«Reubicar a la vergüenza»

«Una persona justa es aquella que se avergüenza de toda crueldad, de la propia y de la ajena» J R

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Oigo decir muy a menudo que hemos perdido la vergüenza, pero yo creo que no es que la vergüenza se haya perdido, sino que se ha colocado en un lugar distinto.

La vergüenza está hoy ubicada en otro sitio, pero sigue existiendo y provocando la misma sensación de angustia que antes.  Aunque su aparición se deba ahora, a motivos totalmente  distintos.

Hace unos días, una niña vió a una compañera mas pequeña jugando con su padre  y con la crueldad que aprenden algunos niños en su casa, le preguntó:_ «¿Tu padre es un sudaca?»_ La niña mas pequeña respondió en voz baja, como si estuviese avergonzada y en ese momento, me dí cuenta de que la vergüenza está ahora puesta en otro sitio, pero sigue existiendo.

La vergüenza no es ser racista, corrupto, inmoral, codicioso, mentiroso o manipulador; sino que es vergüenza ser sudamericano, negro, pobre, sin estudios, musulmán, judío, homosexual, feo, gordo, calvo, viejo, bajo o chino.

La vergüenza hoy no la provoca la propia crueldad, sino el no pertenecer a un grupo determinado.

Aquella rojez de las mejillas que desenmascaraba nuestras bajezas; el habernos comido el último trozo de pastel sin decirle nada a nadie, el haber sido descubiertos con una repuesta del exámen escrita en la palma de la mano, el haber robado, el haber mentido, el haber sido crueles con un compañero; todo eso hoy, ya no da vergüenza.

La vergüenza vigente es no pertenecer al grupo adecuado, y todas las demás vergüenzas han desaparecido; tanto es así, que hasta se exhiben con orgullo.

Hoy, ser un racista está de moda y te cualifica como miembro del grupo elegido y soberano.

Recolocar a la vergüenza en su sitio y desde pequeños, sería un buen comienzo para cambiar nuestro destino como humanidad. Porque la educación académica no será suficiente para lograr el progreso, si éste no va acompañado también, por la educación de un corazón que vaya a juego con los avances tecnológcos, científicos y sociales que vendrán.

Educar a un corazón es fundamental para que la vergüenza vuelva a ser aquella sensación que nos engrandecía, en vez de empequeñecernos.

Esa coloración que aparecía cuando nos sentíamos malas personas. Ese fuego que nos quemaba fuerte por dentro y que nos transportaba hacia un pequeño infierno, en donde nos poníamos rojos y nos descubríamos errados y a todo color, frente a la mirada del otro.

JR

«Cuando el hombre deja de avergonzarse de ser cruel, se convierte en un monstruo» JR

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