Aquel tango que hablaba del cambalache en el que se había convertido el siglo 20 parece haberse potenciado aún mas en el siglo 21.
Mientras Europa esquiva los chalecos bomba y entrena a sus hijos para correr lo mas rápido posible en caso de divisar a algún hombre con arma blanca en cualquier sitio, o para saltar del autobús en el caso de ver una mochila negra olvidada dentro del vehículo, la alcaldesa de Madrid se empeña en cambiar las figuras de los semáforos por iconos homosexuales y en pintar los pasos de cebra multicolores, para que a nadie se le ocurra sentirse excluído en este paraíso multicultural y tolerante que es Europa.
Y mientras los seres digitales hablan de la singularidad que acabará con la muerte en tan sólo 80 años, (momento en el cual se podrá descongelar por fin a Walt Disney), la Edad Media se entremezcla agazapada entre los milenialls cibernéticos, para mostrarnos que aquellas luchas religiosas medievales que estudiamos en el bachillerato, aún no han terminado.
Y así vamos, sin saber bien si lo que nos espera es vivir debajo de un burka o enchufados a una inteligencia artificial, que nos transformará mágicamente en seres eficientes y amorosos, con el conocimiento de google y wikipedia ya instalado en una aplicación dentro de nuestro propio cerebro.
El antiguo termino «estudiar» se habrá oxidado, ya que toda la información disponible estaría incorporada dentro del propio organismo haciendo que el verbo «memorizar» ocupe un lugar en un pasado indefinido. Y dando paso al verbo «condicionar» en un presente continuo.
No queda muy claro cual será la informacion que nos pondrán dentro a cada uno, pero imagino que dependerá del hemisferio y de la cultura del programador de cerebros que nos toque.
El tema de la semana en Madrid no fue el ajuste en la legislación europea en cuanto a los derechos humanos de los terroristas, (que siempre son «presuntos sospechosos en libertad para planear nuevos ataques» , hasta que se demuestre lo contrario y haya una veintena de muertos en el suelo) ; sino la legalidad del despatarre en el transporte público.
Legislar sobre el tema del despatarre es algo primordial hoy en España y uno se pregunta cómo Churchill no supo ver los riegos que este vacío legal supondría para nuestra civilización occidental. A esta lucha se sumaron inmediatamente las feministas, que se apuntan a cualquier causa que necesite un poco de violencia, pero que sorprendentemente se mantienen silenciosas y sumisas en temas de Islam, como si la vida debajo de una tienda de campaña negra les pareciera una buena opción para la mujer del futuro.
El despatarre es un tema importante y no sólo en el metro, sino como concepto general. Porque es esa tendencia a no respetar el lugar del otro, que aunque viaje a tu lado también tiene derecho a que tu pierna no invada su espacio.
El mayor de los despatarres de Europa sin lugar a dudas, es el de la millonada de individuos que viven de los subsidios y de la ayudas públicas, que pagan con sus impuestos todos aquellos que utilizan el transporte público para ir a trabajar, teniendo que soportar además, el despatarre del cómodo.
JR