Si nos remitimos a las definiciones de este concepto tan vigente, veremos que la inteligencia artificial es un conjunto de sistemas creados para desarrollar la racionalidad de una arquitectura, sea ésta una máquina o un ser humano.
El concepto “artificial” nos habla por lo tanto de algo que no es auténtico o propio, sino fabricado e introducido por otros, y esto no excluye a los sistemas educativos, que transmiten al individuo un aprendizaje ordenado de conceptos, con el fin de generar un funcionamiento intelectual determinado y con fines útiles.
Si el conocimiento es en realidad una acumulación de información y de datos introducidos en un mecanismo (en nuestro caso en un cerebro) estamos entonces estableciendo que aquella acumulación de conocimientos a los que comúnmente llamamos inteligencia, es algo también artificial, o lo que denominaríamos más concretamente como memoria.
Podríamos deducir entonces, que toda información que no es obtenida por la experiencia directa es algo adquirido artificialmente (no es propio, sino ajeno).
¿Y cuál es entonces el tipo de inteligencia que no es artificial?
Se podría decir que lo único realmente auténtico es aquello adquirido a través de nuestra propia experiencia, pero sólo si ésta deja de estar influida o condicionada por los aprendizajes e informaciones anteriores; cosa que resulta ser sumamente difícil, ya que liberarse de los condicionamientos que limitan la aparición de la inteligencia es un proceso que lleva muchos años de atención. Porque muchas veces, ni siquiera muestras propias experiencias son capaces de derribar los condicionamientos adquiridos de forma artificial.
Nuestra respuesta a los estímulos cotidianos no es muy distinta a las respuestas que podría dar una máquina programada con la misma información.
Vivimos casi toda nuestra vida en una especie de piloto automático, que nos permite reaccionar de una forma similar, estipulada y predecible a los estímulos que se nos presentan y sin esfuerzo.
Esta capacidad de funcionar de forma automática nos hace semejantes a cualquier máquina programada para la misma función.
La inteligencia artificial que nos implanta la Educación es sumamente útil y escencial para nuestra supervivencia, ya que uno no debería tener que experimentar ser arrollado por un coche para aprender a parar en un semáforo en rojo.
Gracias a la inteligencia artificial obtenida mediante la información que nos aporta la Educación a todos los niveles, evitamos tener que pasar por muchas experiencias dolorosas para aprender.
Por lo cual, la información de la Educación a todos los niveles es fundamental para nuestra supervivencia, pero a la vez insuficiente para nuestra superación.
Algo similar nos sucede con las emociones; quien no ha sufrido la muerte de un ser querido es incapaz de tener la experiencia de la pérdida de otro individuo y si se compadece de aquel que pierde a un ser querido, es sólo porque ha adquirido el concepto del dolor de forma artificial y el de la compasión como reacción o respuesta. Por lo que podemos deducir que la empatía también se aprende como conocimiento o como experiencia.
Para hablar sobre nuestra reacción a aquello para la que no estamos programados podríamos remontarnos a esos momentos en los que sufrimos un estado de parálisis momentánea al enfrentarnos con cosas nuevas, cosas para las cuales no estábamos preparados o programados. Y ante estas situaciones, se nos exige una acción nueva.
Frente a este “desconocido” surge un estrés, que es la reacción de la inteligencia despertándose, (no nos olvidemos que la introducción de inteligencia artificial en el ser humano presupone la existencia de una inteligencia dormida).
La diferencia de respuestas ante una situación no programada pueden ser dos: o respondemos en forma de reacción (mecanismo de respuesta de inteligencia artificial, que en estado de emergencia asocia a una situación desconocida con alguna otra ya conocida), o respondemos con acción ( mecanismo de respuesta nueva y libre de condicionamientos externos).
Esta última forma de respuesta es lo único que una máquina jamás podrá hacer porque la máquina no conoce a la excepción y como no es capaz de crear tampoco es capaz de distinguirla.
La repetición de mecanismos aprendidos es una función «no creativa», meramente reaccionaria y repetitiva, que tanto la máquina como el ser humano, son capaces de llevar a cabo.
Salvando a la creatividad, ( que es lo único que nos diferencia de las máquinas), en el resto de situaciones funcionamos exactamente igual a ellas, con la diferencia de que ellas son mucho más rápidas, no se cansan nunca y tienen mucha más memoria.
JR