“ Se mueven, no porque estén vivos, se mueven para creer que viven” A Porchia
Si observas una mesa familiar contemporánea, ya casi no verás a un circulo lineal, conformado por puntos unidos alrededor de una mesa, sino a puntos aislados, cada uno girando en la órbita de su teléfono móvil.
Y es que el mundo digital ya no concibe al tiempo como a una linealidad, en donde el individuo se dirige hacia un destino o hacia una meta común, conformada por subidas y bajadas, valles y montañas, puentes y diques, que le marcan además, un ritmo con distintas velocidades.
El mundo digital no conoce la distancia lineal porque la ha trascendido y opera en un espacio distinto.
Hoy la velocidad de la información y de los sucesos es tan precipitada, que ya no queda tiempo para la reflexión de nada de lo que pasa, ni de nada de lo que nos pasa.
La reflexión era el espacio vacío que existía entre un suceso y otro. Un bache de tiempo que quedaba disponible para pensar lo sucedido y aprender. Era el tiempo que existía entre una cosa y otra, entre una actividad y otra, entre un encuentro y otro. ( un vacío al que hoy se teme con espanto)
Cuando nuestra cotidianeidad sucede a mucha velocidad y esa velocidad no amengua, sino que sigue acelerándose cada vez más, el aprendizaje no tiene tiempo ni espacio para suceder.
La linealidad del tiempo tejía historias, construía relaciones, vidas conjuntas y experiencias de las que nacían ideas, vínculos, aprendizajes y virtudes.
Hoy sin embargo, nada permanece en el tiempo, todo es efímero y volátil porque la falta de linealidad ha provocado también la falta de sostén.
Las cosas ya no pesan porque ya no duran, y no duran porque no tienen tiempo de detenerse. Y como no pesan ni duran, tampoco son valiosas. Todo es efímero, momentáneo y descartable.
La atomización escapa a toda fuerza gravitatoria, manteniéndonos en un espacio aislado y girando sobre nosotros mismos, sin ninguna finalidad ni sentido. Porque el sentido de todo movimiento aparece recién cuando éste se detiene. Y no existe el sentido en el ámbito nuclear.
Todo viaje cobra sentido recién cuando uno vuelve a casa, porque el volver a casa implica detenerse. Y detenerse es valorar y dar sentido al movimiento.
¿Está acaso el peso de las cosas relacionado con el valor y el sentido de las cosas?
Si, lo está. Porque para pesar, un objeto necesita permanecer. Y el permanecer es tiempo y el tiempo de permanencia es algo que desaparece en la época de la atomización y de lo instantáneo.
Aquí nada permanece, nada pesa, nada vale, nada es suficiente y nada satisface.
Ya no es fácil terminar un libro, atender a una conversación, ni concentrarse en nada. Ni hablar de construir relaciones, familias o amistades duraderas que conlleven tiempo y permanencia y una dosis de quietud, (que hoy es considerada casi como un pecado mortal o una pérdida de tiempo).
La tendencia es la urgencia por vivir conectado, eufórico, asombrado, excitado, motivado a toda hora, entretenido a toda hora, informado a toda hora y a la vez aislado a toda hora, en un espacio de soledad que gravita alejado de todo cuanto nos rodea y a la vez conectados con todo lo que no pesa, ni tiene duración, ni es importante.
Este tipo de aislamiento digital provoca un vacío que no es producto de la escasez, sino de la saturación.
Mucha gente se queja; en estos tiempos de posibilidades infinitas de distracción; de sentirse presa de una falta de sentido.
Y no es casual que las enfermedades actuales estén relacionadas con este aislamiento hiperactivo, (el vacío y la tristeza) y que sean éstas la nueva peste del siglo de la hiperconexion.
El sentido no aparece porque no se dedica ningún tiempo a darle sentido a las cosas.
La hiperconexion atrofia la capacidad de conexión que da sentido a la vida.
El sentido es tiempo y el tiempo es permanencia. No inmovilidad ni quietud estática; que llevarían inevitablemente al mismo vacío pero por una dirección distinta; sino ritmo.
Cuando la vida tiene un ritmo; uno con redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas, semifusas y silencios; entonces hay música.
JR
“Sin ritmo no hay música, ni sentido, ni vida” JR
Tanta razón y verdad «cruda» en un solo post.
Gracias JR por trasaldar con muy buen juicio la contradicción más grande de nuestra época: «un aislamiento digital provocado por un vacío que no es producto de la escasez, sino de la saturación».
Me quedo a la espera de seguir leyéndote en adelante!