«¿En que mundo estamos mama´? me pregunta Max, cada vez que viajamos a algún lugar.
«¿Como se llama este mundo?» insiste.
Intento no corregirlo, porque esta pregunta, ademas de hacerme gracia, me parece sabia.
Es esta sabiduría, que posee la ignorancia, este percibir las cosas sin filtro, lo que me maravilla y me sorprende.
La belleza de ver las cosas, con una claridad poco comun.
Esa percepción pura, sin nombres, sin prejuicios y sin formas establecidas.
Se´ que pronto perderá esta percepción, cuando todo empiece a nombrarse, para poder crecer ,en este mundo de todos.
Pero hoy, mientras tanto, la disfruto, la respeto y la pienso mucho.
¿Mama´, en que mundo estamos ahora?
Quizás esto me recuerde, que la diversidad aporta mundos diferentes y crea espacios desconocidos y misteriosos,
Lugares a donde uno puede trasladarse, y aprender.
Y luego volver a su propio mundo, diferente.
Porque haber pisado otros mundos, solo pueden devolverte distinto.
Al salir por la puerta cada mañana, nos despedimos de nosotros, como somos hoy.
Haber pasado el día en otros mundos, casi como astronautas, es lo que nos retornara distintos.
Seres que llevan a cuestas el conocimiento de años, de un planeta, y que de golpe, se encuentran con otro.
¡Que¨ sensaciones! ¡Que¨ sorpresa! ¡Que¨ asombro! sentirá Max al preguntar.
Pronto debere´ explicarle, que solo son pueblos, ciudades o países diferentes.
Que no son mundos, a los que vamos, sino que todos pertenecen a un mismo mundo, aunque sean, tan diferentes al nuestro.
Cada uno vive en su mundo y cada uno crea su mundo.
Sus códigos, sus formas, sus costumbres, sus rutinas, sus sueños y sus propias pesadillas.
Max tiene razón,¡ Hay tantos mundos….!
Y que´ difícil es crear, UNO SOLO PARA TODOS.
Quizás no debería ser ese nuestro objetivo, quizás ese mundo, no sea posible.
A su manera, cada uno aprende a amar su mundo.
Y cada mundo, ha sido creado a nuestra imagen y semejanza.
Nuestro mundo, no nos es ajeno, nuestro mundo, se nos parece.
Lleva nuestro nombre y se ha hecho un reflejo de lo que somos, de nuestros deseos, de nuestros miedos, de nuestros cielos y de nuestros infiernos.
Mirar nuestro mundo, es vernos a nosotros.
Quizás la creación de Dios, relatada en la Biblia, no sea mas que una metáfora.
Un cuento mas, para explicar lo inexplicable.
Aquello que no se puede entender de otra manera, que con el cuento de un padre, antes de dormir.
La creación de un mundo a imagen y semejanza, quizás no sea solo un cuento, sino también nuestro destino.
¡Pero cuanto mas bonito, es ,que te lo cuenten en cuento!
Los cuentos enseñan sin agredir, sin sentir que la verdad nos apuñala.
Transmiten con personajes, que respiran como nosotros, y poseen esa dualidad, que tanto nos atormenta.
Relatos, que le quitan el sabor amargo a cualquier verdad y la vuelven tan suave, como una almohada.
Cuando la verdad se cuenta en cuento, se aprende de otra manera.
Y se guarda para siempre.
Cuando el cuento suple al dogma, la apertura del corazón se percibe, y el mensaje se recibe mejor.
De corazón a corazón, como se guarda todo lo que nos forma, todo lo que nos moldea.
Y así lo han comprendido, los grandes maestros de la historia.
Los grandes místicos, han utilizado los cuentos, los chistes, las parábolas, los versos, para explicarte con dulzura, lo que no puede ser dicho, con palabras sin magia.
Eso que pasa de uno a uno, como por osmosis, algo que se contagia, sin querer.
A veces recordamos a algún maestro en nuestras vidas, alguien que cambio» algo» en nosotros.
Y» ese algo», suele ser, la forma de percibir las cosas.
Y la percepción, es lo que cambiara´ todo lo demás.
Recuerdo a una profesora de Historia, que nos enseño la cultura griega, como si ella fuera, prima de Sócrates, con esa cercanía y ese sentir, que solo da, la propia experiencia.
Nos contagiaba su pasión, su amor a lo que enseñaba.
Y enseñaba como enseña una madre, con la mejor intención.
Y la escuchábamos como si fuéramos sus hijos, con esa apertura, con ese cariño, con esa fe.
En sus clases, uno se transportaba a las calles de Atenas, conversaba con Aristoteles y veía a Sócrates en prision.
Cuando subí al Partenón por primera vez, llore¨ de emoción. Y ella estaba allí conmigo, porque jamas la olvide´.
Ella cambio mi percepción, porque no me enseño solo¨historia, sino que me hizo sentir la historia.
El verdadero aprendizaje, se produce con todos los sentidos y la sabiduría se contagia, con todos los sentidos.
Esto es algo, que solo te dará un buen maestro.
Alguien que te enseñe como se cuenta una historia, antes de dormir.
Y esas historias, se cuentan, solo con el corazón.
Las historias de antes de dormir, jamas se olvidan, se quedan contigo para siempre, porque esas historias, se vuelven, parte de ti.
Han entrado en ti, de una forma mágica.
Con la dulzura de una canción de cuna, que solo quiere ayudarte, en tu pasaje de la vigilia al sueño.
Sin empujarte, sin forzarte, casi por osmosis.
GALAXIA
A veces creo que no existirá jamas, un mundo para todos.
Creo que esta riqueza de mundos, debería permanecer, para aportarnos comprensión y sabiduría.
Solo lo diferente, exige comprensión.
Porque para entender lo igual, solo necesitamos memoria.
Quizás no sea UN mundo, lo que deberíamos crear, sino una galaxia de comprensión.
Donde muchos mundos giren y cada uno, pueda aportar su belleza, para cohabitar en armonia.
En donde podamos alumbrarnos de la luz de algunos soles, soñar con la melancolía de las lunas, girar con la velocidad de la tierra y copiar los colores de otros planetas.
Todos tenemos un mundo que enseñar.
Muchos se nos pegan, se nos contagian, algunos contaminan y otros enriquecen, pero todos enseñan.
Si cambiamos la percepción, quizás, nos solo logremos entender mejor la historia, sino también, podamos entender mejor, al hombre.
¿Será entonces, que nuestros desencuentros, se han vuelto solo» un error de percepción»?
¿Será recuperar «esa percepción sin filtro», uno de nuestros nuevos objetivos, para poder entendernos?
Si logramos enfocar en los filtros que nos ciegan, en los nombres, en los prejuicios, en las creencias, quizás podamos, no solo cambiar nuestro propio mundo, sino comprender el ajeno.
Y así mirar, como mira Max.
Con traje de astronauta y con una mirada, llena de asombro, todos los mundos que ve.
Josefina Rueda