. 

Y este es el punto que diferencia a los tolerantes esforzados como yo,  de los tolerantes que consideran a lo diferente no sólo distinto, sino inferior.

La tolerancia como aceptación igualitaria de lo distinto, es por lo tanto unilateral en cuanto sólo la practicamos a conciencia aquellos que sabemos que uno no tolera naturalmente, sino como mecanismo para civilizar nuestros instintos y lograr así una convivencia pacífica.

La sinceridad con nosotros mismos resulta esencial para ser un verdadero tolerante. Y considerar a la tolerancia como a una virtud es un error, en tanto la virtud es virtud si nace de la verdad y nunca como el resultado del cumplimiento de una norma externa.

Mientras unos toleramos conscientes de nuestras intolerancias, los otros se envalentonan en la resistencia a tolerar, alegando una superioridad moral y de valores muy parecida a la discrimacion a la que dicen repudiar a cada instante y con cualquier excusa.

Y mientras enarbolan unos carteles presumiendo de tolerancia, sus discursos esconden un mensaje distinto: «O eres igual a mí o eres un fascista»

No. No sólo no soy un fascista de derechas, sino que tampoco deseo ser un fascista de izquierdas como los buenistas.

Intento tolerarte y me esfuerzo por hacerlo, aunque me agrades en pocas cosas y me desagrades especialmente en tu falta de esfuerzo por adaptarte y por tolerar a quienes son distintos a ti.

Pero desgraciadamente, la tolerancia en el buenismo actual es siempre unilateral.

En este buenismo pareciera que hay que incluir a aquel que no desea incluirse y tolerar a todo aquel que no está dispuesto a tolerar a nadie, ni desea integrarse al mundo de libertades que le acoge y le recibe.

Asi de buenos, de peligrosos y de injustos son estos tiempos buenistas y modernos.

JR