«No dejes que nada te robe la alegría» susurraba Mary cada mañana a su hijo al dejarlo en el colegio; como si percibiera que este componente mágico pudiese estar en peligro.
Mary intentaba que Tim recordase que llevaba consigo un gran tesoro, algo que debía cuidar y preservar intacto sin importar lo que sucediera allí.
Nada había tan importante en la escuela, como para perder la alegría. Ningún conocimiento, por muy importante que pareciera requería de una mente seria. Las cosas siempre debían aprenderse desde un lugar de frescura y de asombro. Y esta actitud alegre sería quien generase a su vez, una apertura mas amplia para cualquier otro tipo de aprendizaje.
Mary sabia que en este mundo, todo aquello que se volvía importante, tendía también a volverse serio y esa seriedad era el lugar en donde las cosas perdían toda su magia.
Aprender debería seguir siendo una experiencia alegre para Tim, solo así asociaría al aprendizaje con una experiencia enriquecedora y desearía seguir aprendiendo toda la vida.
La sensación de lo maravilloso que es conocer el mundo se disolvía pronto en la seriedad de la escuela. Como si todas las estructuras estuviesen inevitablemente destinadas a destruir la belleza de aquello que estaban abocadas a transmitir.
Todas las cosas bellas rápidamente se transformaban en serias, como si la seriedad fuese una virtud que ayudara a asimilar la información de una forma mas adecuada.
Pero milagrosamente, siempre aparecía algún alma alegre a tiempo, un loco que lograba cambiar el mundo desde la ciencia, desde la religión o desde el arte. Sólo aquellas almas intactas en su alegría por el saber habían sido capaces de cambiar el mundo.
Confundimos a la alegria con la diversión porque vivimos en un mundo que se sostiene del entretenimiento. Pero el entretenimiento es en realidad generado por la seriedad, que convierte al aburrimiento también en algo serio y en una enfermedad que necesita tratamiento. Cuando aquello que es natural se hace serio, se convierte en un problema que necesita una solución. El entretenimiento es la solución al serio problema del aburrimiento.
Sólo alguien que considera al aburrimiento como a un impedimento buscará una forma de escapar de él, en vez de convertirlo en un pasaje a través del cual, llegar a un lugar distinto.
La alegría de Tim es el estado en el que viven todos los niños, en donde todo lo nuevo es recibido con un gran entusiasmo. La mirada de un niño pocas veces percibe al aburrimiento como a algo de lo que haya que escapar, sino como a la oportunidad de una nueva aventura. Es por eso que el aburrimiento de los niños, o de aquellos adultos que siguen siendo niños, siempre genera cosas creativas cuando poseen un alma sana.
La alegria es la protección con la que llega nuestra alma al mundo. Sin ella se vuelve muy difícil recorrer un mundo tan serio, que ha contaminado nuestras familias, nuestra sociedad, nuestra educación y nuestra espiritualidad con su temerosa seriedad. Haciendo además, que nuestros niños se conviertan demasiado pronto en pequeños adultos, llenos de prejuicios, de temores, de ambición y de manías.
Todo aquello a lo que el ser humano considera importante lo convierte rápidamente en algo serio, apagado, triste y sufriente. Y exigiendo esa misma actitud para poder acceder a ellas.
Hoy la niñez se ha vuelto tan importante, que cada vez es algo mas serio. Nuestros niños pierden demasiado pronto esa capacidad innata para recibir las cosas con un alma íntegra, siendo ese su gran tesoro. Un tesoro que no conoce de prejuicios, de divisiones, ni de lo vacío que puede volverse un ser humano, cuando empieza a perder desde tan pequeño las cosas que de verdad importan.
Las escuelas tienen prisa en crear pequeños genios que revolucionen el mundo, sin saber que esos genios a los que tanto buscan no nacerán de la seriedad de sus aulas, sino de la alegría que hayan sido capaces de preservar fuera de ellas.
La seriedad se ha convertido en el gran riesgo de la alegría y de la humanidad. Porque ser una persona seria significa ser una persona temerosa, ambiciosa, sufriente, estructurada, desagradecida, nunca asombrada frente a lo nuevo y nunca dispuesta a encontrar nuevas respuestas.
«No dejes que nada te robe la alegria» repetía Mary a su hijo de 7 años cada mañana. Y al dejarlo en el colegio, soñaba con que volviera a casa un día más, con su alma de niño intacta.
JR
«Nada será jamas tan importante, como para perder el tesoro que llevas dentro» JR