«La belleza ignorada»

Kelly provenía de una familia irlandesa católica y tradicional y cantaba todos los Domingos a las 11 en la iglesia del pueblo. Desde que Tim supo que Kelly cantaba allí cada Domingo, no se perdía jamás una misa.

Todos los domingos Tim  ponía el despertador a las 10, se vestía, desayunaba y antes de las 11 estaba allí para poder coger un buen sitio. Siempre buscaba un lugar con perspectiva, desde donde tuviera la suficiente distancia para poder apreciar a Kelly en su totalidad.

Tim frecuentaba cada Domingo a un Dios al que no conocía, pero escuchar a Kelly cantar, se había vuelto una buena razón para convertirse en un asiduo practicante.

El amor era después de todo, la única excusa que este desconocido Dios aceptaría para dejar entrar a un extraño en su casa, que desconocía los nombres y los ritos, pero conocía el verdadero perfume que poseen todas las cosas sagradas.

Cuando Kelly cantaba, todo el ambiente se perfumaba y Tim perdía la conciencia. El perfume lo transportaba y durante esos momentos no sabía bien donde estaba, como si el  perfume misterioso, le hiciera volar hacia otros espacios, mucho mas amplios y lejanos  que esta particular iglesia.

Kelly había notado la presencia de Tim los Domingos  y muchas veces le saludaba desde lejos con la mano, viéndole sentado a la distancia.

Al terminar la ceremonia, Kelly salía del brazo de su madre y de alguno de sus hermanos pequeños. Luego toda la familia subía al coche y Tim silencioso y distante, se despedía  timidamente de aquel perfume hasta el próximo Domingo.

Si esto era la religión, a Tim le interesaba, porque si había una sola razón en este mundo para abrazar cualquier rito, esa razón debía ser el amor.

Estar enamorado era la única forma de ser una persona religiosa. No hacía falta memorizar  los nombres o los ritos, porque aunque Tim ya lo había intentado, al oler otra vez ese perfume, todo volvía a mezclarse y él volvía a volar hacia esos lugares inmensos, que abarcaban a todos los nombres y a todos los olores distintos.

Olvidándose así de todas las palabras y de todos los movimientos, que había practicado con esmero frente al espejo para ese día.

El amor era la única puerta y la única excusa que cualquier Dios aceptaría, para que un intruso sin religión, como él, pudiera entrar en su casa, sin conocer los ritos, ni saber pronunciar las palabras, dejándole volar en ese estado enamorado hacia lugares sin muros, en donde ninguna creencia servía de barrera.

Si la religión incluía a este perfume, entonces a Tim le interesaba.  Y aunque Kelly fuera  esa puerta, el amor era el aroma.

 

JR

 

«Para el amor, todas las puertas son sólo puertas» JR

 

 

 

 

 

 

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