Se ha puesto de moda parecer de izquierdas y presumir de tolerante; ir por la vida cantando el » let it be» que entonaba Lennon después de fumarse 10 porros y tragarse 3 pastillas; porque la pasividad budista ha invadido a un Occidente capaz de amoldar cualquier doctrina a su postureo y conveniencia.
Las técnicas hindúes nos sirven a los occidentales para presumir de un cuerpo perfecto con el yoga y también para evitar y aliviar cualquier proceso intelectual desgastante, pero siempre sin desviarnos por demasiado tiempo del mundo capitalista y consumista al que somos adictos; pero del que renegamos permanentemente en público y para quedar bien.
Se practica meditación una hora y yoga un poco mas tarde, luego asistimos a la conferencia del gurú de moda que nos instruye en cómo respirar correctamente para hacernos ricos en 5 minutos y por la noche, leemos el libro que tenemos en la mesilla de luz, sobre las nuevas técnicas de la neurociencia; imprescindibles para engañar pero agradando a todo el mundo.
Uno consume ideología extranjera como si fuera Coca Cola light, pero siempre acomodado en el sillón de un Mac Donalds con wifi y aire acondicionado.
Y es que ser un millenial completo, consiste en aprender a combinar a Oriente y Occidente a tu gusto y conveniencia, y sin ahondar demasiado en sus realidades ni en sus circunstancias.
Maradona alaba el comunismo cubano desde una suite en el piso 56 en Nueva York y pondera la nueva política alimenticia venezolana, aunque su propio cuerpo refleja una vida devota a todos los excesos.
El Papa católico nos habla de la bendición de la pobreza, mientras encubre las cuentas bancarias millonarias del Vaticano y apoya a los chavistas y a los narcos, que son quienes mantienen económicamente a esos gobiernos.
Mientras tanto, tú sigues saboreando tu caramell macciatto en el Starbucks de Palo Alto y defiendes y justificas el terrorismo islamista, como a un derecho adquirido al reclamo; costumbrista, ancestral, legítimo, respetable y autóctono; al que deben ahora acostumbrarse también mansamente los europeos y sin chistar por racistas; y de paso, que paguen por la conquista de America en 1492 y que se jodan por ser blancos; por supuesto.
Ser comunista es fácil cuando no has sufrido a la KGB ni la pobreza física, intelectual, moral y espiritual que incluye en su gestión esta ideología.
Ser hindú es divertido, cuando no has pertenecido a la casta de los sudras, mutilados por sus propias madres para poder sobrevivir al menos de la limosna y ser católico es interesante si no has sido excomulgado por homosexual o por divorciado o no has sido expulsado del colegio en nombre de Jesús, por ser hijo de padres separados.
Ser pro islamista es cool, si no has visto apagarse tus libertades a través del agujero de un burka durante el gobierno de Jomeini en Irán, o no cruzabas el puente de Londres o paseabas por las Ramblas, esos días en los que un musulman ejercía su derecho al reclamo (¿justificado?) y acuchillaba o aplastaba a todos los transeúntes que se le cruzaban por el camino, en nombre de la religión de la paz.
Mientras sea otro quien sufra las consecuencias de tus maravillosas ideologías, tú puedes seguir apoyándolas y cantando el «Let it be», mientras un chico gay paquistaní de 20 años (que en Paquistán o en Moscú sería ahorcado) te prepara tu caramel macciato, con leche sin lactosa y café sin cafeína en los Estados Unidos; llevando en el cuello el colgante de la luna y la estrella y la camiseta del che Guevara debajo del delantal del Starbucks, porque tiene derecho; no sólo a la ignorancia, sino también a la contradicción.
Luego puedes continuar con el «Imagine all the people…» mientras te comes un muffin de cranberries de harina integral sin levadura, ni fructosa; despatarrado en el sillón del Starbucks y alabando las bondades del Islam por Facebook, a través de tu iPhone X.
Para volver a casa después, renovado y con la conciencia tranquila por haber puteado un rato a Trump en las redes, con tu «mala» de madera tibetana en la muñeca y sintiendo que eres la mismísima reencarnación del Budha, de Jesús el Nazareno o de Ernesto «che» Guevara y convencido de estar viviendo a tope tu comunismo millenial; integral, vegano, sin conservantes, ni levadura, ni coherencia; pero siempre protegido por la policia americana, (a la que desde luego odias) en California.
JR