
De todos los deseos y las nuevas resoluciones para el año nuevo, me he quedado sólo con una y es la de «creer en lo imposible» para Navidad.
Nuestro tiempo nos ha demostrado que éste es el recurso de adaptación, que necesitamos para entender y sobrevivir a todo lo que nos pasa.
Era imposible pensar que el país más rico del mundo en 1930 ocupase hoy un lugar en el top 10 de los países más miserables del mundo y era aún más imposible, pensar que un futbolista roquero, se convertiría en el brillante economista y presidente argentino que le cambiaría ese destino.
Era imposible imaginar que un ingeniero se convirtiese en el hombre más visionario de este planeta, activista político y patriota; pero pese a cualquier pronóstico, Elon nos ha demostrado, que nadie en planeta tierra sabe soñar como él.
Era imposible creer que una niña de cuarto de primaria fuese la activista más polémica y mejor pagada de la historia, pero Greta nos ha enseñado que no hay límite de edad para facturar a lo grande y para engañar al mundo entero con la culpabilidad del ser humano en el cambio climático.
Era imposible pensar que la tierra de Pelayo pudiese algún día convertirse en la sumisa y culposa tierra que es España hoy, que acoge, incita, motiva y soporta los abusos de hostiles extranjeros, que vienen a recuperar aquello que creen que les pertenece.
Era imposible también, imaginar que una rubia de 1,60 de altura fuese la encargada de poner orden en Italia y de enfrentrarse a las camorras y a las mafias migratorias con la entereza de un gigante.
También era imposible soñar con que un rubio de origen irlandés, dejase a un lado su vida de lujos, hoteles y campos de golf para dedicarse a «volver a hacer a América grande» y luchar contra todos los poderes marxistas que rigen hoy los Estados Unidos y organizan el destino del mundo.
Era imposible pensar también, que los graduados de las universidades más prestigiosas del mundo fuesen hoy una manada de pro terroristas y defendiesen con tanto esmero y vehemencia la destrucción de todos los principios y valores de la civilización occidental, esa misma que los ha educado en libertad y les tolera la ignorancia de enfundarse en banderas palestinas.
No hay duda de que el mundo se ha vuelto impredecible y aquello que necesitamos es la habilidad para verlo venir y sobre todo para resistirlo; una capacidad de adaptación que logre que el pronóstico más insólito e inesperado, no nos haga morir en el cortocircuito.
Yo este año había limpiado la piscina y tenía listo el bañador para celebrar mi navidad en Europa, muy atento a las amenazas de Greta y de Bill Gates sobre el calentamiento global; imaginé que por fin disfrutaria de una Navidad estival; pero sorpresivamente aquí no dan a basto los radiadores para abrigarnos de tanto frío.
Por eso considero fundamental pedir este deseo en Navidad y sobrevivir con salud y estoicismo a este viaje a lo inesperado.
JR