De todas las ciencias considero a las Matemáticas como a la reina entre todas ellas; a pesar de encontrarme más a gusto entre letras y poseer el horrible defecto de contar con los dedos.
Aún así, no puedo evitar quedar fascinado cada vez que leo sobre los nuevos avances en el campo de la inteligencia artificial y admiro profundamente a quienes son capaces de utilizar la razón pura y la abstracción para entender y abordar el mundo.
Las Matemáticas han sido la ciencia que mayor progreso ha aportado a la humanidad; sin olvidarnos por supuesto de la Medicina, que ha sido la encargada de mantener a nuestra especie con vida. Pero todas las grandes revoluciones humanas han estado siempre motivadas por los descubrimientos matemáticos.
La electricidad en su momento y hoy en día la informática y la ingeniería de la inteligencia artificial, revolucionaron y seguirán revolucionando nuestra vida en este planeta.
Platón afirmaba que las Matemáticas eran “una necesidad divina” y que …”sin su conocimiento el hombre es incapaz de llegar a ser Dios, ni espíritu, ni siquiera héroe, ni puede de todo corazón pensar en el hombre o preocuparse por él”…
Lo triste es que los matemáticos no lean a Platón y que los que leemos a Platón no sepamos Matemáticas; aunque esto refuerce aún más la necesidad de la acción cooperativa para que se dé entonces el milagro.
Porque es desde la interacción entre las ciencias de donde surge el genio, ya que toda especialización cerrada en sí misma, sólo logra enfrascarnos en un oscurantismo desconectado de lo general.
Uno de los principales fines de las Matemáticas es despertar el uso de la razón, la confianza en la verdad y el valor de la demostración. Y mientras describo a esta ciencia, no puedo dejar de pensar en que éstos son exactamente los mismos objetivos que tiene la Filosofía.
Lo más triste de todo esto, es que actualmente la enseñanza de ninguna de estas dos disciplinas logre satisfacer esos objetivos en el aula y el alumno salga de clase desconfiando de la utilidad y de la interconexión que tiene todo aquello que aprende de memoria para aprobar el examen. Sin que la asignatura le haya generado la satisfacción del proceso intelectual, que siente todo aquel que razonando llega a una conclusión.
El impulso intelectual funciona como un músculo que se forja cultivando el amor por el sistema empleado y por la experiencia de la interrelacion; algo que sólo es posible a través de la comprensión de los procesos en las demostraciones.
(Cuando me refiero al amor por el sistema empleado me remito a mi propia experiencia; el año que me enamoré de la Historia de Grecia y Roma fue porque mi profesora de primero de Secundaria estaba enamorada de la Historia de Grecia y Roma, y fue esa pasión la que nos contagió a todos).
La comprensión de las demostraciones matemáticas o filosóficas generan en el aprendiz una satisfacción enorme y esto sucede cuando algo que antes creías inútil comienza a cobrar sentido. No es que antes no lo tuviera, pero como el trabajo intelectual no estaba presente en los procesos cognitivos, el interés no aparecía.
Cuando el alumno experimenta el placer que genera razonar, ya no quiere dejar de practicar ese arte y a partir de esa experiencia empieza a demandar la comprensión y la demostración de todo aquello que se le enseña. (algo que por supuesto resulta sumamente incómodo para el profesor acostumbrado a enseñar de memoria y también riesgoso en asuntos de fe y de creencias)
Este es el impulso intelectual que debe despertarse en el aula, el ansia por conocer y por encaminarse hacia procesos que arriben a conclusiones y que a la vez despierten nuevos intereses y nuevos procesos cognitivos en el individuo.
Lo que debe despertarse es la inteligencia y las asignaturas constituyen sólo los medios para movilizarla, pero nunca deben confundirse con el fin.
Porque el fin del conocimiento, como el de todo proceso, es movilizar el mecanismo y crear el movimiento; que es el hábito de pensar: una capacidad motriz a la que comúnmente se denomina inteligencia o creatividad.
Asi es como debería también funcionar en nosotros la Literatura; cada historia nos debería conducir siempre hacia nuevas letras, porque todo conocimiento debería servir como un pasaje.
Ningún estudio debería ser un fin en sí mismo, sino un medio para mantener un hábito mental superior en constante ejercicio y aplicable a cualquier circunstancia.
Y de todas las habilidades posibles, la conexión entre los distintos fragmentos que representan nuestro saber, será siempre la que más nos acerque a la comprensión de un todo.
JR
“Cuantos más intereses tenga un individuo y cuánto más dispares sean esos intereses entre sí, será más feliz y más inteligente “ JR
Gran artículo, JR. En lugar de denostar a las Matemáticas desde las Letras (lo tristemente más habitual), las pones en valor y tocas el que para mí es el quid de la cuestión: todo progreso transformador nace en la frontera entre disciplinas. Felicidades!