El IFS (Information Fatigue Sindrome) es una enfermedad psíquica que se produce por el exceso de información.
Los afectados desarrollan un cansancio profundo y a la vez una incapacidad de desconectarse por temor a perderse de algo.
El mundo digital nos ha ofrecido un campo abierto para el acceso a la información a todos los niveles y hemos dejado de ser ya aquella familia, que se concentraba una hora al día alrededor de la radio o de la televisión para tener acceso a los sucesos. Hoy cada uno recibe su propia noticia y a la vez es generador de noticias y de opinión, permanentemente.
Los medios de comunicación del siglo XX se volverán muy pronto un objeto vintage. Leer el periódico en papel es ya una tradición que aún se preserva con cariño, como cualquier otra costumbre heredada de nuestros abuelos y la radio sigue siendo aún la mejor opción para aquellos que todavía no tienen bluetooth en el coche.
Todos estamos hoy afectados en mayor o en menor medida por este cansancio (el IFS) y esto sucede porque todos estamos permanentemente expuestos a una cantidad de información diaria abrumadora y que aumenta velozmente.
Uno de los síntomas más peligrosos de este cansancio de información es la pérdida de la capacidad analítica.
Y la capacidad analítica es precisamente la capacidad que conforma el pensamiento; es la aptitud para distinguir lo escencial de lo no escencial.
La saturación de contenidos reduce a su vez nuestra habilidad para reducir las cosas a lo importante o a lo imprescindible y tendemos a creer que cuanta más información tengamos, mejores desiciones tomaremos; aunque esto no sea necesariamente así.
Casualmente, otro de los síntomas de esta afección es la parálisis y la incapacidad de tomar desiciones y de asumir responsabilidades que nos aten a una elección o nos comprometan a futuro.
Esta obsesión por tener más y más información nos inmoviliza en vez de activarnos a actuar.
El exceso de información como todos los excesos, desequilibra algo en nosotros y toda saturación atrofia siempre otras capacidades.
En este caso, la capacidad atrofiada no es nada menos que la habilidad fundamental del pensamiento: la capacidad de análisis.
¿Cuanto tiempo dedicamos para reflexionar, debatir, reducir o deducir la enorme cantidad de información que recibimos?
¿Somos procesadores inteligentes de información o nos hemos convertido en devoradores insaciables de información?
¿Seguimos siendo homo- sapiens o somos ya únicamente homo-consumens?
JR