«El mayor peligro en la crianza está en la mano que mece la cuna» JR
Muchos de los problemas de nuestra época son el resultado de años de educar en el resentimiento.
De hecho, la mayoría de partidos de izquierda basan sus política educativas y religiosas en enfatizar estratégicamente sobre determinadas partes de la historia de la humanidad; no con el fin de hacer que los alumnos perciban la injusticia o la barbarie que expone nuestra terrible historia, ni para que aprendan a no repetir los mismos errores que cometieron nuestros antepasados, sino para continuarlos.
Educar en el resentimiento es algo muy sutil y que va encubierto bajo un halo de bondad o de empatía con aquel que ha sufrido, pero en realidad es una técnica muy hábil que esconde oscuras intenciones.
La intención de la educación del resentimiento nunca es la de aprender y superar a la historia. Y con esto me refiero no sólo a superar el dolor que ha causado siempre la injusticia, sino a superar en actitudes al hombre del pasado.
El objetivo de la educación del resentimiento es la de mantenerte atado al pasado.
Año tras año se va engrosando el grillete colocado en la pierna de cada alumno, con la intención de no permitirles jamás avanzar.
Permanecerás así atado a la injusticia y sometido a la obligación de vengarte.
El problema surge cuando algunas décadas después, estos prisioneros del sistema educativo del adoctrinamiento salen a vengarse de un enemigo que ya no existe.
Y entonces comienza una absurda lucha contra personajes del pasado, a los que hace siglos se ha enterrado y superado.
Aqui comienza la lucha contra los molinos de viento de Don Quijote al grito de «libertad», entonado al unísono por unos jóvenes que son prisioneros de un odio del que no pueden escapar, porque sus mentes han sido programadas año tras año, curso tras curso, para odiar a un enemigo ancestral que ya no existe, pero al que ellos creen ver a cada paso.
Muchos temen a un futuro plagado de máquinas sin ninguna autonomía que respondan a las órdenes de un cerebro dominante, pero desgraciadamente esas máquinas programadas sutilmente por un cerebro dominante ya están aquí.
Sin embargo, estos justicieros adoctrinados de carne y hueso parecen no asustarnos.
JR
» La mayor virtud de un educador no es el conocimiento, sino la capacidad de aparcar sus odios fuera de la clase y enseñar superación.» JR