Hay algunos maestros a los que recordaremos toda la vida y son aquellos que nos han hecho pasar buenos momentos y que nos han dado un impulso para transitar por nuevos caminos, ya sea en el descubrimiento de una vocación o de nuevas posibilidades.
Cuando un maestro ama aquello que enseña resulta inevitable que contagie ese amor al grupo que le escucha.
Aunque la Física no sea tu fuerte, un físico apasionado será capaz de mostrarte que redireccionando las fuerzas siempre se llega a lugares distintos y por más que salgas de su clase igual de incompatible con la Física que antes, algo de esa pasión con la que te lo ha transmitido se quedará contigo para siempre. Quizás nunca seas un físico, pero habrás aprendido que para ser una persona apasionada deberás encontrar primero una fuerza que te mueva.
Hay pocos maestros y muchos profesores y es probable que te cruces con muchos mas profesores que con maestros a lo largo de tu vida.
La diferencia entre un maestro y un profesor no radica en sus conocimientos, sino en la manera de transmitirlos al alumno. Un profesor es mas parecido a un erudito, alguien que te demostrará que su memoria es poderosa, pero su falta de empatía hacia el alumno evidenciará que su búsqueda ha quedado estancada en el conocimiento sobre el pasado y en ese hermetismo el alumno siempre quedará fuera y permanecerá siendo sólo un espectador, porque quien se estanca en el pasado es incapaz de ver el futuro, aunque lo tenga delante de sus narices.
Un maestro en cambio, es aquel que te contagia la pasión por aquello que enseña y al amar tanto aquello que transmite, muestra que su búsqueda no ha acabado. El sigue buscando, sigue dudando y anhelando encontrar nuevas respuestas y confía en que esas respuestas, vengan de ti.
Recibirás de él un voto de confianza y te contagiará su entusiasmo para que tú también en el futuro ames aquello que elijas hacer. El maestro confía en la continuidad de ese amor porque es desde allí, de donde vendrán las nuevas respuestas. Sólo alguien enamorado de la Ciencia, de la Literatura, de la Filosofía o del ser humano será capaz de profundizar en su disciplina.
Su confianza provocará que al salir de su clase estés contento, entusiasmado, casi flotando y aunque no te interese para nada la Historia, ni la Física, ni la Filosofía, cualquier materia enseñada con pasión? despertará un sentimiento parecido en ti y te ayudará a descubrir que todas las cosas aunque parezcan distintas, comparten una energía que las une y que en este mundo todo está conectado.
Un maestro despierta en ti algo que estaba dormido y esa es la función de todo maestro; la de despertar a tu inteligencia. El golpea a tu puerta y te regala su confianza y de pronto te sientes valioso y sientes que tú también traes algo para dar al mundo.
El conoce de la flexibilidad de la existencia y desconfía de la rigidez de todas las conclusiones. Sabe que una conclusión sólo sirve para crear un nuevo suelo a partir del cual seguir buscando.
El maestro es aquel que intuye que una conclusión existirá sólo durante el lapso de tiempo necesario, hasta que una sola excepción irrumpa y provoque su derrumbe; dando el espacio para la aparición de algo nuevo y mas acorde a los nuevos tiempos.
La flexibilidad y la confianza son los principios básicos que mueven a un maestro porque ellos saben que toda conclusión está siempre sujeta a unas condiciones determinadas, que al cambiar, destruyen la norma y exigen volver a plantearla con la misma libertad con la que se planteó anteriormente y que para ese trabajo, se necesitan miradas nuevas.
Toda conclusión es siempre relativa al momento y al espacio en que fue deducida, lo que convierte a toda conclusión en un elemento expuesto al cambio, que no debe considerarse jamás como un absoluto irrevocable.
Sólo basta una nueva excepción para que todo se tambalee y haya que reconstruirlo todo otra vez y de una manera distinta. Esta es la manera en que trabaja la Ciencia; que siempre está alerta a la irrupción de nuevos cambios y excepciones que modifiquen cualquier resultado.
Un erudito en cambio se mostrará rígido y estancado en sus conclusiones y no logrará contagiarte pasión, ni fomentará en ti la duda. Esto sucede porque el erudito no espera nada de ti y su único objetivo es mostrarte que su saber es insuperable.
De estas clases uno sale abatido, como cuando llegas a un sitio en donde todos los asientos ya están ocupados. Si todo está descubierto y concluído entonces… ¿Cuál es tu lugar en el mundo?
Un erudito considerará una persona inteligente sólo a aquella capaz de memorizar todas sus enseñanzas y cualquier duda que nazca del alumno sobre los conceptos establecidos, será considerada una impertinencia; mientras que un maestro, anhelando la participación y el aporte de sus alumnos, fomentará la duda y le entusiasmarán las nuevas visiones y las inquietudes de las nuevas generaciones.
La diferencia entre estos dos tipos de educadores no radica solamente en cómo transmiten los conceptos, sino en aquello que transmiten detrás de los conceptos y en aquello que despiertan en sus alumnos a través de ellos.
Unos te transmitirán confianza y despertarán a tu inteligencia, fomentando tu capacidad de duda y tu potencial creativo; mientras otros sólo entrenarán tu memoria y te menospreciarán silenciosamente, tratándote como si fueras sólo un disco rígido, un elemento que sólo es capaz de memorizar y reproducir y que no posee ningún potencial creativo.
Encontrar a un buen maestro es todo un hallazgo y cuando encuentres a uno, sentirás como si alguien hubiera llamado a tu puerta y como si una alegría extraña de pronto te llenara por dentro.
Sentirás que hay alguien en el mundo que confía en ti y basta con esa confianza para despertar tu magia.
No importa el lugar en el que estés ni lo pequeño que creas ser, tú también puedes cambiar el mundo, hacerlo mas flexible y generar nuevas conclusiones acordes y relativas a tu tiempo, que puedan llegar a otros el día de mañana, con la misma confianza y generosidad con las que a ti te han sido dadas.
JR
«Lo nuevo necesita amigos» (Ratatouille)