«El Retorno a la Decencia»

Pocas cosas resultan más vergonzosas que la falta de decencia, sin embargo, pocas cosas hay, que se normalicen con tanta facilidad.

Mucha gente se impacienta con la llegada del progreso porque la inmediatez se ha vuelto nuestra forma de vida y estando a un «clic» de todo, hemos perdido la capacidad de esperar; ese don al que antiguamente llamábamos paciencia. 

Hoy, la paciencia está asociada únicamente a la capacidad de soportar lo estrictamente necesario e inevitable, siempre que ese aguante, nos aporte algún beneficio relativamente inmediato.

La paciencia solía ser la distancia entre un deseo y un resultado, un espacio vacío que implicaba  esfuerzo, dolor y abstinencia; un proceso de carencia que domaba la ansiedad y creaba un carácter aguerrido y resiliente.

Los genios, los artistas, los creadores de cualquier disciplina se forjan a base de ella y la necesitan como al aire que respiran, para convertirse en lo que son.

La paciencia no es garantía de   triunfo, ya que no todas nuestras ambiciones ni todos nuestros sueños se harán realidad; ni siquiera a base de paciencia.

Pero aunque la hayamos atravesado sin el deseo cumplido, saldremos de allí siendo personas fuertes y decentes.

Todos quieren la gloria, todos compramos la importancia del éxito, pero el éxito y la fama son  una anormalidad en un mundo de seres corrientes y maravillosamente anónimos.

El éxito es un accidente que le sucede a algunos pocos y a distintos niveles, y en algunos casos, una carga insoportable, para aquellos que una vez que lo consiguen, no son capaces de sobrellevarlo.

Pero por más que el éxito no llegue, o no seamos los mejores del mundo, ni una potencia mundial, ¿Seremos capaces de apreciar la grandiosa oportunidad de convertirnos en un país decente?

JR

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