“La Castración de Don Juan”

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Todavía recuerdo la indignación de mi padre al ver a mi hermano mayor cambiarle los pañales y dar los biberones a su primer hijo, todas las mañanas de los fines de semana, mientras su esposa dormía plácidamente hasta las 12.

_”Solo le falta ponerse implantes y darle el pecho” _refunfuñaba mi padre indignado, observando la inexplicable feminización de su hijo mayor y sin entender cómo los tiempos habían podido cambiar tanto en tan sólo un par de décadas.

Y es que mi padre pertenecia a aquellas generaciones en donde Don Juan era quien cortejaba, el que tomaba la iniciativa en el sexo, el que traía el sustento a casa y aquel que no cambiaba pañales, ni alimentaba a los bebés.

Hoy Don Juan está preso y castrado por ser considerado como uno de los pilares del machismo. Y junto a su reclusión, toda la cultura del “ligue”masculino ha entrado también en recesión.

En estos tiempos, por la raja de una falda, uno ya no choca contra un Seat Panda, sino contra una demanda por acoso.

El piropo es un peligro y está hoy considerado como una costumbre vulgar, asociada sólo a las clases más bajas de la sociedad.

Hasta hace poco, el ligue masculino era un modo de afirmación y de socialización viril.  Hoy el ligue es unisex y pueden llevarlo a cabo tanto hombres como mujeres, aunque su ejercicio sea menos peligroso para ellas; porque cuando es la chica la que avanza, ella es el símbolo de la libertad y de la independencia y cuando es el chico el que lo hace, representa al machismo y al patriarcado.

Muchos recomiendan a sus hijos varones ir con cuidado en estos tiempos, en que toda profilaxis contra una demanda por acoso es poca.

“Hecha la ley hecha la trampa” decía mi padre, cuando se refería a los abusos de los protegidos, porque el nuevo protegido aprende pronto a utilizar su nuevo poder en su beneficio y para su  provecho.

Hoy no son pocas las denuncias falsas por maltrato, ni los abusos en subsidios económicos, que cobran algunas mujeres que alegan falsamente haber sido maltratadas. Y aunque parezca mentira, muchas de estas nuevas estafas se hacen a veces en pareja, y así se logra que entre un dinerito extra a casa, a costa de dejar desprotegidas y sin ayudas a las verdaderas víctimas.

Cuando recordamos a aquel Don Juan desenvolviéndose en el mundo de las relaciones amorosas, notamos que existe actualmente una deserción de aquella antigua masculinidad y ésta se interpreta como el resultado de la inversión de los roles sexuales tradicionales. 

Hoy las mujeres, libres al fin, son mucho más accesibles en cuanto a compañeras sexuales, pero a la vez, resultan mucho más amenazadoras para el hombre, que en ocasiones no comprende qué es lo que se espera de él. 

Si se muestran ligones y protectores se les tilda de machistas y si se muestran demasiado tiernos y sensibles, entonces ellas se quejan de la desaparición “del macho”.

Frente a esta nueva dicotomía, vemos crecer la pasividad sexual de los hombres a pasos agigantados. ¿Pero por qué?

Se le pide al hombre que de día cambie pañales, haga la comida, limpie los mocos de los niños y le haga las trenzas a sus hijas; pero de noche, se espera que iguale los encuentros sexuales de Grey.

Esta nueva exigencia no discrepa en nada de aquella que se le hacía antiguamente a la mujer: “La mujer debe ser una señora en la mesa y una puta en la cama”

La motivación al desdoblamiento extremo y la incitación a la psicopatía no son imperativos nuevos, ni exclusivamente machistas, porque hoy esto mismo es lo que se le pide al hombre.

¿Pero es posible moverse tan cómoda y naturalmente en los extremos? ¿O esta demanda es en realidad, una invitación al fingimiento?

Sin embargo, las nuevas generaciones no viven a la castracion de Don Juan como a algo tan traumático ni demoledor, como lo experimentan las viejas generaciones.

Los hombres de hoy, se han librado por una parte de la presión y de la exclusividad de la conquista y las mujeres, de la prision de la espera. 

Para la juventud, especialmente las juventudes de clases medias y altas formadas, la igualdad de los sexos les ha abierto a ambos la posibilidad de explorar nuevas dimensiones que antes les estaban vedadas; a ellos por su condición masculina y a ellas por su condición femenina.

Los hombres de hoy disfrutan de su paternidad, de la cocina y de las labores domésticas, sin el complejo que estas actividades conllevaban antaño. Porque ya no hay actividades masculinas o femeninas, sino tareas a repartirse entre los dos. 

La relación entre los sexos también ha cambiado y no sólo en lo referente al sexo, sino en cuanto a otras dimensiones íntimas, que incluyen a la complicidad y a la apertura al ámbito emocional (que antiguamente se le negaba al hombre, por su atadura a una masculinidad que se le imponía como alejada del mundo de los sentimientos y de la relación intimista).

Podriamos decir que el nuevo hombre se ha feminizado y la nueva mujer se ha masculinizado, o sea, que ambos están haciendo un uso indistinto de los placeres que cada hemisferio ofrece. 

Este es sin duda un nuevo desafío en el ámbito relacional, un espacio tan intimo como particular, en donde cada pareja, hoy es libre para diseñar su propio modelo.  

JR

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