Si algo nos ha ofrecido la Democracia es la posibilidad de elegir libremente según nuestras preferencias.
Hoy existe libertad para casi todo. Uno puede elegir y elegirse frente a una paleta de opciones de lo más diversa; pero al mismo tiempo, esa misma infinidad de opciones tiende a inmovilizar al sujeto; que frente a tal multiplicidad se bloquea en vez de sentirse liberado.
La cantidad de grados y de posgrados universitarios es tan amplia y diversa que el estudiante suele permanecer en un enorme signo de interrogación frente a la infinidad de opciones que hoy posee.
Hay para todos y para todos los gustos; pero el problema ya no es la falta de posibilidades, sino la falta de saber cuál de todas es la mía.
Toda opción nace de un deseo. El deseo de alguien que en algún momento deseaba poder hacer algo específico que no existía. Fue ese deseo lo que hizo nacer a la opción.
Aquella inexistente posibilidad hoy existe, pero lo que falta es quien verdaderamente la desee.
Existe una tendencia creciente a la abulia, que es esa pasividad o flojera de todo aquel que lo tiene todo y que se ha olvidado de desear.
El abúlico desea por vicio, por aburrimiento, pero no con la pasión que origina una opción.
Hay tanto disponible y sin embargo, tan poca disposición.
Siempre creímos que la abundancia solucionaría todas las carencias, pero toda abundancia trae consigo carencias distintas.
Quien ha carecido de algo y ha deseado aquello con pasión, no quiere que sus hijos carezcan de esas mismas cosas.
Los padres intentamos que nuestros hijos no carezcan de nada, pero corremos el riesgo de procrear a gente carente de pasiones.
Existe en la necesidad una fuerza que no se encuentra en la abundancia, ni se aprende con un coach.
Y si hay algo bonito en toda pasión es lo incontrolable del deseo que se traduce en vocación; ese amor por lo que uno ha elegido.
Yo agradezco el haber nacido en una época de pocas opciones; en donde existían unas 8 carreras universitarias disponibles y unas pocas opciones de vida que conducían todas a un mismo lugar, porque en este mundo tan multiopcional viviría seguramente muy perdido y abrumado por un abanico de posibilidades inconmensurables.
Hace unos días le pregunté a un gran chef cual de todos sus platos era su preferido. Me respondió: el huevo frito.
Entendí que lo que verdaderamente somos se esconde muchas veces, en lo más sencillo.
JR