Pocas cosas resultan más vergonzosas que la falta de decencia, sin embargo, pocas cosas hay, que se normalicen con tanta facilidad.
Mucha gente se impacienta con la llegada del progreso porque la inmediatez se ha vuelto nuestra forma de vida y estando a un «clic» de todo, hemos perdido la capacidad de esperar; ese don al que antiguamente llamábamos paciencia.
Hoy, la paciencia está asociada únicamente a la capacidad de soportar lo estrictamente necesario e inevitable, siempre que ese aguante, nos aporte algún beneficio relativamente inmediato.
La paciencia solía ser la distancia entre un deseo y un resultado, un espacio vacío que implicaba esfuerzo, dolor y abstinencia; un proceso de carencia que domaba la ansiedad y creaba un carácter aguerrido y resiliente.
Los genios, los artistas, los creadores de cualquier disciplina se forjan a base de ella y la necesitan como al aire que respiran, para convertirse en lo que son.
La paciencia no es garantía de triunfo, ya que no todas nuestras ambiciones ni todos nuestros sueños se harán realidad; ni siquiera a base de paciencia.
Pero aunque la hayamos atravesado sin el deseo cumplido, saldremos de allí siendo personas fuertes y decentes.
Todos quieren la gloria, todos compramos la importancia del éxito, pero el éxito y la fama son una anormalidad en un mundo de seres corrientes y maravillosamente anónimos.
El éxito es un accidente que le sucede a algunos pocos y a distintos niveles, y en algunos casos, una carga insoportable, para aquellos que una vez que lo consiguen, no son capaces de sobrellevarlo.
Pero por más que el éxito no llegue, o no seamos los mejores del mundo, ni una potencia mundial, ¿Seremos capaces de apreciar la grandiosa oportunidad de convertirnos en un país decente?
Puede que el temor a la muerte no sea aquello que más nos desespere, sino la condena a la invisibilidad que la muerte nos augura; ese desaparecer de un ámbito al que deseamos anclarnos por siempre.
Ese pasar sin ser vistos, ni emitir ningún olor, suena tanto más desesperante que la final extinción.
Algunos luchan incansables por dejar un legado, éxitos reconocibles, para cuando les falte la presencia.
Y otros sin embargo, dejarán un legado que no han buscado, habiendo vivido vidas que parecían insignificantes.
Los hechos y el azar elegirán a aquellos que serán los recordados y también a aquellos que serán los olvidados; aún a pesar de los logros y de la importancia que hayan tenido en su tiempo.
¿Pero cómo se siente la insignificancia?
Sandra me dice que huele a soledad y que arde como una herida a la que echas alcohol.
Por momentos la insignificancia duerme distraída entre quehaceres cotidianos y frivolidades que le anestesian la falta de sentido a una vida; y a veces esa invisibilidad se viste de de Prada y logra engañar y pasar desapercibida por un rato.
La conciencia de la insignificancia no está siempre presente; sino que aparece y desaparece según la ocasión.
Entre sombras tiende a aliviarse, y desaparece todo el dolor entre gente sencilla, que hace de la insignificancia una virtud y de la invisibilidad un arte.
Pero cuando se encuentra entre luces e iluminados se despliega y clava; dejando la herida de la insignificancia expuesta y en dolorosa evidencia.
Entre iluminados que destellan, Sandra se inventa relatos, se disfraza de importancia, se baña en logros inventados para intentar disimular su carencia; pero cuando llega la noche y apoya su cabeza en la almohada la vuelve a encontrar; intacta y reluciente, como esas verdades que aparecen sólo cuando estás en casa y en pijama.
Inevitable, persistente y dolorosa, la insignificancia vuelve a brillarle en la frente con tonos fluorescentes; sustantivo, singular y femenino.
Y Sandra vuelve a ser consciente de que cuando se apaga la fantasía, en realidad no es nadie.
Mientras Sánchez intenta aglutinar apoyos a base de amenazas; a empresarios, políticos y jueces en contra del presidente Milei; el león argentino convoca al pueblo en el Luna Park para la presentación de su decimotercer libro con un concierto en vivo; en donde miles de personas hicieron cola para entrar, desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde.
Milei cantó, habló, explicó, conectó y despertó una vez más a un pueblo minado por el socialismo, a quien esta ideología ha dejado arruinado cultural y económicamente.
Muchos países no entienden el hartazgo del pueblo argentino y seguramente necesiten varios años más de gobiernos de ultraizquierda, para poder comprender y envidiar finalmente, el fenómeno Milei.
Milei llegó para poner fin a la desesperación de un pueblo ultrajado en todas sus formas y a quien se le ha acostumbrado a que el abuso de la casta política es una forma de vida, sin posibilidad de vuelta atrás.
Milei es el milagro argentino, la luz de esperanza que brilla desde el sur, un león feroz sin complejos y sin guión.
Muchos critican que diga la verdad, le condenan el canto y el show; pero el león no escucha a nadie.
Nos hemos desacostumbrado tanto a la verdad y a la libertad que cuando la vemos, nos resulta extraña e intolerable.
Tenemos esa mirada ovejuna, temerosa, acomplejada, acostumbrada a la mentira; política y reiterada; a la que nos hemos hecho adictos después de tantos años de opresión y de adoctrinamiento socialista.
Uno va naturalizando la mentira y el engaño; y una vez acostumbrado a ellos, los reclama como a una droga a la que no puede dejar.
¿Cómo se atreve alguien a decir la verdad? ¿No va a pedir perdón a su agresor? ¿El presidente va a cantar? Estas son algunas de las preguntas que hacen los esclavos, siempre intolerantes con la sinceridad, la valentía y la libertad ajena.
Nos han domado a base de amenazas, complejos y hostigamiento totalitario socialista; somos ovejas de lo políticamente correcto y esclavos del que dirán.
Hemos naturalizado el miedo, la injusticia, el abuso y la opresión y nos hemos convertido en nuestros propios carceleros, esos que permanecen encerrados con la puerta abierta, sólo por costumbre y para quedar bien.
La transmutación de los valores fue parte del manual totalitario; ese manual cultural que la izquierda se encargó de repartir a base de látigo, programas educativos, temarios universitarios, leyes, multas, castigos, cancelaciones e impuestos.
Anoche Milei refrescó el ánimo de un pueblo que para poder salir del abismo socialista sufre hoy un ajuste tremendo y que necesita cantar, bailar y reír para que esta transición le sea un poco más llevadera.
Muchos no la vieron, muchos siguen sin verla y muchos no la verán jamás; pero oirán el rugido de un león guiando a un pueblo sufriente y alegre por el durísimo y siempre incomprendido, camino hacia la libertad.
La euforia por Milei se debe a que ni todos los días, ni a todos los pueblos, se les presenta la oportunidad de resucitar.
Desde el extremo sur de este planeta, ruge un león que se ha empeñado en devolverle la libertad a los argentinos y sacarles de la miseria en la que los continuos gobiernos de izquierdas les han sumergido.
Anoche desde el Congreso de la Nación Argentina, un presidente outsider del establishment político, paró a todo un país y despertó a los exiliados y a los extranjeros, que pusieron el despertador de madrugada para no perderse su discurso; histórico y emotivo; de esos que te ponen la piel de gallina y te recuerdan los valores de tu niñez; esos valores por lo que se nos enseñaba a luchar cuando nuestro corazón era aún incorruptible.
Verle allí, con su aspecto extraño; típico de todos aquellos que no encajan en la era en la que han aterrizado por azar y a quien muchos han criticado y humillado llamándole loco o mirándole por debajo del hombro; fue realmente emocionante.
Milei nos ha dado anoche a todos un momento de gloria, llegando entre granaderos a caballo y banderas argentinas flameando a un Congreso que por primera vez en muchos años se veía honorable e iluminado, para inaugurar una de esas noches en las que vuelves a creer en lo imposible; en que aquello con lo que sólo sueñan algunos locos, pueda por fin hacerse realidad.
Su corazón noble, su carácter indomable, sus recurrentes enfados, sus tweets iracundos, sus abrazos eternos, su valentía, su indisimulable autenticidad y esa cercanía con la gente, le han convertido en un ser adorable.
Le quieren ahora no sólo aquellos que le votaron, sino un mundo que mira hacia el sur y toma nota de los abusos groseros de la casta política y de los oportunos procedimientos de una buena motosierra.
Los resultados empiezan a verse tímidamente, aunque los desafíos sean enormes y la oposición sea inescrupulosa, mafiosa, inmensa e incansable; luchando como un animal herido por preservar sus corrupciones y su adicción insalubre al enriquecimiento ilícito.
Mientras el león ruge despertando a los vecinos, muchos más empiezan a mirar alrededor y a ver todas esas corrupciones en sus propios ámbitos y países, tan arraigadas ya, que hasta han dejado de parecernos corruptas.
Uno se acostumbra al abuso con tanta facilidad que aprende a dejar de verlo, a darlo por sentado y a aceptar que la única opción es aguantar y callar, para no molestar con reclamos, ni desentonar con el rebaño.
Pero el rugido de un león que no habla bonito, ni intenta quedar bien, retumba y despierta nuestros corazones.
No habla bajito ni tranquilo, como lo hacen los opresores a los que nos hemos acostumbrado; con sus clases de corrección política y su dialéctica oportuna e inconsistente, su deformación del lenguaje, su preposiciones inclusivas, sus ostentaciones verbales en justicia social y sus lucrativas eco políticas humanitarias; todos los recursos que utiliza el político hipócrita para engañarte, robarte y de paso, hacerte sentir culpable.
El peligro de Milei no apunta únicamente a la oposición Argentina, sino a todo el mecanismo socialista que ha infectado a Latinoamérica, a Europa y a los Estados Unidos.
Tiemblan las castas del mundo, mientras los corazones de los corderos resuenan con palabras extrañas y olvidadas como «libertad» y muchas otras amputadas, como «Democracia».
Rugen los leones desde el sur y en el norte retumban los ecos de aquellos que por fin han despertado.
Milei, el presidente argentino, llegó a Davos en un vuelo comercial; mientras los ecologistas aparcaban sus aviones privados y aterrizaban con comitivas de decenas de personas para disfrutar de unos días de relajo en mansiones alquiladas en Suiza, cuyo precio llegó a rozar el millón de euros, en el caso del presidente Petro, quien alquiló una propiedad por 4 noches a ese precio, con el dinero del pueblo colombiano.
Lo curioso de toda esta obsesión socialista por la ecología es la pantalla de humo que genera, para ocultar el despilfarro de los recursos del ciudadano, al que estos gobiernos socialistas exprimen a impuestos y culpabilizan sistemáticamente de cualquier problema ambiental.
Mientras la huella de carbono de la fiesta de Davos aceleró el calentamiento global 4 años, estos impresentables se dan el gusto de darnos discursos alarmistas sobre la sostenibilidad del planeta y nos vaticinan años de recortes y de sacrificios, de los que por supuesto, ellos quedan siempre al margen.
Gracias a Dios, apareció Milei en escena para quitarles la máscara a todos estos políticos acostumbrados a vivir del cuento verde y de los impuestos de todos los trabajadores, que somos quienes sostenemos las vidas de lujo que se dan estos socialistas tan preocupados por el medioambiente.
Afortunadamente la gente ya empieza a despertar del cuento socialista en el mundo entero y el alarmismo verde y la cultura Woke empiezan a desvanecerse poco a poco en las urnas europeas, a pesar de las oleadas de inmigrantes que los líderes socialistas insertan en Europa en complot con las organizaciones ONG, para recuperar votantes de izquierda.
Las fronteras abiertas en los Estados Unidos y en Europa no tienen otro fin que el de conseguir votantes que compensen a los ciudadanos que han despertado por fin del engaño socialista, al ver su vida económica menguada, la inseguridad jurídica creciente y el peligro del vandalismo y la violencia fulminante en toda América y Europa.
El caos que traen las políticas socialistas se perciben en poco tiempo. Y la soñadora Europa, ya sufre actualmente los resultados de estas políticas buenistas, verdes, igualitarias, integradoras y tolerantes en todo su esplendor: déficit fiscal, subida de impuestos, bajada de pensiones, sistemas sanitarios colapsados, sistemas educativos en crisis, delincuencia y okupacion de viviendas descontroladas.
El socialismo va dejando su particular huella de carbono visible en el mundo entero y algunos quijotes se atreven a levantar la voz para denunciar los molinos de viento que estos delincuentes pretenden vendernos un año más, desde su festín socialista en Suiza.
Cuesta mucho confesarse y debo pediros a todos que por favor no divulgueis lo que voy a comentaros, porque considero que es algo sumamente íntimo y la traición no es algo de lo que uno deba sentirse orgulloso.
A pesar de haber sido criado en los valores de la tolerancia y en el hábito de poner siempre la otra mejilla frente a los abusos y frente al mal; creo que ha llegado el momento de reaccionar y de decir basta.
He conocido a un hombre alto, rubio y de ojos azules, que promete terminar con la inflación, con el despropósito de las fronteras abiertas, con la inseguridad y la violencia en las ciudades y promete además, proteger nuestra constitución, nuestros valores, nuestra policía y nuestro ejército.
Después de muchos años de confiar en los promocionados valores de la «equidad» por sobre todas las cosas y de sentirme absolutamente defraudado después por todos aquellos que consiguen lo mismo que yo, pero sin ningún esfuerzo; he tocado fondo y he decido cambiar mi perspectiva.
He conocido a un hombre que da discursos sin telepronter, que dice la verdad aunque pueda sonar antipática; un hombre que desconfía de los políticos y desea bajar el gasto público para cuidar mis intereses, un hombre que habla sin rodeos, sin tropezar, ni rodar por las escaleras.
Después de tantos años de creer en el discurso de aquellos que se llaman a si mismos «buenos y piadosos» he comprobado cómo mienten esos que llevan décadas diciendo proteger al pueblo, mientras se enriquecen a si mismos a costa de todos.
Llevo años asustado por el cambio climático, mientras esos mismos que nos asustan con el calor y con la subida de los mares, no paran de comprar propiedades sobre la playa.
He estado viviendo en la incongruencia absoluta desde hace años, intentando apagar el corticuito que me provoca el choque entre los discursos, la realidad y las acciones que les acompañan, y he decido por fin, dar un paso al frente, hiera a quien hiera y ofenda a quien ofenda.
Muchos llamarán traición a mi despertar, otros lo llamarán pecado, o me llamarán hereje de ultraderecha, pero hoy ya nada me ofende más de lo que me han ofendido y traicionado aquellos políticos en los que había confiado.
Es por eso que hoy he juntado valor para escribir esta carta y confesaros a todos, que este año y con muchísimo orgullo, me pondré una gorra roja y votaré por Donald J. Trump.
De todos los deseos y las nuevas resoluciones para el año nuevo, me he quedado sólo con una y es la de «creer en lo imposible» para Navidad.
Nuestro tiempo nos ha demostrado que éste es el recurso de adaptación, que necesitamos para entender y sobrevivir a todo lo que nos pasa.
Era imposible pensar que el país más rico del mundo en 1930 ocupase hoy un lugar en el top 10 de los países más miserables del mundo y era aún más imposible, pensar que un futbolista roquero, se convertiría en el brillante economista y presidente argentino que le cambiaría ese destino.
Era imposible imaginar que un ingeniero se convirtiese en el hombre más visionario de este planeta, activista político y patriota; pero pese a cualquier pronóstico, Elon nos ha demostrado, que nadie en planeta tierra sabe soñar como él.
Era imposible creer que una niña de cuarto de primaria fuese la activista más polémica y mejor pagada de la historia, pero Greta nos ha enseñado que no hay límite de edad para facturar a lo grande y para engañar al mundo entero con la culpabilidad del ser humano en el cambio climático.
Era imposible pensar que la tierra de Pelayo pudiese algún día convertirse en la sumisa y culposa tierra que es España hoy, que acoge, incita, motiva y soporta los abusos de hostiles extranjeros, que vienen a recuperar aquello que creen que les pertenece.
Era imposible también, imaginar que una rubia de 1,60 de altura fuese la encargada de poner orden en Italia y de enfrentrarse a las camorras y a las mafias migratorias con la entereza de un gigante.
También era imposible soñar con que un rubio de origen irlandés, dejase a un lado su vida de lujos, hoteles y campos de golf para dedicarse a «volver a hacer a América grande» y luchar contra todos los poderes marxistas que rigen hoy los Estados Unidos y organizan el destino del mundo.
Era imposible pensar también, que los graduados de las universidades más prestigiosas del mundo fuesen hoy una manada de pro terroristas y defendiesen con tanto esmero y vehemencia la destrucción de todos los principios y valores de la civilización occidental, esa misma que los ha educado en libertad y les tolera la ignorancia de enfundarse en banderas palestinas.
No hay duda de que el mundo se ha vuelto impredecible y aquello que necesitamos es la habilidad para verlo venir y sobre todo para resistirlo; una capacidad de adaptación que logre que el pronóstico más insólito e inesperado, no nos haga morir en el cortocircuito.
Yo este año había limpiado la piscina y tenía listo el bañador para celebrar mi navidad en Europa, muy atento a las amenazas de Greta y de Bill Gates sobre el calentamiento global; imaginé que por fin disfrutaria de una Navidad estival; pero sorpresivamente aquí no dan a basto los radiadores para abrigarnos de tanto frío.
Por eso considero fundamental pedir este deseo en Navidad y sobrevivir con salud y estoicismo a este viaje a lo inesperado.
Detrás de una apariencia poco política, detrás de un pelo despeinado, del look de rockero y de un discurso económico y técnico, se esconde un alma llena de luz.
El candidato elegido a presidente en la República Argentina no es un político de carrera, de esos a los que estamos desgraciadamente tan acostumbrados, esos que no han hecho otra cosa que ir calentando sillas en distintas instituciones públicas y trepando como ratas para conseguir puestos a base de enchufes y de acomodos. Puestos para los que sin duda, no están ni formados ni capacitados.
El señor Milei es ante todo un profesional de la Economía que lleva décadas dando clases y conferencias por todo el mundo, un ser que no necesitaría complicarse la vida intentando salvar al pueblo argentino y sin embargo está ahí, aguantando a las mafias políticas y a la prensa marxista dedicada a destruirle a cada paso.
Le esperan años duros de mafias, paros, amenazas y piquetes. Pero allí está, esperanzado, siempre trabajando, siempre inclusivo, agradecido, accesible, sincero y disponible.
¡Cuánta alegría por Argentina y cuántas ganas de tener un Milei en cada territorio!
Mientras a algunos nos tocan dictadores capaces de vender a su madre por el poder o señoritos educados en la oposición, más preocupados por quedar bien que por defender la Constitución y las instituciones de sus países, ellos tienen a Milei.
¡Quién pudiera tener un candidato valiente, aguerrido, profesional, inteligente, cercano al pueblo y a la vez con ese toque de dulzura que irradia y que lo ha hecho un ser amado por los argentinos, que le han dado más de 14 millones de votos.
Milei es un alma de luz, esas a las que invocan todas las personas religiosas en sus misas, en sus templos y en sus ritos desde los principios de la humanidad.
El hombre pide ayuda, guía, líderes, salvadores y Mesías, a los que cuando tienen en frente, la gran mayoría es incapaz de reconocer. Esta vez la Argentina lo vió y lo vió a tiempo.
Mientras la mitad del mundo le critica, la otra mitad lo desea. ¿Quién pudiera tener dos cosas inigualables que tienen hoy los argentinos? Un Messi y un Milei.
Mientras la izquierda, la prensa marxista y las derechas cobardes y acomplejadas se llenan la boca de críticas, mentiras, bulos, envidia y malas predicciones, este ser lleno de luz brilla desde el sur, con su mirada valiente, su ropa sencilla, con un proyecto firme, con la palabra clara, justa y sincera; y la esperanza para un país al que la izquierda ha dejado en ruinas.
Ya me ha llegado el vídeo sentimental lanzado por el partido Demócrata americano, en el que Biden lee un texto escrito por profesionales de la poesía, en apoyo al pueblo israelí.
El vídeo es bonito, como lo son siempre todos los discursos de las izquierdas, llenos de emoción y de buenas intenciones; pero de las cuales, lo más recomendable es no creerse nunca nada.
Lo primero que debemos observar es que el armamento nuclear de Irán nunca se detuvo, ni los miembros de las naciones unidas, (esos empleados públicos tan bien pagos), que se hacen los que trabajan con un coste altísimo en impuestos para el ciudadano y que no hacen más que derrochar privilegios y gastar gasolina en viajes, traslados y seguridad privada, sin rendimiento alguno; no tienen nada hecho. Pura farsa.
El otro hecho reciente, que nos pronosticaba a voces el inminente ataque a Israel por parte del eje del mal, fueron los miles de millones de dólares que acaba de girar Biden a Irán hace 10 días para la liberación de prisioneros.
El vídeo sentimental empieza a cobrar sentido, cuando sirve de lavamanos para todos aquellos que desean limpiar su conciencia, o anestesiar la conciencia del ciudadano americano, que sin darse cuenta, acaba de financiar con sus impuestos el ataque de Hamás a Israel y para que vuelva a votar al partido Demócrata en las próximas elecciones, por ser gente tan «sensible».
“Nosotros apoyamos a Israel, aunque estemos financiando el ataque a Israel con tus impuestos y no regulando a favor del desarmamento nuclear de Irán con los organismos internacionales, diseñados únicamente con el fin de la seguridad mundial, también mantenido con tus impuestos».
Si a los Demócratas les funciona el vídeo sentimental para enmascarar las consecuencias de sus políticas pro Irán, pues muy bien, pero todos sabemos que desde que Biden entró en la Casa Blanca, todo son guerras y desastres militares; empezando con la huida de Afganistán, dejando allí equipamiento militar y armas de un valor incalculable, siguiendo con la guerra de Ucrania, en donde casualmente el partido demócrata lleva negocios interesantes e inescrupulosos desde hace años y siguiendo con la guerra en Medioriente desatada en los últimos días y que muy pronto continuará en Europa y en USA en forma de ataque terrorista, como bien ha anunciado Irán en las últimas horas.
Al final, el hombre naranja, como lo llaman despectivamente a Trump, no resultó ser ni tan naranja, ni tan malo.
Con él, el mundo dormía en paz, menos aquellos políticos acostumbrados a vivir del cuento y demás enemigos de la Democracia, el resto vivía tranquilo, el dólar del ciudadano se gastaba con cautela, las fronteras estaban vigiladas, los enemigos estaban bien amenazados y la economía crecía debido a la instantánea mejora que genera siempre la bajada de impuestos por la reducción del gasto público.
Sin tanto discurso sentimental ni lacrimógeno, el hombre naranja abría su bocaza a los gritos y el Islam temblaba, los chinos se meaban encima y el corano le invitaba a jugar al golf. Había mucho jaleo mediático, pero guerras, ninguna.
La preocupación primordial del partido demócrata hoy es el peligro del » White Supremacy» o los «padres terroristas» que no desean que sus hijos sean adiestrados en marxismo, pornografía infantil o movimientos pro palestinos en el kindergarten. Esos son los peligros para el partido demócrata que con una mano tira abajo la estatua de Colón todos los 12 de Octubre y con la otra le gira a Irán miles de millones de dólares para financiar su armamento nuclear.
Mientras tanto la lucha en el congreso y en las naciones unidas consiste en que aquel condenado por terrorismo o golpismo, tenga los mismos o mas derechos que el ciudadano de bien.
Así estamos, con Irán dentro de casa, con Irán en la clase, con Irán en el congreso, con banderas de Irán en los balcones, con manifestaciones pro Irán en las universidades, con Irán cagando y durmiendo entre nosotros hasta el día en que explotemos todos por los aires, y si, merecido por imbéciles y buenistas.
Mientras tanto, a disfrutar de los vídeos de Biden, que es adorable hasta cuando come helado. Una monada de presidente, blanco, alto, rubio, delgado, de ojos azules, elegante, educado; de esos con los que uno, explota tranquilo.
Nada me resulta más violento que un pacifista dando consejos desde su casa amurallada y con seguridad 24 horas.
Es muy fácil criticar cualquier defensa, hacerse el bueno y el tolerante con la violencia que sufre otro, habitando en paz.
La superioridad moral de la que hace alarde el pacifista desde el sofá tiene más de hipocresía que de paz, mezclado con un alarmante desconocimiento de historia, de política y de cultura en general.
Cuando uno no comprende nada sobre un tema, lo mejor es hacerse el bueno, es una postura cómoda, positivista, educada y socialmente respetada, en donde no hace falta justificación ni data. La paz porque si y punto. Porque soy bueno.
La cultura occidental se basa especialmente en ese deseo de ser aceptado y respetado por ser sensible y considerado. Incluso en la guerra, luchar contra un occidental compensa mucho más que caer en manos del estado islámico, en donde después de quemarte vivo de a trozos, te irán cortando en pedacitos como marca el libro sagrado del Corán ( un manual en donde se especifican las torturas y violaciones correspondientes en cada toma de infieles, con un detalle que limita cualquier iniciativa original, torturas, vejaciones, mutilaciones ordenadas y continuadas, detalladas con crudeza y sin piedad y todo mandado por el amoroso Alà)
El Pacifista es generalmente un ser ignorante, que no ha estudiado sobre los temas sobre los que opina y se limita a repetir frases sueltas que ha ido recogiendo de panfletos, Facebook y tik tok, esas frases bonitas con las que deja a todos admirando su bondad y haciéndoles creer que además sabe algo.
El problema con Irán no es el derecho al arma nuclear sino el Islam, porque cuando tu religión y tus líderes actuales dicen en cada uno de sus discursos que su objetivo es el extreminio de Israel, sin que se les mueva un pelo de pudor, y cuando tu religión fundada por un terrorista como fue Mahoma, se basa en la matanza de infieles, entonces la tenencia de un arma nuclear en determinados colectivos, se vuelve mucho más peligrosa que en otros.
La posesión de un arma nuclear te garantiza la paz en cuanto que tu adversario tenga tu misma mentalidad. Yo tengo la mía y tú tienes la tuya, ninguno quiere usarla, por lo tanto nos garantizamos la tolerancia y la paz.
Pero este no es el caso con Irán. Y quién conozca el mundo islámico lo sabe bien. Los pacifistas ignorantes por supuesto, lo desconocen.
Pero el peor de los problemas de los estados islámicos es el terrorismo islámico, porque los ataques suicidas son muy difíciles de controlar y con eso no hay negociación posible. Dispones de dos opciones o les líquidas o dejas de darles lo que necesitan para perpetuarlos y matarte. Son ellos o tú .No hay cabida para el pacifismo en estos casos.
Cuando en algunos siglos nuevas civilaciones se pregunten cómo fue que no vimos venir la destrucción de nuestra civilización, tendremos que responder que éramos veganos, teníamos la ONU, éramos tolerantes, bien pensados, estábamos muy preocupados por el cambio climático, por los colectivos lgtbiy + y preocupados por destruir estatuas del 1492, por abolir la policía y el ejército, por condenar la tenencia de armas legales y demás estupideces a las que este «pacifismo» de ignorantes nos ha condenado.