«El sustento del poder no es la acción, sino la promesa». JR
Considero que las distintas actitudes que los seres humanos tienen a hacia todas las cosas, son independientes a la profesión que ejercen. Y suelo ver muchas veces, a rebeldes que se dedican a la política y a políticos que se dedican a la revolución.
A pesar de que la rebeldía se haya ganado muy mala prensa, a causa de todos aquellos que dicen ser rebeldes y que en realidad no lo son, este concepto antiguamente solía representar ideales mucho mas nobles de lo que hoy se presume. Un rebelde tenía mas que ver con la construcción de un nuevo modelo que funcione, que con la destrucción que impone como norma la revolución.
La diferencia entre ser un político y ser un rebelde, es que el rebelde busca hacer bien su trabajo y se mantiene en un constante esfuerzo hacia la excelencia. Suele ser un buscador nato en cualquier profesión en la que ocupe su vida. A veces puede caer mal a la gente porque tiende a ser demasiado sincero o realista, y principalmente, porque su intención no está dirigida hacia la complacencia de las masas, sino a buscar mejores opciones en cualquier ámbito en el que se encuentre. Considera que su primer compromiso, no es el de alimentar su propia vanidad a fuerza de popularidad, sino el de cumplir con su función lo mejor posible.
El rebelde es consciente de que a veces las masas le amarán y de que otras veces le odiarán y considera a estos dos resultados, como daños o beneficios alternativos y colaterales inevitables a toda acción. Es cierto que muchas veces su implicación incomoda o disgusta, pero su intención en realidad, aunque a veces no compartida, anhela el bienestar colectivo.
El político en cambio, es aquel ser humano que dedicándose al rubro que sea, sólo busca agradar. Ser político no significa tener un cargo en el gobierno, sino ser poseedor de una particular forma de ser. La búsqueda constante de conseguir aprobación, acarrea consigo a veces un gran nivel de popularidad y de aceptación entre la población, pero no siempre está impregnada de buenas intenciones.
En su búsqueda de popularidad el ser político se atreve a proponer las cosas mas absurdas, con tal de que su público le aclame, pero sin tener en mente ningún plan coherente para llevarlas a cabo y esto sucede porque en realidad, el ser político no está interesado en la acción constructiva, sino en conseguir poder. Y el sustento del poder no es la acción, sino la promesa.
La promesa alimenta la afinidad de las masas mucho mas que la realidad, porque mientras la promesa es dulce, la realidad sabe a esfuerzo y a trabajo.
A diferencia de lo que muchos creíamos, siempre hubo muchos mas políticos en la revoluciones y movimientos populistas y muchos mas rebeldes en la construcción de una sociedad ética y justa. Pero solemos confundirlos a menudo, pensando que el rebelde es aquel que promete y el ser político es el que hace, mientras sucede generalmente lo contrario.
El rebelde es el hombre que realiza su trabajo a conciencia (¿hay mayor rebeldía que esa?) y el político es aquel que ansiando solo el poder, promete y encanta, pero sin la intención de hacer ningún esfuerzo.
JR