«Es imperdonable negarle al niño su intrínseca e igualadora valía y obligarle a convertirse en un escalador de hombres para sentirse grande.» JR
En esta carrera hacia el éxito que hemos trazado, hay un gran número de personas empeñadas en criar a pequeños genios. Seres a los que se les enseña desde niños que deben ser mas inteligentes que los demás.
Estas personitas, manipuladas en la superioridad desde su mas temprana edad, se convierten en el empeño de unos padres orgullosos que esperan mucho de él y le condicionan a desarrollar unas inquietudes que no se manifiestan en la mayoría de los casos de forma natural en el niño, sino que son fomentadas constantemente por el interés de sus progenitores.
Estos niños intentan desde muy pequeños complacer las grandes expectativas de sus padres y desarrollan una tendencia competitiva desde edades muy tempranas, generando una desconexión con sus iguales, que en la mayoría de los casos les llevan al conflicto o al aislamiento.
Estos pseudogenios que se promueven con gran ímpetu en nuestra época, son en realidad un peligro para el futuro, porque son niños en los que no se potencia el desarrollo de su corazón, sino que todo el empeño está puesto en su genialidad; algo que muchos creen que puede ser educado y cultivado y que exige además, siempre superar al otro. Pero este tipo de genialidad que no supone a un corazón sensible, se volverá por el contrario muy peligrosa para el mundo.
Algunos de estos niños suelen transformarse en niños déspotas, engreídos y soberbios que se muestran poco sensibles a su entorno, un ser que circula por las aulas, por los patios y por los parques aplastando a otros niños. Ya que se le ha enseñado que esa es la manera de llegar a ser alguien importante en esta vida.
El éxito material e intelectual se ha vuelto hoy lo mas importante para muchos y ha ocupado el lugar que antiguamente ocupaba la integridad del ser humano.
Esta nueva escala de valores, en donde el valor de una persona tiene que ver con el cargo que ocupa, con la universidad en la que ha estudiado, con el coche que conduce o con la ropa que lleva, necesita a un niño acorde a sus principios. En donde todo lo superficial importe más, que el corazón que le palpita dentro.
Estos niños suelen no respetar a sus iguales porque se les ha privado de disfrutar de la igualdad que trae consigo la niñez. Y en esta obsesión de convertirle en un niño genio, (que para serlo debe siempre superar al resto) es en donde toda igualdad queda sepultada.
La igualdad es un tesoro del que ningún padre debería privar a sus hijos. Esta es la capacidad de sentirte igual a todo aquello que te rodea, que es innata al niño y sin embargo, se vuelve una cualidad muy difícil de recuperar una vez que se pierde.
El niño trae consigo naturalmente, la capacidad de sentir que todo aquello que le rodea es igual de valioso que él. Y esta capacidad, no sólo hace que los niños sean seres maravillosos y únicos, sino que les hace conscientes de su propia valía, que será siempre independiente de sus logros. Algo a lo que solemos llamar, amor sin condiciones. El niño trae la conciencia de que la vida le ama tal como es. Y ese es su tesoro.
Un niño amado incondicionalmente en la niñez, conocerá para siempre su valor, sin la necesidad de tener que demostrar nada. Por lo cual su valía, nunca estará sujeta a los éxitos o a los fracasos que le depare la vida. Su sensación de igualdad le preservará sano y fomentará en él la empatía con su entorno, independientemente del lugar en el que se encuentre en cada momento.
Insistamos con empeño en criar a niños de verdad, educados en mente y en corazón simultáneamente, para que estas dos posibilidades de desarrollo crezcan de forma indivisible.
Niños a quienes se les dé la oportunidad de ser niños y de sentir que toda la existencia es importante, para que puedan recrear esta experiencia en el futuro. Estos son los seres humanos que serán indispensables para unir a la humanidad e influirá mucho en qué medida su cualidad igualadora, se haya preservado.
JR
«La genialidad no puede pautarse porque crece de forma silenciosa y oculta, como sucede con todos los misterios.» JR