No existe nada que sea valioso, si no hay alguien dispuesto a darle valor.
Pero el valor pasa muchas veces desapercibido, cuando nuestra mirada está enfocada hacia otro lado o hacia algo más.
La sensación de validez de las cosas, suele a veces aparecer luego de perderlas. Uno toma conciencia al perder, que aquello que ha perdido era valioso. Y al concientizarse de su valor se percata además, de la dificultad que tenemos para dar valor a las cosas “in situ” ( en el momento en que suceden o que están presentes).
La valorización de las cosas posee generalmente una cualidad retrospectiva, nostálgica e irrecuperable.
La dificultad en la percepción “in situ” del valor consiste en que tendemos a creer que podríamos tener algo más o mejor que aquello que tenemos en ese momento.
Un corresponsal en Londres durante la Segunda Guerra Mundial escribía en una de sus crónicas para un periódico español: _ ¿Cómo es que durante la guerra los ingleses siguen jugando al golf, mantienen sus costumbres, sostienen ecuanimidad en su justicia y continúan disfrutando de su tradicional libertad? _se preguntaba.
Los ingleses creían que sin aquellos valores no se podía ni se debía hacer la guerra y que si la guerra se hacía sin ellos, se perdía.
Porque cuando uno se enfrenta a otro es porque está convencido de que aquello que posee merece ser defendido y la mejor manera de defender tus valores no está en el frente, sino en la vida cotidiana.
Porque si ya has perdido tus valores en la vida cotidiana, ¿de qué sirve meterse en una guerra para luchar por ellos?
Lo primero que deberíamos hacer antes de entrar en cualquier enfrentamiento es tomar conciencia del valor que tiene aquello que defendemos. Y si aquello no resulta estar tan presente, entonces lo mejor es rendirse y dejarse conquistar por una cultura superior e impregnarse de nuevos valores, tradiciones y costumbres con resignada sabiduría.
¿Para qué defender aquello que no se practica porque ya no se considera valioso?
Lo importante para toda cultura es identificar sus verdaderos valores y sus verdaderas carencias y acorde a ello, evaluar qué cosas son las que merece la pena defender y qué otras es mejor perder.
Porque en ocasiones es mejor dejarse conquistar con humildad y sabiduría por el cambio, que presistir en la incongruencia.
A veces se gana mucho más perdiendo vicios tradicionales, que preservando con una irracional obstinación, quistes innecesarios.
JR
”Que lo tuve todo, lo sé»
«Lo sé porque después no lo tuve más.”
A Porchia