«El riesgo que existe en realidad con el uso intensivo de algunas palabras como «discriminación» es que cuando comienzan a significar tantas cosas distintas, terminan muchas veces, sin significar nada en absoluto. Con tanto uso, vamos perdiendo el foco de aquello que en realidad querían denunciar y se pierden aquellas ocasiones puntuales en las que realmente habría que emplearlas sin dudar.
Seguramente en nuestros días siga existiendo la misma discriminación que hubo siempre, pero si a todo lo que nos sucede le llamamos discriminación, entonces la discriminación real comenzará a pasar desapercibida.» JR
Cuando una palabra se pone de moda nos toca aguantarla hasta en la sopa. Y así sucede últimamente con esta palabra que parece ser hoy suficiente, para cubrir cualquier vacío disponible.
Cuando alguien no desea cumplir con alguna norma siempre puede gritar ¡Discriminación! y mágicamente será liberado de cumplir con aquella normativa que le incomoda o con cualquier condena vigente. Ante esta acusación toda obligación parece ceder milagrosamente de la misma manera en que se le abrieron a Moises las aguas del Mar Rojo, ya que al pronunciarla funciona igual que la clave de Aladino que abría todas las puertas. Y esta táctica la usaron sin reparos, los abogados de O.J Simpson para liberarlo de su condena por asesinato.
Cuando una mujer que trabaja en el Parlamento se niega a asistir al trabajo vestida de parlamentaria porque prefiere lucir escotes de fiesta, puede entonces gritar_ ¡discriminación!, convocar una marcha de protesta, cortar la avenida, hacer llegar tarde a toda una población al trabajo y aún así resultar intocable, porque cualquier sanción que reciba la señora, podría ser también considerada como una discriminación mas.
Esto también sucede cuando una republicana insulta a Michelle Obama en las redes sociales, haciendo comentarios desagradables contra la primera dama americana. Y a esta terrible ofensa la llamamos también discriminación.
Sin embargo, cuando a Trump se lo compara con un pájaro con el que casualmente comparte peinado y color, nadie grita discriminación, y no sólo eso, sino que además, compartimos alegremente la broma en Facebook, sin darnos cuenta de que comparar a Trump con un pajarraco, también podría considerarse igual de discriminatorio que comparar a la inteligentísima Michelle Obama con un simio.
Es cierto que a veces resulta mas cómodo alegar discriminación que admitir nuestra propia falta de talento, de mal gusto, de educación, de capacidad o de recursos. Y sin duda, es mucho mas fácil decir que alguien no me contrata para un puesto de trabajo porque me está discriminando en algún sentido, que reconocer que quizás yo no esté lo suficientemente cualificado para el puesto. Y a veces sucede, que no es discriminación lo que me ocurre, sino que simplemente yo no soy lo que buscaban. ¿Será acaso no encajar en un perfil de búsqueda también discriminación?
Para las mujeres es importante entender que a veces resulta necesario contratar a personas que no se quedarán embarazadas a los seis meses de trabajo, ni pedirán licencias interminables y reducciones de jornadas, ni faltarán al empleo por las recurrentes enfermedades de los niños, ni alegarán siempre como excusa aquellos problemas que tenemos las mujeres en nuestro intento desesperado por compaginar jornadas intensivas de trabajo, con una vida familiar igual de exigente. Lo cierto es que la empresa teme a las mujeres en edad de maternidad y eso todos lo sabemos, pero es necesario decirlo sin complejos, no para condenar a las empresas, sino para encontrar una solución.
Lo preocupantes es que ahora hemos permitido que los empresarios nos teman aún mas, gracias al abanico de posibilidades que nos ha otorgado este nuevo derecho a declararnos discriminadas ante cualquier exigencia.
Hoy se le han facilitado al empresario muchos mas motivos que antes para temer y evitar a las mujeres, aunque seguramente mi observación sincera se ganará las críticas de todas aquellas mujeres adictas a la discriminación y a la perpetuidad del victimismo femenino. ( que en algunos casos es real, pero en muchos otros es falso)
Otra costumbre actual es la de confundir a la discriminación con la violencia, que aunque en ocasiones se dan juntas, no siempre están relacionadas. Violentos y locos, los hubo siempre y en todos los ámbitos; enfermos de celos, gente primitiva o psicológicamente inestable, destripadores, asesinos, fanáticos religiosos, ociosos, degenerados, violadores y pederastas. Pero antes, esta información quedaba archivada en las comisarías por falta de pruebas o por carencia de legislación y de cultura, y se silenciaba en los orfanatos, en los gimnasios, en los internados, en los pueblos, en las parroquias o en las familias; en vez de circular públicamente por la red, como sucede en nuestros días.
No es que la cantidad de locos haya aumentado, sino que ha aumentado la cantidad de población en general, sumado a que ahora, las barbaridades de los locos de la superpoblación se difunden global y masivamente al instante. Pero la violencia en la mayoría de los casos sigue siendo solamente violencia contra aquel que se encuentra disponible.
Otras veces ocurre que las cosas que nos suceden no son actitudes discriminatorias, sino simplemente evidencias de que no somos lo suficientemente guapos, o inteligentes, o capaces, o lo buenos que creíamos ser para acceder a determinadas cosas. Y cuando logras comprender esto, aprendes que las cosas que pasan en este mundo no siempre son contra ti y que a nadie le importa tanto en realidad, ni tu color, ni el tono de tu rubio para privarte o darte la llave de la Casa Blanca.
JR