» Dios ha muerto» sentenciaba Nietzsche adelantándose a su tiempo. Tenía prisa por esa muerte que sería sin duda quien daría paso al nacimiento de su soñado superhombre. Este ser nacería sobre las cenizas de un Dios para volverse tan divino como él.
Viendo los tiempos que corren ya quisiéramos que Dios hubiese muerto porque así no tendríamos las matanzas y los dramas humanitarios que prescenciamos a diario en su nombre. Dios se ha vuelto la excusa para todo, especialmente para la maldad y para la imposición de ideas contrarias al bienestar y a la dignidad del ser humano.
Cuando la idea se vuelve mas importante que el hombre, cuando la humanidad se vuelve mas importante que un sólo ser humano, se pierde entonces al hombre y toda su grandeza.
¡El hombre se ha vuelto el esclavo de Dios y sin embargo, ha sido él quien lo ha creado…!
Lo mismo nos sucede ahora con la tecnología, el hombre termina siendo el esclavo de todo aquello que crea para hacerle la vida más fácil. Y el hombre se convierte en esclavo de todas sus creaciones.
En uno de sus grandes enfados Jesús el Nazareno dijo : » El Sábado fue creado para el hombre y no el hombre para el Sábado». Al decir estas palabras, Jesús intentaba poner de manifiesto esta tendencia, en donde nuestras creaciones se convierten en nuestras prisiones.
Las tradiciones, las leyes y los dogmas, se imponen a la verdadera religiosidad que es el cuidado del ser humano. Las leyes antiguamente, eran la única manera de preservar a la especie de su extinción previniéndola de enfermedades o conductas nocivas que le conducirían por un camino hacia la autodestrucción.
Es curioso ver como todo aquello que el hombre crea para poder subsistir y organizarse termina tiempo después dominándole.
Esta tendencia se manifiesta cuando las cosas salen de su espacio/ tiempo y permanecen inmóviles por demasiado tiempo. Todo aquello que no se actualiza regularmente finalmente se pudre. Todo aquello que se preserva puede con en tiempo envenenarte.
El hombre es siempre el valor supremo. No puede haber nada encima del ser humano, ni siquiera Dios. Dios fue creado para el hombre y para sobrellevar el desamparo y el desconsuelo que azotan nuestras vidas, pero pareciera como si este «Dios consuelo» se hubiera convertido en el responsable del desamparo y del sufrimiento cotidiano de muchos de sus pueblos.
Se utiliza a Dios para justificar las matanzas, para encubrir la codicia y para disimular la maldad. Sacrificar a un ser humano en nombre de una idea, en nombre de un Dios es criminal porque no existe ninguna idea que valga la mitad de un ser humano. Son las ideas las que deberían servir al hombre y no el hombre a las ideas.
Esto es lo que hacen las religiones y las ideologías vigentes en donde se intenta imponer el miedo y la sumisión bajo un dogma o políticas que poco tienen que ver con nuestra naturaleza y nuestro bienestar.
La laicidad se extiende en estos tiempos, no como una ideología, sino como un cansancio frente esta subordinación a la maquina del mal, que hemos creado para ayudar al hombre a afrontar su soledad y sin embargo hoy, es quien genera su desgracia.
La religión nos impone una idea. Nos demanda la pertenencia a un grupo al que entramos mucho antes de poder ponernos en pie por nosotros mismos. Un grupo elegido para nosotros por aquellos que nos aman, nuestra familia.
Esta es la primera esclavitud del ser humano y de la que mas le costará liberarse más tarde.
Se nos obliga a venerar una imágen y una conducta que poco tienen que ver con nosotros y con los tiempos en los que nos toca vivir. Cada profeta, cada Dios, ha sido único dentro de su espacio/ tiempo y la realidad en la que ha existido también fue única. Intentar parecernos a ellos no sólo es antinatural, sino también violento.
Intentamos en nuestra época terminar con la anorexia y denunciamos el photoshop que hace creer a nuestros hijos que la perfección está disponible.
Intentamos atajar las depresiones y la violencia de unos adolescentes que por mas que lo intenten, no podrán parecerse jamás a Ronaldo o a Kate Moss, a Angelina Jolie o a Messi. Y por otro lado, pregonamos la búsqueda de ser Buda o un Cristo.
Los ideales están a la vista y son igual de inalcanzables unos que otros.
Imponemos a nuestros hijos unos ideales, totalmente defasados a nuestro tiempo y fuera de su alcance. Lo que no quiere decir que aprendan de ellos su originalidad y su valentía. La osadía que todos estos grandes hombres, tuvieron en su tiempo, trayendo un mensaje nuevo y una mirada distinta al mundo en que vivian.
Amamos a nuestros hijos aún sin saber bien, qué es el amor.
Alguien que te impone un ideal que no eres tú, no te quiere.
Alguien que te marca un camino que te lleva lejos de tu autenticidad, no te quiere.
Para conseguir su aceptación, intentamos encajar, llevamos mascaras y personalidades, pero dentro nuestro sabemos que ése no somos nosotros.
No hay nada mas difícil en este mundo que ayudar a los demás a ser ellos mismos. Estamos acostumbrados a imitar y a copiar los caminos de otras personas.
Amar a los demás como son, es la tarea mas difícil y crear el espacio para que surja lo auténtico es un camino solitario.
Pero sólo hace falta una persona que crea en ti. Alguien que no espere que seas diferente de lo que eres, alguien que te dé sin esperar una recompensa, ni un resultado en el futuro.
Si encuentras a una sola persona en este mundo que crea en ti sin esperar nada mas que tu autenticidad será suficiente.
Quizás lo que necesiten nuestros hijos sea un kilo menos de dioses y una pizca mas de fe en ellos mismos.
«Dios ha muerto» no fue una sentencia, sino un sueño.
Un sueño en donde «el hombre» por fin podría nacer. Único y original como había sido creado.
JR