Hobbes nos describía a un hombre guiado por su instinto de supervivencia, que teme a la muerte y al dolor y cuya única forma de evitarles es bajo la protección del estado.
Nuestra naturaleza primitiva se puso en evidencia en aquellos días de terror y de compras masivas en los supermercados. La pandemia del papel higiénico expuso nuestro lado más salvaje, junto a la percepción del otro como al enemigo contagioso y dejó clara nuestra gran disposición a dejarnos proteger por un Estado benefactor y patriarcal; que lejos de limitarse a sus funciones, no ha dejado de obtener beneficios de una situación desesperada.
Las compras de material a empresas fantasmas chinas coinciden curiosamente con la falta de material en los hospitales y el inexistente testeo a la población.
Todos se preguntan adónde están esos cientos de miles de euros en material que se gastó y que escasea, pero en un Estado absoluto el ciudadano no tiene derecho a preguntar, ni a exigir ninguna respuesta.
Toda protección se paga con otro tipo de desprotección. Es como la manta pequeña que si te tapa los riñones, te destapa los pies.
La indefensión del ciudadano ante un estado absoluto es total y ya nos lo anticipó Hobbes en su conocido «Leviathan», que frente a los abusos de un estado absoluto el ciudadano no tiene ningún poder.
Ese es quizás el precio de tanta protección y cuidado paternalista; en que uno al fin de cuentas delega su libertad y queda irremediablemente en manos del otro y ese suele ser el precio de toda dependencia.
Esta actitud temerosa y dependiente desenmascara la gran cobardía ciudadana; que para solucionar su miedo termina pactando con el diablo al precio que sea, con tal de sentirse seguro.
Nada resulta más parecido al Leviathan de Hobbes que este estado de alarma, con la diferencia que Hobbes proponía a un estado no intervencionista, y en nuestro caso, la intervención de la empresa privada ( aquellas que sobrevivan) será el próximo paso a seguir en este abuso de poder estatal y del que tanto disfrutan los políticos de izquierdas.
Mientras nosotros compramos papel higiénico, enseñamos aritmética a nuestros hijos, tememos a la policia y a sus multas, denunciamos a los vecinos que pasean sin perro y fuera del horario establecido por el toque de queda, improvisamos despacho en la cocina y perdemos nuestra fuente de ingresos, ellos van cortando nuestras libertades individuales, sin nuestro consentimiento y en pos de un virus terrorífico que podría matarnos.
El terror es el anzuelo de todo poder totalitario y a la vez es la gran oportunidad que les ha caído del cielo esta vez, para implantarnos, sin ninguna resistencia popular posible, un estado absoluto.
El Leviathan está aquí y es peor que el virus; porque a este monstruo no se le combate ni con jabón, ni con mascarillas.
JR
No sé quien dijo aquello de…
«Tiempos difíciles crean hombres fuertes.
Hombre fuertes crean tiempos buenos.
Tiempos buenos crean hombres débiles.
Hombres débiles crean tiempos difíciles.»
Michael Hobbes?
ya averigué quien la dijo: Michael Hopf