Existe un fenómeno creciente de hijos que no crecen por padres que no sueltan.
La sobreprotección es un problema cada vez más habitual y normalizado en nuestro mundo bajo el nombre de “cuidados”. Pero hay cuidados que no dejan crecer, ni permiten al hijo hacerse fuerte para superar los desafíos y las dificultades que le presentará la vida.
Nada hay más perjudicial para la autoestima que sentirse un inútil y aunque resulte muy cómodo ser un inútil, esa comodidad pasa, tarde o temprano, una factura psicológica difícil de afrontar.
No son pocos los jóvenes de 20 y 30 años dependientes, incapaces de ser felices y de encontrarle el sentido a la vida. Y no suelen ser personas con grandes dificultades ni dramas personales; sino en su mayoría hijos exigentes y malcriados de padres y abuelos longevos y sobreprotectores, que creyeron que asfaltando el camino de sus hijos y nietos, la vida les sería más fácil.
Pero más fácil, no es sinónimo de más feliz.
Para ser feliz hay que conocer el pesar, el esfuerzo, el sacrificio y las renuncias. No se llega por el camino de lo fácil a la felicidad.
Las intenciones son siempre buenas, de eso no cabe duda, pero el daño de una sobredosis de ayudas y de cuidados intensivos crea a seres dependientes, con baja autoestima y propensos a la debilidad de carácter; que sucumben ante la más mínima dificultad; que se rinden fácilmente, se enferman con la más mínima corriente de aire y son incapaces de adaptarse a condiciones adversas.
La cultura contemporánea nos anima permanentemente a la sobreprotección. Estamos demasiado preocupados por ellos todo el tiempo, la tecnología, el medio ambiente, la falta de trabajo, las nuevas realidades políticas, todo nos preocupa y nos alarma en exceso.
Parece como si quisiéramos dejarles todo solucionado, no vaya a ser que ellos tengan que hacer un esfuerzo y solucionarse el mundo que les espera, como hicimos nosotros con el desastre que nos encontramos.
Cuando observo con espanto nuestro enfermizo esmero por dejarles todo ya organizado, me pregunto si esta actitud es de verdad amor o es en realidad una infravaloración enmascarada.
Quizás este exceso de preocupación sea el indicio de que verdaderamente estamos convencidos de haber criado con éxito a una generación de pusilánimes e inútiles.
JR
“El sobreprotector dice “lo hago porque te quiero” y el chico escucha “lo hago porque no confío en ti” JR