“El Corazón de un Desafinado”

En un mundo en donde el reconocimiento público se ha vuelto la meta de la gran mayoría, no es de extrañar que se utilicen todos los medios posibles para conseguirlo.

Los escándalos y las publicaciones cotidianas en internet desatan y viralizan a una masa descontrolada y descerebrada que apoya la barbarie en todas sus versiones y la rentabiliza con sus views.

La viralidad que consigue la tontería, la perversión, la maldad y la superficialidad no la consigue ninguna otra publicación inteligente, artística o trabajada.

Todos deberíamos conformarnos con conseguir a un pequeño nicho de seguidores que compartan nuestros pequeños intereses, sin sentir la imperiosa necesidad de vendernos a toda costa, a cualquier precio y al mejor postor.

La cultura del éxito nos ha promocionado a personajes exitosos en todos los ámbitos, pero no nos olvidemos de que al mirarnos al espejo, sabemos que somos más parecidos al antihéroe de lo que nos parecemos al héroe.

Y por más que al salir de casa debamos llevar puesta la capa de superman para poder sobrevivir en un mundo de egos enormes, sabemos que por dentro vamos siempre con lo puesto.

Cuando mi hijo de 8 años se presentó con ilusión al coro del colegio y fue rechazado por tener la voz muy grave, volvió a casa de lo más sentido.

No había aplicado para participar en un musical de Broadway, ni para un concurso de eunucos, sino para un coro infantil escolar poco codiciado por el alumnado, voluntario y no remunerado y sin aspiraciones a participar en competiciones locales ni internacionales.

Que «los desafinados también tienen corazón» nos lo cantaba Joao Gilberto en portugués hace muchos años y no estaba errado, porque el corazón de un desafinado, en ocasiones suele ser más grande y original que el de la estrella del musical.

Joao Gilberto no sólo era desafinado y cuando la orquesta tocaba para un lado, el cantaba para el otro, sino que cantando al revés de la música, inventó un nuevo género musical llamado «Bossa Nova».

No es de extrañar que nos enganchen tanto los antihéroes en películas y en series, y el motivo no es otro, que la propia identificación.

¿Quién no se siente un antihéroe en gran parte de su vida cotidiana?

No vamos a negar de que también hay momentos en que sentimos que nos comemos el mundo…y todo hay que decirlo, pero frente al espejo y cuando nadie nos ve, sabemos que el papel de héroe permanente nos queda demasiado grande.

Hay en el antihéroe una sensibilidad innata a los niños, algo de sinceridad que con los años vamos perdiendo, una espontaneidad creativa a la que encerramos con cuatro candados para no desentonar con el entorno y a quien con el tiempo, olvidamos por completo.

Al pasar los años, uno se vuelve a mirar al espejo consciente y orgulloso de su propia evolución, pero sin dejar de añorar jamás a aquel corazón desafinado.

JR

( a Mindele)

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