«Las Promesas sin las Cosas»

«Si hacer una promesa nos pusiera igual de nerviosos que a los niños, prometeríamos menos, pero nos comprometeríamos más» JR

Nuestras motivaciones están impulsadas por eslóganes publicitarios en donde las promesas abundan desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos vamos a la cama.

Y cada producto te promete algo distinto; la cosmética te promete un futuro sin arrugas, la ropa te promete causar la impresión que deseas, los coches te prometen circular por un mundo lleno de éxitos y los yogures te prometen un tránsito intestinal regular.

Estamos acostumbrados a que nos prometan el día entero y aunque hayamos comprobado que la mayoría de las promesas no se cumplen, seguimos creyendo en ellas porque el deseo de creer es la fuerza que nos mueve.

Desgraciadamente la política también se mueve dentro del ámbito publicitario y utiliza a la imagen y a la promesa como estrategia para conseguir votos y poder.

La decepción llega después, cuando la promesa se queda sin las cosas y allí es donde la desilusión se apodera de nosotros. Pero nunca permanece por demasiado tiempo, sin que una nueva promesa vuelva a aparecer.

Antiguamente la única marca valiosa que tenía un individuo era su nombre. El nombre valía más que la vida misma, porque era su huella, su paso por este mundo y aquello que se quedaría para siempre cuando se fuera.

La gente valoraba las promesas porque en ellas empeñaba su palabra y esa palabra era su marca, su honor y su legado.

Las promesas no eran tan habituales como lo son hoy en día, sino acciones premeditadas que implicaban un compromiso extraordinario. Algo que aún observo en los niños pequeños,, que cuando tienen que prometer algo reflejan estar comprometiéndose con algo sagrado.

Sin embargo, los adultos prometemos con la misma liviandad con la que luego rompemos nuestras promesas.

El sueño de las marcas es el de convertirse en la cosa y muchas lo han logrado a lo largo de la historia. Hay palabras que primero fueron marcas y que hoy son para nosotros las cosas. Uno es consciente de que si llora pedirá un «Kleenex» y se le correrá todo el «Rimmel». Y éstos son sólo dos de muchos otros ejemplos en donde la marca transmuta en la cosa.

Esto mismo sucede con los hombres de palabra porque sus promesas se convierten en las cosas. Promesas como «Libertad, «Educación»,»Justicia», «Paz «o «Progreso» en boca de alguien de palabra se convierten en cosa.

JR

 

«En cada paso hacia el progreso permanece  la huella de miles de personas de palabra. Y en cada paso hacia la destrucción permanece la huella de miles de personas sin ella» JR

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