“La Enfermedad del Positivismo”

A la depresión se llega igual de rápido por el camino de la indolencia, que por el camino de la sobre-exigencia.” JR

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El positivismo es un movimiento que se sustenta en la frase “ Yes we can” ( Si, podemos). Pero esta frase corta y optimista esconde también su lado oscuro.

Todo desafío se concibe originalmente en respuesta a un impedimento o a una prohibición externa, que se rebela contra un destino impuesto desde afuera, imposibilitando el libre desarrollo del individuo.

El hombre del positivismo cambia entonces el mandato externo del “no”,  por un mandato interno del “sí “ ( yes we can). Cambiando al “no” impuesto, por un “si” que se impone a sí mismo.

A partir de este momento, ya no va a ser el afuera quien le imponga o le limite, sino que va a ser él mismo quien se auto-imponga una disciplina.

La productividad del individuo positivista siempre aumenta y a este incremento voluntario del trabajo y de la actividad en todos sus ámbitos, ya no se le llama explotación, sino «libertad», porque ésta es una explotación autoinfligida. 

Este individuo autodenominado “libre”, cuando se desliza hacia el extremo del positivismo, experimenta de forma creciente una tendencia manifiesta hacia la sensación de cansancio, de agotamiento mental, de falta de sentido, de dispersión, de aburrimiento y de fracaso, que le va llevando poco a poco a poner en duda a su motivación original del “yes we can” y a cambiarla por otra menos inclusiva: “todos pueden, menos yo”. 

El mundo del positivismo es el mundo del “nada es imposible” y frente a esta motivadora e utópica frase, (que enferma a todo aquel que se queda atrapado en su absolutismo), nace como reacción el depresivo; que frente a semejante auto-imposición del «sí» absoluto y del “todo es posible”,expresa su sensación individual de imposibilidad y de fracaso y la proyecta con el carácteristico “no”, para el cual “nada es posible”.

Muchos creemos que la depresión está en auge en el mundo rico occidental, no debido al aumento del sufrimiento externo, sino al aumento del sufrimiento interno; provocado en ocasiones por una exigencia desmedida, auto impuesta libremente desde adentro y a la que no se identifica fácilmente como a una forma de violencia.

Aquello que despista en esta falta de identificación es que nadie obliga desde fuera al individuo a poderlo todo, sino que ésta es una condena auto-impuesta, una violencia auto infligida que desencadena en depresión. 

El éxito impuesto desde afuera, al que muchos consideraban hasta ahora como al verdugo de nuestro tiempo, es en realidad, un dictador destronado.

El éxito, que es un sustantivo abstracto y que como todo aquello abstracto no puede medirse aisladamente; sólo puede contabilizarse en relación o en comparación con otra cosa.

Uno puede sentirse exitoso, dependiendo de con quien se compare y en qué aspecto se le compare.

Alguien puede ser más exitoso que otro en el aspecto económico y sin embargo, mucho menos exitoso que éste en el aspecto familiar, creativo, afectivo, cultural, intelectual o espiritual. Y es que el éxito no posee bordes delimitados ni parejos y no suele crecer siempre de una forma equilibrada.

Lo más contradictorio es que el positivismo extremo, (que ha cambiado el eje de la imposición del afuera hacia el adentro), deja ya de medir sus resultados en relación con el afuera; es decir, en comparación con el otro; porque el individuo positivista ya no compite con otro, sino únicamente consigo mismo.

El positivista crea un “ideal de sí mismo” al que denomina “proyecto de mi mismo” y lucha sin descanso por alcanzarlo, sin reparar en el abismo que en ocasiones le separa de él, ni en la posibilidad de que ese objetivo pueda ser para él, realmente inalcanzable.

Pero frente a cualquier impedimento que le sugiera una desaceleración, una revisión o un cambio de rumbo, el extremista no cede y por el contrario, no duda en aumentar el nivel de auto-agresión como método paliativo y para que le permita seguir adelante con su objetivo.

Es por por este motivo que el nuevo eje positivista, al que se percibió en un primer momento como a un movimiento «liberador», (que nos liberaba del “no”) esconde en su otro extremo, a un tipo distinto de esclavitud: la dictadura del «sí».

Pasamos de la esclavitud del «no absoluto» a la del «si absoluto» y del «nada puedes» al » lo puedes todo».

Este nuevo extremo ha generado a individuos que creyendo haber superado ya la imposición externa del «no», no logran superar jamás la del»deber ser”. Pero se han convertido ahora, en sus propios verdugos.

Estos seres están abocados a la actividad sin límites, a la ambición desmedida y al “multitasking” cotidiano y desenfrenado, tan característico del “siempre se puede un poco más” porque “nada es imposible” y «nada es suficiente”. ( filosofía en la que se tiende a educar actualmente a los niños).

Esta falta de «saciedad», que es la incapacidad de sentir que uno ha alcanzado un objetivo y parar para darse el tiempo de disfrutarlo, aumenta por el contrario y de forma destructiva la velocidad y la actividad hasta producir el “burn out” ( los quemados); esos pobres individuos que nunca logran alcanzar un reposo gratificante. Y que se queman a sí mismos, en pos de una superación nunca alcanzada.

Con la nueva obsesión colectiva del “nada es imposible” el individuo actual se auto impone una disciplina extrema en multiples aspectos y esta sobre- exigencia es la que le devuelve a la misma sensación de fracaso y de impedimento de la cual intentaba escapar en un principio, pero ahora yendo de la mano del prometedor “yes, we can”.

Y comienza a despeñarse ahora, desde la cumbre aún difusa de la auto-realización, hacia la auto-destrucción.

JR

“Conocer y aceptar nuestras limitaciones no es siempre la evidencia de un fracaso, sino la oportunidad de una liberación.” JR

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