“El Reciclaje de la Memoria”

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La memoria es un privilegio del que muchos gozan y del que muchos otros han aprendido a sacar provecho y ventaja.

Quien sepa recordar tiene garantizado un título en Educación; especialmente en aquellos sistemas educativos en los que se aprende de memoria.

Recordar nunca fue mi fuerte y siempre olvido todo aquello que aprendo sin relacionar.

Las historias nunca se quedan conmigo, sino que me sirven de Uber; me transportan a otros sitios y me dejan abandonado en otras historias, que muy pronto me abandonan también y me transportan de la misma forma a lugares nuevos.

Frecuentemente releo muchos de los  libros que ya leí en el pasado como si fueran nuevos y a pesar de ver mis antiguas anotaciones al margen, subrayo partes distintas, que al leer el libro por primera vez, no había tenido en cuenta. Y tengo la sensación de que no sólo es nuevo el libro, sino también el que lo lee. 

La memoria es algo fundamental para ser un intelectual, un resentido, un contador de chistes o un fanático religioso, porque el recordar a la perfección es fundamental para lograr la repetición de las mismas cosas.

Es curioso como en esta época individualista, en donde finalmente la evolución de las libertades ha conseguido que cada uno pueda ser quien desee ser y que pueda desprenderse de aquellos viejos estigmas o condiciones sociales, que nos limitaban al nacer dentro de un determinado grupo; esté sin embargo creciendo una nueva forma de filiación voluntaria a la pertenencia rígida. 

Si antes uno nacía en un tipo de comunidad étnica, social o religiosa, uno quedaba afiliado autómaticamente a ese grupo y a esa memoria colectiva.

Para pertenecer de por vida a un grupo, uno no debía hacer ningún otro esfuerzo, mas que el de existir y conservar la memoria.

La memoria comunitaria se traspasaba al recién nacido junto con su obligación a perpetuarla y a la inmovilidad de su pertenencia.

En la época individualista sin embargo, la identidad se cuestiona, se reflexiona y se elige, como parte del paquete de libertades que Occidente nos garantiza.

Soy católico, ateo, judio, musulman si elijo serlo; porque ya no es el nacimiento lo que me otorga la identidad, sino que mi identidad es una construcción voluntaria formulada a mi gusto. 

Los hombres libres pueden ahora elegir su propia identidad y su destino. Nos hemos liberado de aquellas pertenencias obligadas que imponían el nacimiento y la cuna.

Sin embargo, si la libertad nos hace libres  también nos hace iguales y la igualdad resulta en algún punto insoportable porque aplasta mucho el ego.

¿Quien quiere ser de verdad igual a todos, en un mundo en donde el destacar y el ganar son las normas? 

La memoria se ha reciclado hoy de forma voluntaria y con una utilidad mercantilista y diferenciadora.

Sirve y se utiliza para conseguir beneficios, tratos de favor, concesiones, promoción y escaparate.

Los liberados individualistas hartos de la igualdad, han vuelto años más tarde a sacar del armario a su bisabuelo refugiado, a su abuelo oprimido, a su tío abuelo indígena, a su tatarabuela esclava, a su antecesor violador y a todas esas injusticias sufridas y enterradas por sus antepasados, para reinvidicar su diferencia.

Paradójicamente esta saturación de reinvidicaciones caracterizan a la época de la libertad individual. Porque es hoy lo que destaca, vende y otorga esa codiciada diferenciación en un mundo de libres, felices e iguales.

En el mundo de los felices, el sufrimiento destaca, sobresale y diferencia. Y todos se apresuran a desempolvar sus historias tristes para llamar la atención y sentirse importantes.

“Con historias felices no se hace novela” decía mi madre. Dándome a entender que sólo el drama vende. Y tenía razón.

La libertad individual actual es el relato de una historia feliz. ¿Pero a quién le interesa? 

 

JR

 

”Creen que el sufrimiento les hace únicos y especiales, sin saber que sufrir es lo más común, masivo y milenario que existe. La excepción es la felicidad.” JR

 

“Generosidad a Distancia”

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Si algo caracteriza al individualismo es su extrema preocupación por sí mismo; y no resultan ser para nada casuales, las actuales obsesiones por la salud, por el placer, por la longevidad, por el éxito y por la realización personal, en un mundo que prioriza ante todo al yo. 

Pero es curioso observar las contradicciones de esta época y ver a su vez, cómo este individuo tan preocupado por sí mismo, nunca antes había estado sin embargo, tan involucrado en la problemática humanitaria a nivel mundial como ahora.

Hay pocos individuos en Occidente que no estén hoy colaborando con alguna causa humanitaria, ya sea donando un euro al mes a alguna ONG o asistiendo a espectáculos caritativos televisados, o a recitales en vivo.

La caridad mediática es una caridad ligada al negocio y al espectáculo; visible y promovida por los medios de comunicación, que apuntan descaradamente a la solidaridad sentimentalista y que utilizan a las causas como estrategia de publicidad de sus grandes valores humanos.

Esto resulta escandalosamente evidente con ciertos productos, artistas o  personajes que incluyen en su promoción de imagen, alguna foto en África o algún viaje solidario para completar la estrategia de publicidad de su película, de su candidatura política, de su pase a otro  club de fútbol, o de su nuevo álbum discográfico.

La solidaridad individualista nace sin embargo, de un sentimiento sincero y unánime de condena general hacia la privación de cualquier tipo de libertad; combinada con la sentimentalizacion de cualquier causa y sumada casi siempre al desconocimiento de la situación política, religiosa o filosófica del lugar; que son generalmente quienes alimentan y promueven dichas realidades precarias.

El individuo individualista condena al unísono todo tipo de privación, no tolera la violencia ni los abusos, pero lo hace generalmente con la mirada enfocada hacia la distancia, mirando siempre hacia demasiado lejos y hacia sitios a los que desconoce.

Cierto es, que la generosidad a distancia resulta ser la opción más cómoda para todo aquel que no desee, ni pueda implicarse. 

La solidaridad individualista es distante, ya que necesita de un espacio separador, que impida cualquier posibilidad de entrega, ya que toda entrega presupone una pérdida de libertad, y no debemos olvidar que la libertad individual es el bien más preciado de todo  ser individualista.

Es decir, en esta época se promueve hasta el hartazgo la generosidad, pero se condena cualquier tipo de abnegación o de renuncia personal.

Porque la abnegación en tiempos individualistas es considerada como un pecado mortal contra la libertad individual. 

Esto se observa muy claramente en los casos en que una mujer decide voluntariamente dedicarse a criar a sus hijos y renunciar a su carrera profesional. Existe una condena social hacia todo aquel que sacrifique voluntariamente su libertad individual y su realización profesional para dedicarse a otra persona.

Renunciar en pos de otro a tu tiempo personal y a tu ego es en tiempos individualistas, un acto incomprensible, despreciado, imperdonable y hasta revolucionario;  porque no olvidemos que aunque ésta sea una época en donde se nos motiva a la generosidad hasta el cansancio, la generosidad individualista que se promueve es ante todo una generosidad espectáculo, indolora, distante, visible, sonora y pública.

Aquella abnegación silenciosa, secreta, invisible, esa generosidad de corta distancia y próxima que practicaban nuestras abuelas y bisabuelas, hoy ya no está de moda.

JR

 

 

“Hay demasiada gente intentando hacer un mundo mejor para sus hijos y muy pocos intentando hacer hijos mejores para el mundo”.

“Posmoralidad Individualista”

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El individualismo es ese movimiento que repliega al individuo sobre sí mismo. El hombre deja de mirar hacia afuera y hacia los intereses de la comunidad y comienza a mirar de pronto hacia adentro; a sus propios intereses y a su bienestar particular.

A esto llaman también hoy los filósofos la atomización del individuo, que replegado sobre sí mismo construye su mundo personal y comienza a sentirse separado y distinto al entorno y logra autogestionar dentro de ese microcosmos sus propios valores y sus propias opiniones.

Hoy todos se sienten particulares y distintos y exigen ser respetados en esa singularidad y es por eso, que esta época se caracteriza por la multiplicidad de opciones y de alternativas disponibles y posibles.

Hay gente de todos los colores y de todas las mentalidades que aprende a convivir en un mismo espacio con los mismos derechos y las mismas garantías; lo que hace de la tolerancia al mayor de los desafíos en esta época.

“Vivir y dejar vivir” es el lema imperativo de los tiempos posmodernos. 

Superadas ya las antiguas y estrictas reglas morales, (que hoy se aprecian más como tradiciones antiguas que como sistemas vigentes), el ser humano posmoderno ha creado sus propios valores; una conducta ética acorde a los nuevos tiempos, tolerante con los demás y permisiva consigo mismo, pero siempre hasta ciertos límites autoimpuestos.

La moralidad posmoderna consiste en un modelo autofabricado según la conciencia y los valores de cada uno. Una especie de “sírvase usted mismo y construya su propio sistema ético” como se hace con los muebles de Ikea. 

Lejos de haber producido una hecatombe, la disolución de los sistemas rígidos morales ha creado una nueva ética y no un libertinaje y un reino del caos general, como pronosticaron los apocalípticos. 

La época individualista ha dado lugar a una conciencia, que emerge cuando el individuo es capaz de identificarse con el sufrimiento ajeno; (algo impensable hace algunos siglos).

Esto ha servido como factor de sensibilización hacia aquellos colectivos considerados como peor tratados o menos afortunados hasta ahora (pobres, discapcitados, mujeres, niños, homosexuales y razas estigmatizadas etc).

Existe hoy una conciencia ética general muy distinta a la del pasado; que no está regida por normas morales impuestas desde afuera, sino por normas que surgen desde adentro.

Es el propio individuo el que aprende a respetar y a solidarizarse con los demás y con sus diferencias y lo hace desde esa identificación, que es la que le sirve para acercarse al otro. ¿Y si me pongo en su lugar, qué sentiría yo?

La posmodernidad no es sinónimo de una inmoralidad ni de una permisividad generalizada, sino que por el contrario, ha dado lugar a un ser preocupado (como nunca antes en la historia de la humanidad) por los derechos humanos, por los valores de tolerancia y con un sentimento de repulsa general hacia toda violencia gratuita.

Por eso resulta extraño que la izquierda a lo único que dedique sus campañas políticas sea a hacer hincapié en propagandas y consignas que ya son viejas, porque sin duda son consignas que ya están logradas y siguen desarrollándose de forma responsable y sin descanso en el mundo occidental. ¿Será que se han quedado sin otros recursos viables de publicidad?  (Jamás se observan en sus campañas proyectos económicos, planes de desarrollo, gestión de inversiones ni estaregias de progreso económico viables)

Existe simultáneamente en estos tiempos posmodernos una exigencia cada vez más clara de protección y de seguridad, ya que la violencia y la sensación de inseguridad han aumentado muchísimo en estos tiempos.

No olvidemos que el hombre posmoderno europeo es un hombre pacifico y desarmado y que delega su seguridad a la protección del Estado.

El hombre posmoderno no está acostumbrado ni autorizado a la lucha física, ni a defenderse cuerpo a cuerpo como lo estaba el individuo del siglo XVIII y por lo tanto, su sensación de indefensión es mucho mayor a la del hombre de aquel entonces, que estaba preparado y autorizado a hacerse justicia por sí mismo. 

A algunos les puede sonar contradictorio que el hombre posmoderno exija seguridad y presencia policial, pero esta época posmoderna está regida por las contradicciones más increíbles.

Sin ir más lejos, aquellos que se autodenominan pacíficos son hoy los violentos y los estigmatizados como violentos son los pacíficos.

JR

 

 

 

“America First, Europa después”

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Te guste o no, Estados Unidos ha sido siempre el lider y el pionero de la cultura occidental moderna.

Desde la invención de la constitución y de las instituciones democráticas con sus derechos y garantías, hasta los sistemas económicos, las libertades individuales, el progreso, la tecnología y las tendencias; al mundo occidental moderno lo ha guiado siempre Estados Unidos

Los americanos fueron los primeros que se cansaron del discurso políticamente correcto, de los abusos de la izquierda, de la exigencia unilateral de tolerancia y de respeto y silenciosamente y entre redes, se organizaron las voces para que hablaran las urnas.

Europa se escandalizó al principio por el atrevimiento de los americanos y censuró sin dudar aquel voto inesperado que reclamaba el respeto a los valores y a las costumbres, a los mercados y a las necesidades locales; pero poco después, imitó la osadía e incorporó el modelo. 

Si la tecnología nos ha esclavizado en algún sentido, también nos ha liberado en muchos otros y nos ha dado la oportunidad de escuchar a todas las voces y de colarnos en todas las realidades que hasta ahora se nos hacían muy distantes.

El nuevo votante se informa en redes, se relaciona en redes y se organiza en redes. Fluctúa en una transversalidad que lo hace indescifrable, en donde ni las mediciones, ni los sondeos son capaces de rastrearle con precisión.

Europa despierta poco a poco de aquel letargo socialista y se activa. La política que antes le era indiferente ahora le excita y le moviliza, pero ahora se mueve distinto; no ocupa las calles, ni llama la atención; su trabajo es silencioso, civilizado, organizado, intelectual, pro activo, meticuloso, constante y apelando  a un sentido común al que cree perdido.

Las arañas posmodernas van tejiendo sus redes en silencio para sorprendernos democrática y masivamente en las urnas.

America first, Europa después.

JR