Últimamente comparto con mucha gente la sensación de no encontrarme por completo en ningún sitio.
No me siento contenido del todo en ningún grupo, ni en ninguna ideología; como si de todas ellas me gustara algo en particular, sin lograr establecerme totalmente en ninguna.
La convicción ideológica o política era hasta ahora un bien de familia; algo que se heredaba y se recibía como un legado de nuestros ancestros.
Se educaba a generaciones de izquierdas o de derecha en cada casa y las voluntades se coartaban en pos de una pertenencia fiel y de una lealtad vitalicia parecida a la fe religiosa.
Hoy sin embargo, se evidencia una movilidad silenciosa y aquellos que se atreven, empiezan a manifestar su desagrado y su incomodidad en el lugar asignado en casa.
Y como si fuésemos adolescentes mareados por las nuevas circunstancias, ya no estamos del todo de acuerdo, ni en los fines, ni en las formas de la ancestral ideología familiar.
Esta reacción se parece mucho al despertar de la inteligencia; a aquel momento en que comenzamos a dudar de todo lo aprendido de memoria, de las tradiciones y de las costumbres que hasta ahora eran intocables e incuestionables.
El voto del ciudadano contemporáneo ha dejado ya de responder a la tradición, para ser esclavo de la circunstancia.
Existen siempre dos polos, dos fuerzas opuestas y complementarias: la centrífuga y la centrípeta y cada una despierta a la otra, con su propia actividad.
Esto viene a decir, que cuando se nos oprime por un lado, reaccionamos inevitablemente por el otro lado.
Todo gobierno puede presionar, pero el tiempo de presión dependerá de la capacidad de aguantar y de reaccionar de cada pueblo ante esta presión; ese es el tiempo del que dispone un gobierno; el tiempo entre su acción y la reacción de su pueblo.
La mayoría de las ideologías y de los partidos nuevos, no responden a un sistema de valores innovador; sino a una reacción contra la falta de valores sólidos de los partidos que les preceden. Son producto de una reacción por el incumplimiento de una promesa y no, los portadores de una promesa nueva.
Suelo decir que tengo el corazón de izquierdas y la cabeza de derechas y esto me sucede porque la izquierda siempre ha enarbolado ( y actualmente desea apropiarse de ellas ) todas las causas nobles que yo también comparto; pero a la vez, su personal no está compuesto por personas que parezcan defender la Democracia, ni toda la virtud que ésta contiene.
Podríamos decir que «la izquierda siempre ha tenido las mejores causas y la derecha los mejores hombres»emulando a Emerson y aún no dejaríamos de estar vigentes.
Por el otro lado, a la derecha, siempre tímida en sus propuestas, le faltó hasta ahora la fuerza y la vehemencia que caracterizaron generalmente a los partidos de izquierdas; éstos siempre dispuestos a despertar los corazones dormidos, a denunciar las injusticias atemporales y a desenterrar los viejos resentimientos.
La derecha en cambio, (siempre acomplejada con la sombra de aquel partido NSDAP Nacional Socialista obrero alemán de la Alemania Nazi, que curiosamente fue un partido de izquierdas) opta generalmente por una postura mucho mas tímida, sin presumir de una gran cohesión a los grandes ideales humanitarios, ni ecológicos (que hoy venden tan bien) y con una preponderancia en la defensa de la propiedad y del capital privado. Propiedad y capital que por supuesto el pobre no posee, ni siente necesidad de proteger y que el resentido anhela para si.
Existe además y universalmente, una vuelta a la malinterpretación de la palabra «igualdad» que ha promovido un caos social en Europa y entre otras desgracias, el retorno a plantear como opción válida, aquellos sistemas fracasados del pasado. (El comunismo).
¿Es acaso justo lo que es igual o igual lo que es justo?
¿No es la justicia aquello que nos garantiza la igualdad?
¿Y cuando la justicia no se aplica, hay acaso igualdad?
O como decían los espartanos:
«Igual es todo aquello que es Justo»
Claro está, que estamos viviendo una época de revueltas y revolcones, de confusiones y de reacciones múltiples a opresiones también múltiples y de lo más variadas.
Pero los oprimidos de hoy, no son los mismos oprimidos de siempre, ni están ubicados todos de un mismo lado.
Sino que están tanto a la izquierda como a la derecha; todos mezclados y todos revueltos.
JR
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