“ La felicidad es lo que buscan los felices” JR
Si viajáramos a través del tiempo y tuviéramos la oportunidad de hablar con alguien de otro siglo, nos daríamos cuenta de que nuestra actual obsesión por encontrar la felicidad es un producto relativamente moderno.
Nuestra carrera por encontrar la felicidad avanza de la mano de unos altísimos índices de depresión, y esto nos hace pensar que quizás sea la misma búsqueda obsecada de la felicidad aquello que la ahuyenta, provocando como reacción su efecto contrario.
Antiguamente la gente no buscaba ser feliz, sino poder hacer un buen plato de comida, cuidar bien de sus hijos, realizar bien su trabajo diario, plantar un bonito jardín, escribir un buen libro, ser un buen estudiante, redactar un buen poema, disfrutar de su pareja, ser un buen profesor o crear una buena melodía.
Nadie iba por la vida repitiendo “estoy buscando la felicidad” y si lo hacía muy a menudo, se lo encerraba sin demora.
Antes de la aparición de esta nueva forma de locura, el foco estaba puesto en realizar con entusiasmo la tarea que tuviéramos delante y encargarnos de tener siempre algo para hacer; ya fuese nuestro trabajo dirigir una nación, o cocinar una buena salsa. No era el ansia del sustantivo abstracto aquello que obsesionaba a las personas, sino la aspiración a la excelencia en la acción concreta que uno ejecutaba a cada momento.
La acción, no sólo es el medio de subsistencia de todo ser humano, sino la materia de la que se compone nuestra vida y la vida de toda persona al morir se reduce a una lista de las acciones realizadas. Y para los que nos quieren, a una lista de momentos compartidos.
La vida de cada uno de nosotros al fin y al cabo no es otra cosa que una continuación de rutinas, que desembocan en nuevas rutinas, que a su vez llevan a otras nuevas y así hasta morirnos; con la excepcion de las vacaciones que la descomponen en alguna medida, en cuanto al entorno, actividades y clima, aunque uno siga repitiéndose igualito tanto en la playa como en casa, en bañador o con corbata.
Uno sigue siendo uno, y si uno es un buscador empedernido de la felicidad la busca en el trabajo y luego la sigue buscando también en vacaciones.
Muchos dicen que la gente era más feliz durante épocas de guerra, y aunque esto no sea del todo cierto, si es verdad que durante las épocas más duras la búsqueda de la felicidad no aparece, porque el individuo está enfocado sólo en sobrevivir al día y en pasar el momento lo mejor que pueda.
Así es como se puede hablar sin censura sobre la búsqueda de la felicidad en los paises ricos de Occidente, pero hacerlo en sitios en donde hay extrema necesidad, hambrunas y guerras, “la felicidad” se vuelve una temática bastante extraña, además de denotar una falta de empatía importante hacia el entorno.
Lo más chocante de todo esto es que al nuevo producto “felicidad” que hemos comprado casi todos los occidentales bien avenidos, se le ha sumado ahora otro más novedoso que se llama “presencia” y aquí es en donde comienza el cortocircuito; porque cuando induces a alguien a buscar la felicidad lo quitas del presente y le colocas la mirada fija en el futuro.
Pedirle a alguien que busque la felicidad y pedirle a la vez “Presencia” es motivarlo a la locura; porque uno o está aquí o está buscando; las dos cosas simultáneas no pueden suceder.
Si estás aquí, entonces puede que descubras que la felicidad estaba en esos momentos en los que estuviste presente y entusiasmado y te olvidaste de buscar.
JR
“Cuando todo está hecho las mañanas son tristes” A.Porchia