» Santo Enamorado»

Se propaga la noticia, la gente murmura y algunas instituciones tiemblan. No todos celebran que el santo haya percibido  al amor como lo hacen los artistas, esos que se lo encuentran por todos lados; en el otro, en el dolor, en la mujer, en la alegría y en la naturaleza.  Ser un santo enamorado sea quizás  el arte de lo supremo. No me imagino otra forma de ser  un santo, que ser capaz de permanecer enamorado del mundo, aún a pesar del mundo.

¿Es posible seguir soportando ideologías que propongan llegar a Dios saltando a la mujer o al hombre?

La religión y la ciencia quizás se parezcan mucho más de lo que nos han hecho creer durante siglos. Creímos que transitaban caminos diferentes pero sin embargo, los dos comparten la misma manera de aproximarse a aquello que buscan. Esa manera de aproximación es la división de un todo en muchas partes. La ciencia se ha encargado de dividir a la materia y la religión se ha encargado de dividir al alma. Las dos se dedican a dividir, sostenidas  bajo un mismo principio que consiste en que todo aquello que es nombrado puede ser conocido.

Desgraciadamente la religión ha logrado dividir al amor en partes. Ha dividido a una fuerza indivisible que se parece más a un aroma que a un cuerpo de la misma manera en que un científico trocea un corazón.

Sin embargo, todas  aquellas cosas que escapan a toda medición no permiten ser divididas. ¿Puede entonces el amor ser dividido y partido en trozos como si fuera un pedazo de carne?   Podemos dividir  todo aquello que responda a las leyes de la  materia, podemos dividir a la mente y a las ideas que surgen de ella.

¿ Pero puede  acaso el amor ser dividido, calificado por partes y juzgado según un criterio moral que no existe en las leyes que lo rigen?  Las personas llamadas religiosas han sido capaces de dividir al amor; han separado al amor en distintas clases, las han fraccionado, las han nombrado y las han juzgado. Enalteciendo a algunas partes y  condenando a otras, con esa forma tan particular de considerarse a uno mismo como la medida de todo,  incluso de aquellos misterios a los que ni siquiera hemos conocido.

Hay amores permitidos y amores condenados y su distinción radica en las circunstancias en que éstos amores se desarrollen, pero olvidamos  que no todo aquello a lo que llamamos amor es realmente amor. Y esta es la  distinción que esta fuerza propone.

«En el principio existía el verbo y en el verbo existía Dios y el verbo era Dios» (Jesús de Nazareth, Juan 1, 1)

Si lo primero fue el verbo, lo primero fue la acción y ésta, una vez sucediendo, pudo engendrar a la palabra y ser nombrada. Entonces para nombrar al amor, sería necesario haber amado o estar amando. ¿Puede alguien que no ha amado hablar de amor?

Nuestra aproximación a las cosas siempre sucede de forma inversa, nombramos  a las cosas antes de haberlas atravesado con nuestra propia experiencia. No hacemos como el artista que primero siente y luego crea, sino como el científico que primero nombra y luego trocea. ¿Será esa la razón por cual el artista ha estado siempre mas cerca del misterio de lo que ha estado el erudito o el creyente?

 ¿Puede una palabra que no se ha hecho verbo, pronunciarse?  ¿Puede significar algo una palabra que no ha sido primero experiencia?

Muchos religiosos coincidirán en que el amor a Dios incluye también al amor a la humanidad, pero yendo aún mas allá… ¿Incluye también el amor a una mujer? Me imagino que en este punto las respuestas no serán tan rotundas.

 «Santo enamorado» dos palabras que juntas en una  pareja divina, forman  la unión indisoluble entre el cielo y la tierra.

JR

«Todo el tiempo quiero estar enamorado y sin embargo no sé bien quien serás» (Virus)

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