No es extraño que en estos tiempos tan populistas se nos obligue a presenciar argumentos tan confusos como la necesidad de blindar los derechos. Se va acostumbrando poco a poco a la gente a escuchar las incongruencias mas grandes, sin mostrar siquiera una mueca de cortocircuito.
Vamos por la vida intentando no desentonar con la tendencia buenista del momento, apoyando la necesidad de privacidad que exigen los concursantes de gran hermano, la tolerancia que se merecen los fundamentalistas y los salarios que le corresponden a aquellos que no están interesados en levantarse a las 6 de la mañana para coger un tren y pasar 8 horas en la oficina.
Mis precarios conocimientos sobre derecho me habían llevado a entender que el derecho no existía como un ente aislado en una sociedad, sino que era un producto generado por una serie de obligaciones, que al cumplirlas debidamente, generaban a su vez tu derecho.
Para mi este sistema funcionaba de la misma manera en que funciona una ecuación matemática, que mientras respete los valores siempre mantendrá inalterable su resultado. Pero que si los valores variaban aunque fuese sólo en una milésima, el resultado inevitablemente cambiaba.
El blindaje que proponen los estrategas populistas supone establecer al derecho como algo inamovible y no como a un resultado permeable a los cambios en las obligaciones de los individuos, es decir, ¿Cómo proponer siquiera el blindaje de un derecho si las obligaciones de los individuos han cambiado? ¿Es posible mantener inalterado aquello que inevitablemente depende de la sustentabilidad que le otorga la obligación?
La juventud tiende a creer que ha llegado a un mundo lleno de derechos, como si éstos hubieran sido el resultado del séptimo día de la Creación. Al terminar Dios con la naturaleza y con el hombre, en vez de descansar, se dedicó a crear todos los derechos de los que hoy ellos disfrutan, sin sospechar siquiera que todos esos derechos sobre los cuales descansan, fueron creados por las obligaciones que se impuso a si mismo el hombre.
Y cuando estos mismos jóvenes miran hoy el telediario descubren sin ningún atisbo de curiosidad profunda, que en Aleppo por ejemplo, no hay derechos, por lo cual presuponen que aún quedan en este planeta, algunos sitios todavía en obras.
Si nos centramos en los derechos del niño por ejemplo, estos nacen como resultado de las obligaciones que se impusieron a los padres y sin este acuerdo previo, el derecho del niño no hubiera nacido nunca.
Tu derecho por lo tanto, es el producto de un esfuerzo previo y el cumplimiento de este esfuerzo es sin lugar a dudas, quien te garantiza el derecho.
Cuando vemos actualmente a niños de 10 años en estado de ebriedad en los parques municipales, todo nos dice que su falta de derecho a estar sobrios con 10 años, se debe a la carencia de responsabilidad de sus tutores en cumplir con su obligación de padres. Y al no cumplirla, el estado es quien debe asumirla para garantizar al niño su derecho, pero no olvidemos que el estado se mantiene con las retenciones salariales de esos trabajadores que se levantan a las 6 de la mañana para coger el tren y pasar 8 horas en la oficina. Por lo cual, la irresponsabilidad de unos la pagamos todos, porque nos implica una retención mayor en el salario y en los impuestos, a todos aquellos que además se toman el trabajo de educar a sus hijos.
Pero desgraciadamente en estos tiempos tan populistas se confabula a las masas bajo un concepto erróneo sobre el derecho que no incluye a ninguna obligación. Este es el daño que se le hace a conciencia a un ser humano, acostumbrándole a vivir siempre desagradecido, exigente y desocupado y creyendo que se lo merece todo sin tener por su parte ninguna obligación.
En el mundo del buenismo europeo, aquel que no desea trabajar vive tranquilamente de subsidios y el pensionista que trabajó toda su vida pagando con sus impuestos la escuela y la sanidad pública del vago actual, vive sin nada.
Pero tranquilo, que nada te turbe, que nada te afecte, que nada te importe y sobre todo, que nada nunca te incomode, ni te haga salir de este mundo de los buenos en los que el populismo va sumergiéndonos a todos, utilizando a la pobreza como a un arma de destrucción masiva dirigida hacia el sistema y hacia todo aquello que pueda llegar a acabar con la pobreza.
Porque si la pobreza se acaba, de qué vive el populismo? Es por eso que la preserva, la multiplica y la enciende, haciéndonos creer a todos que ellos son los buenos y los que dan empleo, el enemigo.
La tendencia es sin embargo, mantenerse ciego, digo bueno, y blindarse bien.
JR